viernes, 31 de julio de 2009

El fantasma de Madame V: Aparición fotografiada en un caserón de Francia

El siguiente suceso fue recogido y estudiado por el gran parapsicólogo francés Robert Tocquet, profesor de la Escuela de Antropología y miembro del Consejo Directivo del Instituto Metapsíquico Internacional de París. En el cual el fantasma fue, además, fotografiado dos veces.

El principal testigo de este caso fue una señora, quien confió sus notas escritas a Robert Tocquet, rogándole que no revelase su nombre, a medida que se desarrollaban los hechos. Por sugerencia de Tocquet, "Madame V." trató de hacer algunas atrevidas experiencias en un gran caserón del siglo XVII, Le Prieuré (El Priorato), donde tuvieron lugar los hechos. Allí, efectivamente, había residido una comunidad de frailes, que fue disuelta durante la Revolución Francesa, y su prior fue torturado y muerto.

"Madame V." quiso pasar una temporada de descanso en el lugar arriba mencionado, le Prieuré. El día 6 de julio de 1955 se alojó allí con sus dos hijos, de veinte y treinta años, cuyos nombres respectivos eran Jean y Gaston. A los cuatro días de estar instalados allí, el fantasma de un monje encapuchado y sin manos se apareció a la señora en su habitación, que había sido, en tiempos pasados la habitación del prior.

"Madame " relato su experiencia:

Aquella noche del 10 de julio, vi por primera vez vagar por mi habitación una sombra oscura, formada por una niebla opaca, detrás de la cual parecía haber una luz. Aquella sombra, de forma humana, llevaba una larga vestimenta, un manteo, y parecía tener la cabeza cubierta por una capucha.

La sombra avanzó lentamente hacia mí. Presa de espanto, me senté en la cama, con la espalda contra la pared y la garganta seca. Estaba helada pero al mismo tiempo sudaba. Quise levantarme, gritar, pero ningún sonido salía de mi boca: un terror indescriptible me mantenía clavada allí.

La sombra avanzó hasta situarse ante la chimenea, entonces se arrodilló y yo sentí el golpe de sus rodillas contra el pavimento. Se prosternó tres veces, con las mangas juntas, en un gesto de súplica. Después de permanecer mucho tiempo arrodillada, se prosternó de nuevo tres veces más, se alzó poco a poco y se encaminó hacia la puerta de una pequeña habitación que se encuentra al lado de una alcoba. Pocos segundos después noté como la caída de un cuerpo a tierra, dentro de la pequeña habitación.

La pobre señora pasó el resto de la noche despierta, mientras su corazón latía desordenadamente. La luz del día, por fin, entró en la habitación y la señora se levantó para ir al jardín, donde lucía un sol radiante.

Pasaron unas cuantas semanas sin que nada sucediera. "Madame V.", interiormente, deseaba el retorno de la aparición, porque lamentaba no haber trabado conversación con ella. Este deseo, no formulado, no tardó en cumplirse. Una tarde, cuando ya se había acostado, la puerta de la habitación se abrió lentamente y el espectro del viejo monje entró. Traía consigo un fuerte olor a moho, a tumba. Muy espantada, la señora vio que la aparición lloraba; sus espaldas se sacudían como si sollozase, y por tres veces, dio golpes en el suelo con la cabeza. Cada vez, una voz extraña, indescriptible, que parecía venir de lejos, decía: "Dios mío, misericordia, tened piedad de mí; tened piedad, Dios mío, perdonadme, Jesús."

Se inició entonces un extraordinario diálogo entre la señora y la aparición: ésta comenzó por recriminarla por alojarse en un lugar que pertenecía a los religiosos; después le hizo una serie de profecías. Dijo que el globo terrestre estallaría por la locura de los hombres; Europa, Asia y África se sumergirían y no quedaría emergida más que la parte sur de América.

Luego el fantasma habló de un cautivo al que había dejado morir en un calabozo; en otras entrevistas con la señora, le habló de una imagen de la Virgen que estaba rota y enterrada en un lugar del jardín -donde, efectivamente, fue encontrada- y dijo que a él lo habían matado los revolucionarios, que le cortaron las manos y lo emparedaron. Rogó que rezasen por él.

Los hijos de "Madame V." terminaron dándose cuenta de que a su madre le pasaba algo: adelgazaba, estaba pálida y mostraba un gran desasosiego. Aconsejada por Tocquet, la señora habló finalmente de la aparición a sus hijos, que de momento no le creyeron... hasta que Jean, el pequeño, también lo vio, cosa que le trastornó de sobremanera. Tocquet les dijo entonces que trataran de fotografiar al fantasma y, si les fuese posible, lo tocaran. Ambas cosas se realizaron: el fantasma fue fotografiado dos veces por Jean el 26 de octubre de 1959, y a finales de noviembre, la señora se tropezó con el monje espectral en un relleno de la escalera y, sin pensarlo dos veces, toda ella en tensión, le puso la mano a la altura de la cintura, aunque eso si, con los ojos cerrados. Inmediatamente sintió un violento golpe en el mismo lugar de su propio cuerpo, y después un frío glacial, que casi la ahogaba, mientras la forma se disgregaba ante ella y ante Jean, que había asistido a la escena desde el pie de la escalera. Casi inmediatamente las manos de la señora se hincharon y notó un dolor intenso, como de quemaduras producidas por el frío. La hinchazón y las pequeñas quemaduras duraron muy bien un par de meses y tuvieron ocasión de ser examinadas por Robert Tocquet. "El fantasma estaba formado por una especie de vapor glacial, ligeramente viscoso. Por debajo no había nada; ningún esqueleto, que era lo que yo pensaba encontrar", explicó la señora al parapsicólogo.

jueves, 30 de julio de 2009

Armas modernas: ¿Quién disparaba balas en la prehistoria?

El discutido y famoso Erik von Däniken publica en una de sus obras la fotografía de un cráneo de bisonte con un su puesto orificio de bala en el centro. Este bisonte, que tiene 10.000 años de antigüedad, se encuentra en el Museo Antropológico de Moscú.

Von Däniken publica esta impresionante fotografía en su obra Meine Welt in Bildern (Mi mundo en imágenes), traducida al castellano con el ampuloso título de El mensaje de los dioses. Al pie de dicha fotografía, se hace esta pregunta: "Se puede ver aquí un agujero como el que produciría un proyectil balístico. ¿Quién poseía entonces armas modernas?"

En 1921, el British Museum recibió un cráneo humano, hallado en curiosas circunstancias. Cuando los trabajadores de una mina de cinc de Zambia (antigua Rhodesia del Norte) se dedicaban a terraplenar una colina llamada Broken Hill, y que no medía más allá de veinte metros de altura, encontraron una galería obstruida que desembocaba en una caverna. La cueva estaba abarrotada de restos humanos, y todo daba la impresión de ser aquél un lugar de enterramiento prehistórico. Pero no se tuvo gran cuidado en la recuperación de los huesos: entre los pocos que llegaron a manos de los paleontólogos, se encontraba un enorme cráneo humano de frente huidiza, grandes arcos superciliares y una estructura facial muy brutal y primitiva, de tipo netamente neanderthaloide. Pese a que no se pudo establecer una estratigrafía precisa, la antigüedad de los restos óseos era evidente.

Los paleontólogos colocaron al "hombre de Broken Hill" u "hombre de Rhodesia", que por ambos nombres se le conoce, en la estirpe filogenética humana, y le llamaron "el Neanderthal africano". Pero estudiando el cráneo vieron dos cosas, una de ellas aparentemente inexplicable: aquel ser, que había vivido quizá hacía un millón de años, había sufrido una enfermedad dental. Y a ambos lados del cráneo presentaba dos orificios de igual diámetro, que dejaron perplejos a los expertos. A juicio del profesor Mair, de Berlín, parecían los orificios de entrada y salida que dejaría una bala moderna.

El enigma que esto planteaba parecía insoluble. Alguien aventuró una hipótesis imposible: ¿Y si el hombre de Broken Hill hubiese sido un fósil superviviente, muerto de un disparo por un cazador moderno? Esto aparte de ser absurdo no explicaba, su presencia en una caverna que llevaba cerrada, al parecer, miles de años. Y ante este "hecho condenado", la Ciencia se encogió de hombros...

El cráneo de Moiá

Este cráneo encontrado, es ya el de un hombre moderno: un ejemplar de la raza de Cro-Magnon, que vivió sin duda hace seis o siete mil años. Pertenece a un hombre de gran talla y edad avanzada para la época: aproximadamente 1,70 m de estatura y unos cincuenta años de edad. Procede, como el resto del esqueleto y otros esqueletos contemporáneos, de la cueva del Toll (Moía, Barcelona, España), interesante cavidad subterránea recorrida por un curso de agua y que constituyó un albergue humano durante unos cinco mil años, desde los albores del Paleolítico hasta la Edad del Bronce. Los restos de animales (Ursus spaeleus u oso de las cavernas, tigre de dientes de sable, hienas e incluso huesos de rinoceronte lanudo) abundan en ella, junto con restos, utillaje y ajuar humanos. Todo ello ha permitido montar varias salas interesantísimas en el Museo Arqueológico de Moiá.

En Moiá

El esqueleto encontrado esta perfectamente conservado, cuyo hueso frontal presentaba una perforación perfectamente circular, que evocaba de inmediato la que produciría una bala moderna. El orificio era completamente circular, por lo que se descartaba que hubiera podido ser causado por una punta de lanza de sílex, que hubiera producido una fractura traumática irregular, estrellada, el ángulo de penetración del supuesto proyectil causante de la herida era de arriba abajo y ligeramente de derecha a izquierda, el orificio se abría en el hueso frontal y daba directamente al seno frontal derecho, en cuyo tabique del fondo no se apreciaba orificio de salida y el supuesto proyectil, por tanto, debió de quedar alojado en el seno frontal. Según se dedujo el sujeto debió sobrevivir a la herida, pues los bordes del orificio aparecían esclerosados (callo óseo), y, además, ésta no afectaba a ninguna parte vital.

También se manejo la posibilidad de que se tratase de una trepanación, pues se sabe que los hombres prehistóricos la practicaban. Pero la trepanación se solía hacer en los parietales, y los orificios eran más grandes e irregulares. El enigma de los disparos imposibles sigue sin respuestas.

miércoles, 29 de julio de 2009

Las piedras de Ica: ¿Huellas de otra humanidad?

Los cantos rodados hallados en Ocucaje (Perú) contienen mensajes de un pasado increíblemente remoto. ¿Por qué temen los arqueólogos aceptar su autenticidad?

Corría el mes de Mayo de 1966. Al consultorio del doctor Javier Cabrera, situado en la Plaza de Armas del pueblo de Ica, llegó su amigo Félix Llosa Romero, llevándole un regalo. Se trataba de una piedra ovalada, de color negruzco y aristas redondeadas; tenía grabada en una de sus caras la imagen de un extraño pez y su peso era mayor del que, a primera vista, correspondía a su tamaño. "Quedará muy bien como pisapapeles en tu escritorio", dijo Llosa, sin imaginar que su gesto amistoso sería el punto de partida de una larga investigación y de una polémica que iba a dividir a los estudiosos de la arqueología peruana.

No era ésta la primera piedra grabada que veía el doctor Cabrera. Treinta años antes, en la hacienda de su padre, una máquina que realizaba una perforación había extraído una piedra semejante de las profundidades de la tierra. Los obreros que realizaban el trabajo afirmaron que era una piedra inca; estaban habituados a desenterrar alfarería, metales y trozos de tela que daban testimonio de la orgullosa cultura que floreció en el Perú hasta la llegada de los españoles. El doctor Cabrera había olvidado el incidente, pero el gesto de su amigo hizo revivir su interés por las extrañas piedras y le preguntó dónde la había obtenido. Llosa le dijo que su hermano poseía una gran colección, proveniente del caserío de Ocucaje, donde un "huaquero" (campesino que realiza excavaciones arqueológicas clandestinas) las extraía por docenas.

Esto despertó la curiosidad del doctor Cabrera quien, a lo largo de los años, ha reunido una colección de miles de piedras grabadas. Y, lo que es más, ha realizado una interpretación, tan original como subjetiva, del posible significado de los grabados. Esta interpretación ha sido recibida con gran escepticismo por la arqueología y la antropología convencionales, pero, de ser cierta, revolucionaría todas las ideas actuales acerca de la antigüedad del hombre en la Tierra y también de sus orígenes.

Descifrando las piedras

El doctor Cabrera descarta con firmeza la posibilidad de que las piedras hayan sido grabadas por los incas. En primer lugar porque -según afirma- las piedras son muy anteriores al período en que los incas vivieron en Perú y, además, porque las piedras dan fe de conocimientos tecnológicos que los incas nunca poseyeron. En su enorme colección, el doctor Cabrera ha clasificado las piedras en diversos grupos, según los símbolos que presentan. Hay series que tratan de temas técnicos, otras de temas médicos, geográficos, antropológicos, zoológicos, etc. Esto no es tan fácil de apreciar para un lego; el doctor Cabrera ha atribuido significados a los símbolos que aparecen con cierta frecuencia en las piedras, y afirma que una pirámide -por ejemplo- simboliza una fuente de energía, mientras una hoja es símbolo de la vida, y una figura humana con determinados atributos representa a un hombre "reflexivo", mientras si esos atributos faltan se trata de un robot.

Hay series de piedras que describen con todo detalle la evolución de los dinosaurios, desde el huevo hasta la completa madurez; otras que relatan las incidencias de complejas intervenciones, y otras que explican con todo detalle cómo era el planeta Tierra antes de las grandes convulsiones geológicas que le imprimieron su conformación actual.

El doctor Cabrera ha bautizado a las piedras con el nombre de "gliptolitos" y califica a quienes las grabaron de "humanidad gliptolítica". A partir de sus interpretaciones de los dibujos grabados en las piedras afirma que esa humanidad gliptolítica fue creada por una raza superior que llegó a la Tierra desde algún lugar del cosmos. Al llegar a nuestro planeta, esa raza no halló vida inteligente, y decidió crearla a partir de un primate emparentado con el lemur, llamado notharcus, que se extinguió hace 50 millones de años. En su libro El mensaje de las piedras grabadas de Ica (Inti Sol editores, Lima, 1976), afirma: "Mediante el trasplante de códigos cognoscitivos a unos primates que pertenecían a un tipo de primate muy inteligente generaron hombres." Aparentemente, las piedras dicen que había varias categorías humanas: los de mayor poder cognoscitivo son los que el doctor Cabrera denomina "hombres reflexivos y científicos", por encima de los cuales se situaban, por supuesto, sus creadores, los hombres llegados del cosmos.

Esta humanidad gliptolítica decidió fijar sus conocimientos en piedra (y otros materiales como metales preciosos, destruidos por la avaricia humana) para evitar catástrofes a los hombres del futuro y ayudarles a regir su vida de acuerdo con normas sabias y racionales. Uno de los primeros pueblos que lo hicieron fue, según el doctor Cabrera, el pueblo inca.

Una acequia misteriosa

El descifrador de esta "enciclopedia lítica" afirma que los incas la conocieron y, aunque no estaban capacitados para entender su contenido a fondo a causa de sus rudimentarios conocimientos técnicos (pese a haber creado una compleja y eficaz organización social, los incas no conocían la rueda cuando llegaron los españoles a América) comprendieron que encerraba conocimientos de gran importancia, que no debían trascender al pueblo llano. Entonces, con el propósito de impedir que las inundaciones periódicas del río Ica erosionaran las piedras y arrastraran los yacimientos, el inca Pachacutec mandó construir una acequia que canalizó el exceso de aguas del río. Esa acequia se conoce en Perú como la acequia Achirana, y la leyenda cuenta que el inca la hizo construir porque se había enamorado de Achirana, la hija de un cacique de la zona, y deseaba favorecer a su tribu para conquistar su corazón. Sin embargo, el doctor Cabrera apunta que en esa zona jamás hubo cultivos, ya que durante siglos estuvo cubierta de bosques espinosos, de modo que la acequia sólo pudo servir para preservar las piedras, y la tradición del enamoramiento del inca puede haber sido una cortina de humo destinada a disimular la verdadera finalidad de la obra.

No obstante, resulta evidente que los gobernantes y sacerdotes incas prestaron mucha atención a la iconografía de las piedras, de las que habrían tomado el mito de Viracocha, antepasado mítico de los incas que había llegado por el mar y realizado grandes hazañas; Viracocha se correspondería así con imágenes que aparecen en los gliptolitos, de un hombre dando muerte a un dinosaurio (¿o dragón?), símbolo de valor y poderío.

Este contacto de las culturas preincaica e incaica con los gliptolitos explica, para el doctor Cabrera, la mezcla aparentemente arbitraria de objetos mortuorios hallados en las tumbas. En ellas, junto con objetos simples y toscos de la vida cotidiana (cerámica sencilla, mazorcas de maíz, telas rústicas) se encuentran objetos muy elaborados, que denotan una cultura y técnica superiores, como piezas de cerámica con complejos simbolismos, tallas en madera, objetos de oro delicadamente trabajados, telas finamente tejidas; esto significaría que los antiguos peruanos mezclaban los objetos que ellos mismos eran capaces de fabricar con otros, hallados, que habían sido fabricados por los hombres gliptolíticos durante el período terciario.

Por otra parte, Santiago Agurto, arquitecto y ex rector de la Universidad de Ingeniería de Lima, posee también una colección de piedras grabadas, extraídas, al parecer, de diversos enterramientos pertenecientes a las culturas Paracas, Ica, nazca y Tiahuanaco; esto confirmaría la sacralización de que fueron objeto las extrañas piedras por parte de aquellas sociedades.

Todo un manual de ciencia y tecnología

Existe un acuerdo bastante general entre arqueólogos y antropólogos en cuanto a la antigüedad de la especie humana: el hombre apareció en el cuaternario, después de la desaparición de los grandes reptiles, como consecuencia de los grandes cambios climáticos que favorecieron la evolución de los mamíferos en perjuicio de los ovíparos.

Pero el doctor Cabrera no comparte esta creencia. Basándose en que las piedras grabadas son, geológicamente, andesitas, o sea, piedras que se formaron en el período terciario, afirma que fue en ese período cuando los seres superiores que llegaron del espacio crearon a la humanidad. Hasta el momento, los análisis no han confirmado que los grabados sean estrictamente contemporáneos de las piedras; sin embargo, algunos microorganismos hallados en las ranuras de los grabados sí tienen una antigüedad de millones de años. Por otra parte, existen otros indicios, en la propia América Latina, que apuntan hacia una mayor antigüedad del hombre. En Argentina, en el siglo XIX, el paleontólogo Florentino Ameghino afirmó haber encontrado restos humanos en terrenos terciarios. En su momento, estos descubrimientos fueron considerados con escepticismo por el establishment científico. El mismo desinterés mereció un hallazgo, más reciente, del antropólogo Hernao Marín en Colombia: los restos fosilizados de un animal antediluviano (un Iguanodon) aparecieron misteriosamente asociados a un hombre de Neanderthal.

Uno de los elementos que confirman la creencia del doctor Cabrera es una piedra donde está labrado un mapa del mundo tal como era en el período terciario. Allí, la forma y la disposición de los continentes es completamente diferente de la actual -algunas zonas parecen coincidir con los desaparecidos continentes de Lemuria y de la Atlántida-, y considerando que la geología no supo hasta fines del siglo XIX y principios del XX que los grandes cataclismos de fines del terciario habían provocado cambios espectaculares en la forma y disposición de los continentes, el doctor Cabrera sostiene que esa piedra sólo pudo ser labrada por hombres que vivieron en un planeta con esa configuración y que, además, poseían los medios técnicos necesarios para recorrerlo y observarlo desde grandes alturas.

Las series de piedras que el doctor Cabrera considera dedicadas a reproducir complejas intervenciones quirúrgicas confirman, en su opinión, esa gran superioridad técnica. Hay gran cantidad de dibujos que representan, en su interpretación, trasplantes de órganos (¡en algún caso de los hemisferios cerebrales!). El doctor Cabrera asegura que las piedras muestran diversas formas de anestesia (gas, acupuntura) y explican las avanzadas técnicas quirúrgicas de los hombres gliptolíticos. También les atribuye la autoría de tumis (figuras de oro en forma de hacha ritual, con incrustaciones de piedras preciosas, que se han encontrado en tumbas precolombinas) que informan, por ejemplo, sobre el ciclo menstrual femenino. Hay un tumi que, según el doctor Cabrera, forma parte de una serie sobre la patología quirúrgica del ovario.

Por ahora, las teorías del doctor Cabrera no han encontrado demasiado eco en la comunidad científica. Algunos de sus adversarios han llegado a asegurar que Basilio Uchuya, el huaquero que ha proporcionado la mayor parte de las piedras al doctor Cabrera., es el único artífice de las mismas; según esta teoría, Basilio las graba, untándolas después con betún de los zapatos y quemándolas para darles una falsa pátina de antigüedad. Esta ingeniosa teoría no tiene en cuenta la edad de Basilio ni el tiempo que requiere fabricar una de estas piedras. El huaquero podría haber hecho, en toda su vida, unas 10.000; ¡pero son ya cerca de 40.000 las que se han catalogado hasta ahora, y cientos de miles las que se suponen aún enterradas!

También es cierto que la aparición de cualquier grupo de objetos misteriosos representa un negocio potencial. Pero el doctor Cabrera se ha limitado a publicar sin grandes alardes los resultados de sus investigaciones. Además, su pequeño museo de la Plaza de Armas de Ica no recibe ni mucho menos la avalancha de visitantes que parecería merecer...

Por otra parte, se diría que Basilio prefiere mantener un velo de misterio sobre su hallazgo; no es de extrañar que lo haga, teniendo en cuenta la durísima legislación que afecta a los hallazgos arqueológicos: el humilde huaquero se vería privado inmediatamente de su ya no muy lucrativo modus vivendi.

No obstante, el doctor Cabrera no carece por completo de apoyo. El francés Chanoux, en su obra Enigma de los Andes, aseguraba que las piedras de Ica podrían ser "la biblioteca de los Atlantes que han existido hace 50 millones de años". El periodista español J. J. Benítez, en su libro Existió otra humanidad (Plaza y Janés, Barcelona, 1977), hablaba del hallazgo de dos cerros artificiales que recubrían un pavimento de piedras grabadas, en un lugar cercano a Palpa (Perú) hacia el cual parecen apuntar nada menos que las líneas de nazca

De todos modos, hasta que no se demuestre de forma fehaciente la autenticidad -y la antigüedad- de las piedras grabadas de Ica, no se podrá dar una opinión definitiva sobre su supuesto mensaje y sobre la interpretación que de sus imágenes ha hecho el doctor Cabrera. El tiempo y una investigación más rigurosa le darán la razón a él o a los arqueólogos convencionales, que tanto desconfían de sus piedras grabadas de la era terciaria.

martes, 28 de julio de 2009

Dioses llegados del cosmos: Extraterrestres del pasado

Los seres estelares, los carros con alas y las criaturas mitad hombre, mitad animal son tema de las leyendas y de la imaginería de todos los tiempos. Algunos consideran como un hecho histórico la visita de extraterrestres a nuestro planeta.

Según la Biblia, y tal como se enseña en el catecismo y en las escuelas dominicales de todo el mundo, somos descendientes de la primera pareja humana, Adán y Eva. Aunque en la actualidad son muy pocos los que creerían en esta historia al pie de la letra, es así como nos imaginamos el mito bíblico. Pero éste cuenta con un curiosa modificación textual, que normalmente no se comenta. El Génesis establece, de manera totalmente explícita,que fue agregada una segunda raza a la fusión de los genes humanos, un linaje que no era de este mundo, sino de "origen celestial". Inmediatamente antes de la descripción del Diluvio, en el capítulo 6 del Génesis, puede leerse: Y habiendo comenzado los hombres a multiplicarse sobre la Tierra, y engendrado hijas. Viendo los hijos de Dios las hijas de los hombres que eran hermosas, tomaron mujeres las que escogieron entre todas... Y había gigantes sobre la Tierra en aquellos días: porque después que los hijos de Dios entraron a las hijas de los hombres, y ellas tuvieron (los Nephilim, los "caídos"), éstos son los poderosos desde la antigüedad varones de fama.

Estos versos bíblicos difieren de modo sorprendente del resto de la narrativa en torno a la creación, y han planteado más de un problema a traductores y teólogos. Pero, ¿por qué estos "hijos de Dios" se entrometen en los asuntos terrestres, cuando se dice que Dios creó a Adán a su imagen y semejanza, como representante suyo en la tierra?

El episodio de los "hijos de Dios" tiene la apariencia de un resto fósil de paganismo, que se había pasado por alto en las cuidadosas ediciones de generaciones enteras de devotos escribas judíos. Si se tratara de un ejemplo aislado, podría tranquilamente presentarse como un problema de exégesis bíblica. Pero no sólo en este oscuro versículo de la Biblia puede hallarse constancia de la misma extraña creencia en un período pasado, en el que seres provenientes del "cielo" habrían descendido a escoger sus esposas de entre los humanos. También está presente, por ejemplo, en los mitos griegos que relatan las aventuras amorosas de sus dioses; en la época clásica, cualquier noble griego que se preciara trataba de hacer remontar su ascendencia hasta uno u otro de los dioses del Olimpo.

Este tipo de aventuras amorosas entre mortales y seres de otros mundos aparecen con frecuencia en el folklore de los indios norteamericanos. Los indios thompson de la Columbia Británica cuentan cómo una vez una mujer casada fue capturada por "gente del cielo". Furiosas, todas las criaturas de la tierra emprendieron una guerra en vano contra los poderosos "hombres del cielo". Para llegar al cielo, la "gente de la tierra" construyó un endeble armazón que se desmoronó en cuanto "los del cielo" comenzaron a tomar represalias. Muchos murieron en la empresa, y se extinguieron enormes cantidades de especies animales. La versión de los indios quinalt de Washington refiere que los agresores llegaron del "país del cielo, donde están las estrellas".

No siempre tales uniones concluían en tragedia. Los maoríes atribuyen indirectamente el origen de su civilización a un asunto amoroso ilícito entre la hija de un jefe y un príncipe del "país del cielo". El intruso fue atrapado por el jefe maorí, pero luego aceptado como yerno. Una delegación maorí obtuvo permiso para visitar el "país del cielo", donde fueron instruidos en valiosas artes por los seres superiores que allí habitaban. Relatos similares acerca de los tiempos en que se establecían relaciones íntimas entre seres del cielo y seres humanos figuran también en culturas muy distantes entre si. Los indios machiguenga de la jungla peruana narran que "gente de los cielos bajó a la tierra por un camino resplandeciente en el firmamento". Un mito japonés afirma que el acceso a la Tierra lo proporcionaba entonces una especie de puente, que permitía a los dioses hacer frecuentes visitas.

Preguntas sin respuesta

¿Cómo, entonces, hemos de interpretar estas curiosas -y a veces ridículas- leyendas? La antropología ortodoxa no ofrece una respuesta standard para tales historias, en las que salta a la vista el nexo con lo que actualmente se denomina "fenómenos paranormales". Algunas de las leyendas traen a la mente las historias de secuestros (o abducciones) efectuados por OVNIS en nuestros días. Y debería subrayarse que una parte de los llamados "encuentros con OVNIS" incluyen algún tipo de trato sexual con los extraterrestres.

¿No se tratará, tal vez, de alguna misteriosa cualidad de la psiquis humana, que fuerza a pueblos muy distantes a desarrollar fantasías similares alrededor de una creencia en seres inteligentes superiores al hombre? La respuesta alternativa -que estos relatos sean vestigios de algún tipo de contacto histórico entre el hombre y seres extraterrestres- resulta difícil de aceptar. Sin embargo, esta posibilidad ha sido discutida por un gran número de teóricos, cuyos razonamientos no deben ser descartados tan a la ligera.

Uno de los intentos serios de penetrar esta maraña de mito y creencias sobre los "hijos de los Dioses" fue efectuado por Tom Lethbridge, uno de los personajes más pintorescos de la arqueología inglesa hasta su muerte en 1971. En 1957 había renunciado indignado a su puesto de conservador de antigüedades anglosajonas en el Museo Arqueológico de Cambridge. Durante años había vivido malhumorado por la falta de imaginación de la mayoría de los arqueólogos, y la gota que colmó el vaso llegó cuando muchos de sus colegas rechazaron de plano su afirmación de que había gigantescas figuras de tiza que representaban dioses y símbolos astrales enterradas bajo el césped de Wandlebury Camp, en Cambridgeshire. Se renovó en Lethbridge un viejo interés por la rabdomancia, para el cual hubo de desarrollar técnicas refinadas, que aplicó luego con éxito a su investigación arqueológica. Sus estudios y escritos se ampliaron hasta incluir fenómenos extrasensoriales (PEs) y otros problemas parapsicológicos, y culminó sus trabajos con un polémico ensayo, The legend of the Sons of God (La leyenda de los hijos de Dios).

Lethbridge supo apreciar la dimensión del problema, que a su vez afecta a cuestiones fundamentales: ¿qué eran los dioses? ¿Por qué desde siempre la mayor parte de la humanidad ha creído que existían seres semejantes? por cierto, sus colegas académicos supieron darle abundantes explicaciones en los términos de sus propias teorías favoritas, pero la "leyenda de los hijos de Dios" parecía desafiar todo análisis: "¿Cómo encuadrar estas leyendas en cualquiera de los ismos conocidos? -preguntaba Lethbridge-. No se trata de totemismo, ni de antropomorfismo ni de nada por el estilo. Hay que aceptar como una realidad definitiva el hecho de que una raza conocida como los hijos de Dios emparentó con otra conocida como las hijas de los hombres."

"Asombrosas máquinas voladoras"

Lethbridge se basó en otras evidencias mitológicas acerca de los vehículos empleados por los antiguos "dioses". Elías había sido remolcado hasta el cielo en un carro de fuego; los dioses griegos del Olimpo viajaban en vehículos aéreos. Lethbridge aclaró que no se trataba solamente de un producto de la imaginación griega, "pues existían también leyendas hindúes sobre personajes divinos poseedores de asombrosas máquinas voladoras y armas destructivas. Para Lethbridge resultaba obvia la semejanza entre tales vehículos y los OVNIS de los tiempos modernos, y eso le condujo a una inevitable conclusión con respecto a la naturaleza de los "hijos de Dios". Con cierta perplejidad se atrevió a sugerir que esos mitos eran recuerdos de visitas extraterrestres y que, posiblemente, "hace cinco mil años o más" llegaron a la Tierra seres de otro mundo y elevaron a la humanidad uno o dos peldaños en la escala de la civilización mediante contactos y entrecruzamiento racial.

Tales ideas no eran nuevas, por supuesto, aunque Lethbridge llegara a ellas de manera independiente. En 1968, cuando estaba a punto de completar su manuscrito, apareció "Chariots of the gods" (Recuerdos del futuro), del suizo Erich von Daniken. Varios escritos habían abordado el tema de los "antiguos astronautas" mucho antes de que el libro de Von Daniken inteligentemente autopromocionado, le hiciera aparecer como un descubridor. Ya en el siglo XIX la ocultista Helena Blavatsky había afirmado que la civilización, y acaso la humanidad misma, se había originado en otro planeta. Y las pruebas antropológicas y mitológicas utilizadas por Von Dániken habían sido cuidadosamente coleccionadas por un gran número de investigadores, especialmente por los franceses Louis Pauwels y Jacques Bergier, los ingleses Raymond Drake, John Michelí y Brinsley Le Poer Trench (lord Clancarty, que hizo celebrar un debate sobre el tema OVNIS en la Cámara de los Lores en 1979) y el español Andreas Faber-Kaiser, autor de Sacerdotes o cosmonautas (Barcelona, Plaza y Janés, 1974).

Este grupo de escritores ha acumulado tal cantidad de pruebas (de calidad irregular), extraídas de tradiciones y creencias de todo el mundo, que su conjunto constituye un intrigante cuadro para afirmar la intervención extraterrestre en la historia del hombre. Las más convincentes de todas estas pruebas son las que hacen referencia a los omnipresentes mitos de los "héroes culturales", de misterioso origen, quienes al parecer enseñaron al hombre todas las artes de la civilización.

Muchas de estas leyendas sobre un "héroe cultural" parecen confirmar sorprendentemente la teoría de los "astronautas antiguos". Los pueblos de Babilonia conservaban historias acerca de una raza de seres con cola de pez que cada día salían del golfo Pérsico para enseñar a sus antepasados todas las artes y ciencias. Tales leyendas tienen un paralelo en el mito griego de los dioses anfibios llamados Telquinos, difusores de las técnicas metalúrgicas. La tribu de los Dogon, en Africa occidental, refiere que una parecida especie de seres-pez descendió de los cielos en un vehículo que, al girar, producía un ruido atronador. Los Dogon atribuyen el origen de su civilización a estos seres, llamados Nommos, y las tradiciones que se refieren a la estrella invisible Sirio B (cuna de los Nommo) presentan una exactitud alarmante, con lo que el "enigma de Sirio" se ha convertido en uno de los argumentos de más peso para la existencia de contactos extraterrestres en el pasado. Los aborígenes australianos atribuyen la creación y el ordenamiento del mundo a unos seres conocidos por el nombre de Wondjina. Se conservan pinturas rupestres de los Wondjina, y los indígenas australianos creen que habitan en misteriosos puntos luminosos del cielo -a los que los australianos blancos llaman OVNIS.

Los portadores de cultura que protagonizan estos mitos aparecen como muy posibles "extraterrestres", especialmente cuando se les asocia con vehículos volantes. Al igual que los primitivos galeses, los griegos creían que la agricultura fue enseñada al hombre, y no descubierta por él. La diosa Deméter envió a su protegido Triptolemo alrededor del mundo en un carro volador con ruedas aladas, tirado por dragones, para que distribuyera el grano y enseñara la agricultura y la fabricación del pan a todos los hombres. Algunas pinturas en vasos lo presentan sentado en un carro de dos ruedas, adornado con alas y serpientes. Automáticamente, uno se siente inclinado a recordar la famosa visión del profeta Ezequiel, esa "visión de Dios" que ocupa un lugar privilegiado en los textos sobre "astronautas antiguos". Sentado junto al río Chebar en Babilonia, Ezequiel vio a lo lejos un "torbellino" que se aproximaba; el torbellino se convirtió en una nube de fuego que luego aterrizó con gran estruendo. Así se vio frente a un vehículo deslumbrante que le parecía estar compuesto de ruedas, alas y criaturas vivientes. También llevaba un trono, sobre el cual iba sentada una "forma de aspecto humano". La semejanza con el carro alado de Triptolemo no puede ser puramente accidental (una moneda judía que data del siglo IV a.C. muestra a Jehová sentado sobre un vehículo parecido al del mito griego).

Pero la mitología hindú es seguramente la más apropiada para todos los que creen en la intervención extraterrestre. Sus pintorescos relatos incluyen casi todos los elementos esenciales de las otras leyendas sobre "los hijos de Dios". Dioses y semidioses descienden del cielo, difunden el conocimiento y toman mujeres mortales por esposas. Estos seres vuelan sobre extraños animales o en magníficos vehículos que superan la velocidad del viento. Las epopeyas de la India describen batallas aéreas con "misiles" semejantes al rayo, capaces de destruir los sembrados y convertirlos en tierra yerma. Una de tales armas contiene el Poder del Universo y desprende "un humo más brillante que diez mil soles". según ciertos escritores como Raymond Drake y Erich von Daniken, todo lo que hay que hacer es leer "extraterrestres" cada vez que aparece la palabra "dioses", y las leyendas hindúes se nos revelarán como un verdadero relato de las andanzas de antiguos astronautas al estilo de La guerra de las galaxias.

Mientras los escritores especializados en el tema de los antiguos astronautas acumulan historia sobre historia acerca de dioses celestiales, héroes culturales, carros voladores y cosas semejantes, la idea de que los extraterrestres estuvieron presentes en la historia del hombre comienza a parecer como una explicación casi natural. El tema es lo suficientemente intrigante como para originar una demanda de pruebas "más convincentes"; o, en todo caso, una refutación definitiva. Debemos ir con cuidado al tratar de explicar un misterio (la leyenda de los "hijos de los dioses") mediante otro misterio (la vida extraterrestre). El elemento mitológico por sí solo es meramente sugestivo, una posible señal para abordar una zona inexplorada de la historia de la humanidad. Las leyendas de Homero encontraron su justificación muchos siglos después, cuando el arqueólogo Schliemann descubrió las ruinas de Troya y de Micenas; pero, ¿han encontrado los "dioses del espacio" a su Schliemann?

lunes, 27 de julio de 2009

Maravillas de la antiguedad: Monumentos extraterrestres

Quienes creen que los extraterrestres visitaron la Tierra hace muchos siglos consideran las maravillas de la Antigüedad como pruebas de sus hazañas. Pero los pueblos antiguos ¿eran incapaces de construirlas?

Aunque la mayor parte del trabajo arqueológico se ocupa de las baratijas y ruinas que dejaron las sociedades antiguas, de vez en cuando aparecen objetos que sobrepasan todas las estimaciones que hasta el momento se habían hecho de la capacidad técnica de una cultura antigua. Durante los años setenta, un equipo de arqueólogos que trabajaba en unas excavaciones de Bulgaria hicieron una serie de asombrosos descubrimientos acerca de la cultura neolítica de Karanovo, que floreció allí alrededor del año 4500 a.C. Los hallazgos pertenecen a una época en que, se pensaba, el hombre casi no conocía la metalurgia; sin embargo, las tumbas de Karanovo revelaron un sorprendente tesoro de armas y joyas de oro y cobre maravillosamente realizadas. Descubrimientos de esta clase obligan lenta pero continuamente a los arqueólogos a revisar sus ideas acerca de los conocimientos técnicos del hombre antiguo.

Egipto ha producido más maravillas científicas, con frecuencia de gran antigüedad, que cualquier otra región. Los antiguos egipcios poseían conocimientos avanzados de medicina y cirugía. Sabían los suficiente como para emplear anticonceptivos de miel y resina de acacia (un eficaz espermicida) y se ha afirmado que conocían el uso de la penicilina. Un modelo de planeador de madera que data del año 200 A.C., aproximadamente, hallado en Saqqara, demuestra por lo menos una comprensión básica de los principios de la aerodinámica. Y la Gran Pirámide, construida alrededor del año 2600 A.C., asombra hasta al hombre del siglo XX por su enorme tamaño y su perfección arquitectónica.

Muchos escritores han insistido en que la Gran Pirámide de Keops, en Gizeh, no podría ser construida ni siquiera con los conocimientos científicos y la maquinaria actuales. Uno de ellos, Erich von Däniken, afirma sin rodeos en Recuerdos del futuro (Chariots of the gods): "Hoy, en el siglo veinte, ningún arquitecto podría construir una copia de la pirámide de Keops, aunque los recursos técnicos de todos los continentes estuvieran a su disposición." Las implicaciones de semejante afirmación son obvias; si nosotros no podemos construirlas, ¿cómo pudieron hacerlo los antiguos egipcios, con su técnica primitiva y sus sencillas herramientas? ¿Acaso los "ayudó" alguna inteligencia extraterrestre?

Von Däniken y otros defensores de la teoría de los "astronautas antiguos" sacan conclusiones similares de muchas de las maravillas arquitectónicas del mundo antiguo. Otra estructura misteriosa que se cita con frecuencia es el gran complejo de piedra de Tiahuanaco, cerca del lago Titicaca, en el altiplano de Bolivia. A estas hazañas arquitectónicas hay que añadir una lista creciente de "anomalías antiguas" de carácter técnico, por ejemplo, las enigmáticas piedras grabadas de Ica, en Perú. Si se las considera en su conjunto, sugieren que buena parte de los conocimientos avanzados que creemos propios de nuestro mundo moderno estaban disponibles hace cientos o miles de años. Si tomamos en cuenta también los mitos de los "dioses" que enseñaron las artes y las ciencias al hombre, la posibilidad de una intervención extraterrestre en la historia primitiva casi parece plausible.

Pero, ¿constituye la hipótesis extraterrestre una buena explicación de las antiguas "anomalías" técnicas? Desgraciadamente, los escritores como Von Däniken suelen exagerar y distorsionar las pruebas. Y, para demostrar que la ayuda extraterrestre fue necesaria, Von Däniken tuvo que intentar desacreditar a los egipcios, al sugerir que carecían de los recursos necesarios para una empresa tan importante como la construcción de la Gran Pirámide.

Casi todas las etapas del razonamiento de Von Däniken se apoyan en una interpretación errónea de los hechos. El hecho es que el nombre del faraón Keops (o Khufu), recordado por generaciones posteriores como el cruel amo que ordenó la construcción de la Gran Pirámide, está grabado en algunos de los bloques de piedra que la componen. Su estructura es una extraordinaria hazaña, pero los egipcios eran, sin duda, maestros de las matemáticas, la arquitectura, la albañilería y -sobre todo- la organización. Las docenas de pirámides construidas a lo largo del valle del Nilo, aunque sean menores que la de Keops (que mide 137 m), atestiguan que los egipcios pudieron llevar a cabo aquella hazaña.

Una impresión falsa

La pirámide de Keops y otras "anomalías antiguas" sólo pueden considerarse construcciones extraterrestres a expensas de los pueblos de la Antigüedad. Al descalificar sus mayores hazañas como "pruebas" de la intervención extraterrestre, Von Däniken crea una falsa impresión que resulta insultante para antiguas culturas tan sofisticadas como las de los egipcios, mayas, hindúes y babilonios.

Los hallazgos arqueológicos, con tanta frecuencia fragmentarios, son demasiado limitados para reconstruir el verdadero potencial de los conocimientos y la destreza de los pueblos antiguos. No nos gustaría que nos juzgaran por los envases de refrescos, que durarán mucho más que los libros que describen nuestros sistemas de educación, las ideas de filósofos y santos, los conocimientos médicos y la capacidad matemática y científica que nos ha permitido llegar a los planetas más próximos. Ni nos gustaría pensar que un arqueólogo del futuro atribuyera los restos de una radio, preservada por casualidad, a una inteligencia extraterrestre. Pero así es como trata Von Däniken a las pruebas que indican que el hombre antiguo pudo haber usado técnicas avanzadas.

Los teóricos de los astronautas antiguos, aunque afirman carecer de prejuicios y ser perspicaces, son en realidad víctimas de una visión muy angosta de las cosas; consideran nuestra era como el momento más importante de la historia, un punto focal para la evaluación de todos los demás períodos. Libros como Recuerdos del futuro generan entusiasmo por los conocimientos científicos de la edad espacial. Von Däniken escribió su primer libro para un público entusiasmado por el programa Apolo, que culminó en 1969 con el primer alunizaje tripulado: la prueba de que los viajes interplanetarios eran posibles. Von Däniken ve la historia en términos de un desarrollo que arranca de nuestros antecesores "primitivos" y llega a la tecnología de la edad espacial. Busca con empeño trajes espaciales, gafas submarinas. módulos lunares y otros rastros de tecnología espacial en el arte antiguo, como si seres capaces de atravesar las inmensas distancias del espacio fueron a usar el equipamiento primitivo que nosotros necesitamos para llegar a la Luna. Muchas habilidades y técnicas que florecieron en el pasado han sido olvidadas, y muchos pretendidos descubrimientos son simples redescubrimientos de conocimientos que habían sido olvidados o destruidos por obra de la naturaleza o del hombre mismo. Deberíamos evitar el error, demasiado fácil, de pensar que los hombres de ciencia actuales son los únicos capaces de crear técnicas avanzadas.

La interpretación que hace de la mitología la escuela de los astronautas antiguos falla a causa de esta visión estrecha de la historia. Compara mitos de carros voladores y dioses que bajan de los cielos con los conceptos actuales de vuelos por el espacio e inteligencias extraterrestres. Se nos pide que demos un salto hacia atrás en el tiempo, con la imagen del astronauta moderno, hasta el mundo de los dioses griegos y egipcios. Pero, ¿y los siglos intermedios? Los "dioses del espacio" ¿desaparecieron súbitamente de la mitología? Un hecho que Von Däniken ignora es que no fue así. Todos los temas de las "leyendas de los hijos de Dios" que se arguyen para defender la realidad de la intervención extraterrestre en la antigüedad continúan apareciendo después, no sólo en las narraciones que reúnen los antropólogos, sino en las abundantes tradiciones de hadas de la Europa medieval y postmedieval. También éstas hablan de la aparición de deidades sobrenaturales en misteriosos objetos voladores, de secuestros de seres humanos conducidos a mundos remotos, y de conocimientos superiores que esos extraños visitantes, generalmente benévolos, enseñaban a algunos elegidos en forma de artes y habilidades nuevos.

Una leyenda que suelen citar los defensores de los astronautas antiguos es la historia de los indios norteamericanos sobre las aventuras de Algon o Wampee: Wampee estaba cazando un día cuando llegó a una depresión circular en un valle de ricos pastos. Oyó a lo lejos una música, levantó la vista y vio una mancha en el cielo; la mancha se acercó cada vez más y resultó ser un cesto que se posó en tierra en el círculo marcado en la hierba. Del cesto bajaron doce hermosas doncellas. Cuando comenzaron a danzar, Wampee, poseído por la pasión, corrió hacia el claro, pero, en cuanto ellas le vieron recomenzaron su canción y el cesto las volvió a llevar al cielo. Wampee volvió al claro con frecuencia y un día logró capturar a una de las doncellas, haciéndola su mujer. Ella le dio un hijo, pero sentía nostalgia, así que tejió un cesto circular y voló en él con su hijo. Nunca volvió a ser vista.

¿Será este mito el recuerdo de un antiguo contacto con extraterrestres, pese a su parecido con las historias de encuentros con duendes, de los que se ha hablado incluso en este siglo en los rincones más remotos de algunos países europeos?

De hecho, si comparamos los mitos que, supuestamente, describen visitas extraterrestres, las historias de hadas medievales y modernas, y las versiones más exóticas de contactos con OVNIS, nos daremos cuenta de que, ciertamente, forman parte de un mismo fenómeno. En la actualidad viven muchas personas que afirman haber "visto" el mundo de las hadas o haber viajado en un platillo volante. Aunque probablemente, tuvieron alguna clase de experiencia, pocos aceptarían sus relatos literalmente. Sin embargo, Von Däniken sí acepta sin rechistar un antiguo mito acerca de un romance entre un mortal y una diosa y lo presenta como "prueba" de que algunos extraterrestres manipularon genéticamente la evolución humana. Aunque menciona las observaciones de OVNIS, Von Däniken ignora las curiosas historias de contactos con OVNIS y los cuentos de hadas medievales. Pero los mitos de "dioses del espacio" que emplea como prueba guardan un asombroso parecido con antiguos contactos con OVNIS. Los cuentos de hadas medievales constituyen un "eslabón perdido" vital que llena la laguna entre las dos clases de historias. Los "hombrecillos verdes" de la moderna mitología OVNI corresponden, sin ninguna duda, a los elfos del folklore celta.

Durante muchos años se habló de los fenómenos OVNI en términos de vehículos extraterrestres, interpretación que está perdiendo fuerza. Aunque muchas observaciones de 0VNIS pueden ser de "aparatos" de algún tipo, esta teoría no explica las historias de contactos, fenómeno que parece ser por lo menos parcialmente mental. Tal como Von Däniken ve el arte antiguo en términos de trajes espaciales y módulos lunares, el observador del "aterrizaje de un OVNI" parece interpretar la experiencia a través de sus propios parámetros culturales y "ve" un carro ardiente, una nave de hadas o un módulo espacial según la época en que vive. Existen demasiadas historias de esta clase para dudar de la realidad del fenómeno -ya pertenezca al reino psicológico o al físico, en zonas que normalmente no suelen estar a nuestro alcance- Posiblemente participa de ambos, pero la interpretación en términos de cohetes o de alas transparentes es, ciertamente, una creación subjetiva del observador.

El intento de entender el mecanismo psicológico que existe detrás del amplio abanico de historias de los contactos del hombre con "otros seres" es una tarea menos fácil y quizás menos satisfactoria que las agradecidas teorías de los "hombres del espacio" en la línea de los astronautas antiguos; pero probablemente nos dirá más acerca de la mente humana y sus intentos de adaptarse a lo desconocido. En vez de obligar a los antiguos dioses a meterse en los trajes espaciales de los "astronautas antiguos", deberíamos recurrir a la mitología y al folklore para obtener una visión más amplia de las historias modernas de encuentros con seres "extraterrestres".

viernes, 24 de julio de 2009

Rompecabezas del pasado: ¿De donde salieron tantos objetos modernos?

Utilizaron los incas de Perú bulldozers para construir sus ciudades? ¿Inventaron los antiguos egipcios la televisión? Explorar la antigua tecnología depara grandes sorpresas.

Uno de los antiguos artefactos cuya función ha sido reinterpretada por autores contemporáneos es una pequeña figura que fue clasificada como un jaguar de juguete cuando fue encontrada en Panamá hacia los años veinte. Sin embargo, si consideramos la sugerencia de que esta figura es en realidad una máquina excavadora, como nuestros actuales bulldozers, entonces el objeto adopta una apariencia diferente. A pesar de la antigüedad del modelo, los curiosos apéndices triangulares empiezan a parecernos ahora palas de brazos mecánicos. Las ruedas dentadas que están montadas sobre la cola del modelo parece como si fueran a engranarse con cadenas o correas.

A pesar de todas estas conjeturas, los escépticos señalan que la construcción de una excavadora de tamaño normal exigiría unos considerables recursos tecnológicos -para fundir el hierro, por ejemplo, y para fabricar las piezas grandes de la máquina- de los cuales no se ha encontrado absolutamente ninguna prueba.

Los autores que hablan acerca de este invento no dudan en conectarlo con hazañas tan prodigiosas como la construcción de la ciudad "perdida" de Machu Picchu, edificada a 2.100 metros sobre el nivel del mar en los Andes peruanos. Afirman también que seguramente fue necesaria una maquinaria considerable para mover las grandes cantidades de tierra y de piedra precisas para la construcción de dicha ciudad. Pero este argumento tampoco parece tener mucha solidez: es bastante probable que estas grandes proezas no requieran más que una gran fuerza física.

Otra identificación más fantasiosa se ha llevado a cabo al descifrar un grabado en la pared del templo egipcio de Dendera, fechado entre los años 300 y 30 a.C., y dedicado a la diosa Hathor. Según el periodista norteamericano René Noorbergen, una "caja" que hay en el dibujo contiene una imagen de la cabeza de Horus, dios solar y símbolo de la energía divina. La cabeza sostiene un disco en forma de Sol, lo cual "identifica la caja con la fuente de energía". Un "cable" eléctrico conecta la caja con dos objetos que, según afirma Noorbergen, son tubos de rayos catódicos, dispositivos que, según se ha creído hasta ahora, fueron inventados a finales del siglo XIX y constituyen los precursores del tubo de televisión. Un tubo de rayo catódico contiene un espacio vacío, y, cuando está funcionando, una lluvia de electrones corre a lo largo del mismo, desde un cátodo caliente, o un polo eléctrico negativo, hasta un ánodo, o un polo positivo en forma de pantalla fluorescente situado en el otro extremo del tubo. Noorbergen afirma que el "cable" del grabado de la pared se dirige hacia un cátodo en cada uno de los supuestos tubos. En cada tubo hay una serpiente que se extiende a lo largo de cada cátodo y que representa la corriente de electrones (parece ser que Noorbergen no aprecia ningún ánodo, o polo positivo, que sería indispensable en un tubo de tales características).

El mandril y el cuchillo

Una de las serpientes está situada a lo largo de todo el tubo. La cabeza de la otra serpiente está doblada hacia un lado -apartada de la figura de un mandril sosteniendo un cuchillo. Noorbergen sostiene que esto muestra cómo un haz de electrones es desviado por un objeto cargado eléctricamente (el cuchillo). Así pues, el dibujo hace una demostración de las propiedades de los electrones.

Las serpientes simbolizan haces de electrones; el disco en forma de Sol simboliza un generador eléctrico; pero, ¿qué simboliza el mandril? Noorbergen da aquí muestras de escasa imaginación y se atreve a afirmar que, para llevar a cabo el experimento, se amaestró a un verdadero mandril.

La tesis de Noorbergen es, en opinión de mucha gente, un tanto inverosímil. El astrónomo Carl Sagan se burla de aquellas personas que se afanan en encontrar proyectos de ingeniería en obras de arte a las que generalmente se atribuye un significado meramente ceremonial o religioso. El mismo ha observado algo que se asemeja a un vehículo anfibio en las esculturas del Templo del Sol en Teotihuacán, en México. Sin embargo, no ha pensado ni por un momento que pueda representar otra cosa que el dios de la lluvia, tal y como afirman los arqueólogos. Y no es que resulte extraño hallar un vehículo anfibio en aquella sociedad, pero sí es demasiado prosaico, demasiado parecido a los vehículos corrientes que encontramos en nuestro propio siglo. Tales interpretaciones son sospechosas porque convierten a la gente del pasado en seres demasiado parecidos a nosotros. Sagan dice acertadamente que "estos artefactos son, de hecho, tests de proyección psicológica. La gente ve en ellos lo que desea ver".

Conviene recordar lo misteriosas que son las costumbres de las culturas desconocidas, la gran importancia atribuida a actividades que nosotros no podemos explicar y el enorme trabajo dedicado a ellas. Esparcidos por los bosques de Costa Rica encontramos ejemplos sorprendentes.

Cuando la zona de Diquís estaba siendo despejada para realizar plantaciones hacia los años treinta, los trabajadores vieron interrumpida su labor por cientos de piedras esparcidas por el suelo del bosque, que parecían haber sido alisadas artificialmente. Las más grandes tenían aproximadamente unos dos metros y medio de diámetro y constituían esferas casi perfectas. Las piedras, originariamente de forma irregular, eran pulidas con piedras más pequeñas y con arena mojada que actuaba como medio abrasivo. Su forma debía de comprobarse constantemente por medio de unas plantillas exactas recortadas. Todo este proceso requería sin duda un trabajo paciente por parte de un gran número de personas y durante un largo período de tiempo.

Después, las piedras -algunas de las cuales pesaban 16 toneladas- tenían que ser arrastradas desde el lugar de donde habían sido extraídas (posiblemente en la desembocadura del río Diquís), hasta sus lugares de destino, quizá a 48 kilómetros de distancia. A menudo eran colocadas en grupos o en líneas rectas o curvas. Algunas han sido halladas encima de tumbas humanas. Sin embargo, se desconoce por completo el propósito de este enorme esfuerzo. Algunos especulan que las piedras representan el Sol, la Luna u otros cuerpos celestes; otros piensan que son símbolos de la perfección.

Pistas contradictorias

No existe ninguna técnica para determinar la fecha en la cual las piedras fueron labradas. A veces surgen pistas, pero suelen ser contradictorias. Así pues, no sabemos quiénes fueron los constructores de las extrañas esferas, ni cuál fue su propósito.

También se necesitó de un enorme y paciente trabajo de pulido para esculpir las espléndidas facciones del cráneo de cuarzo de tamaño natural encontrado en Honduras Británica por el explorador británico F. A. Mitchell-Hedges en 1927. El la describe así:
La "Skull of Doom" (la Calavera de la Muerte, o del Juicio Final) está hecha de cristal de roca puro y, según los científicos tardó en ser construida unos 150 años. Generación tras generación, todos fueron trabajando durante todos los días de sus vidas frotando con arena un enorme bloque de cristal de roca hasta que apareció por fin la calavera perfecta... Se dice que cuando el sumo sacerdote de los mayas invocaba a la muerte con la ayuda de esta calavera, ésta invariablemente se presentaba. La calavera ha sido descrita como la personificación del mal.

Acaso algunas de estas afirmaciones las inventó el propio Mitchell-Hedges. Se ha conjeturado incluso que podría haber mandado fabricar la "Calavera de la Muerte" para hacerle un regalo a su hija el día de su cumpleaños. Fue ella precisamente quien la encontró debajo de un altar en la ciudad maya de Lubaantum el día en que cumplía 17 años.

Algunos de los detalles de la calavera se han considerado como increíblemente modernos y naturalistas. El crear unos objetos tan cuidadosamente modelados a partir de una sustancia tan extremadamente dura como el cuarzo requería sin duda una larga dedicación, a menos que los mayas tuvieran a su disposición unas técnicas que nosotros ignoramos que poseyeran. De hecho, a menudo se insinúa que los antiguos albañiles deben haber poseído instrumentos más eficaces para cortar que los que se han hallado. Así pues, quizás los escultores que trabajaban a una escala más pequeña no estaban, después de todo, condenados a pasarse años puliendo tal y como afirmaba Mitchell Hedges.

Se desconoce la función que desempeñaban las calaveras de cristal, aunque se ha sugerido que podrían haber desempeñado un papel primordial en los rituales más significativos de algunos templos. Pero tales conjeturas sólo sirven para enmascarar nuestra total ignorancia acerca de las motivaciones de los antiguos artesanos.

¿Como se construyó Sacsahuamán?

De entre las muchas maravillas que posee el Perú prehispánico, quizá la que ha suscitado más interrogantes sea la fortaleza de Sacsahuamán, que domina la ciudad de Cuzco, antigua capital incaica. Se trata de un vasto complejo de baluartes, casas, altares, anfiteatros y acueductos en gran parte destruido (sirvió de cantera para la construcción de la catedral de Cuzco y para numerosas casas coloniales), pero cuya grandiosidad sigue haciéndolo sobrecogedor y, en gran parte, inexplicable.

Sacsahuamán era en realidad un palacio, el palacio-templo del Sol, y constituía una de las principales residencias del inca. Sin embargo su excelente situación estratégica hizo que los españoles creyeran que se trataba de una fortaleza, y que esporádicamente los propios habitantes de Cuzco lo destinaran a este fin. Algunas leyendas atribuyen su fundación al propio Manco Cápac, el primer y mítico inca. Se ha calculado que en su construcción participaron más de 20.000 hombres.

Los datos que recogieron los cronistas en la época de esplendor del palacio contienen rasgos extremadamente curiosos e intrigantes. Al parecer, el torreón central, de 4 ó 5 pisos y forma cilíndrica, estaba totalmente recubierto de planchas de oro; además, a toda la construcción subyacían un verdadero laberinto de callejas y pasadizos subterráneos y un perfecto sistema de canalizaciones herméticas por las cuales llegaba el agua desde emplazamientos que permanecieron siempre secretos.

Pero no son éstas las características más impresionantes de Sacsahuamán; las supera, sin duda, su triple muralla megalítica en forma de zigzag, construida con enormes bloques de piedra caliza de hasta 130 kg de peso y más de 5 metros de altura. Estas cifras hablan ya de las dificultades que una empresa así debió de representar para una sociedad que no conocía la rueda; pero, además, la exactitud del ensamblamiento antisísmico de las piedras hizo que los cronistas, asombrados, atribuyeran a Sacsahuamán un origen sobrenatural.

Es evidente que ni siquiera el alto grado de organización social del imperio incaico puede explicar la construcción de esos baluartes, y mucho menos su misteriosa forma (tres serpientes paralelas). El cronista Pedro Sancho de la Hoz aseguró "que nadie que los vea no diría que hayan sido puestos allí por manos de hombres humanos, que son tan grandes como troncos de montañas".

jueves, 23 de julio de 2009

Tecnologí­a de las superrazas: Su ciencia superaba a la nuestra

Según algunos hallazgos insólitos en el mundo. ¿Habitaron seres humanos en las selvas que ahora nosotros vemos transformadas en carbón? ¿Cazaron dinosaurios?

Hacia 1880, en el estado de Colorado, Un ranchero salió a buscar carbón de un filón existente en la ladera de una colina. El cargamento que recogió procedía de un lugar situado a unos 45 metros de la boca del filón, y a unos 90 metros por debajo de la superficie. Al regresar a casa empezó a partir los trozos de carbón, y de uno de ellos saltó un dedal de hierro. O por lo menos, se parecía a un dedal, y en la localidad pronto fue conocido con el nombre de "dedal de Eva". Tenía las mismas muescas que tienen los dedales modernos. El metal se deshizo en migajas al ser manoseado por los vecinos curiosos, hasta que finalmente se perdió.

Aún admitiendo que los indios utilizaran dedales de hierro en siglos remotos, el misterio subsiste, ya que el carbón del cual procedía este objeto se formó entre el período cretácico y la era terciaria, hace unos 70 millones de años. Y según la opinión de los expertos, la humanidad no existía aún: lo más parecido a seres humanos eran unos pequeños mamíferos parecidos al lémur que vivían en los árboles.

La inteligencia humana aún no había aparecido, y por supuesto no cabe hablar de metalurgia del hierro.

En 1844, otro inexplicable artefacto de hierro era sometido a una investigación cuidadosa y detallada. Un bloque de piedra de 60 cm de largo, procedente de la cantera de Kingoodie, cerca de Dundee (Escocia), estaba siendo limpiado. Un clavo de hierro enmohecido fue hallado en el punto donde la piedra y la tierra se encontraban. El extremo puntiagudo del clavo se proyectaba poco más de un centímetro hacia la tierra, mientras que el resto reposaba sobre la superficie de la piedra, exceptuando los últimos 2,5 cm del extremo de la cabeza, clavados en ésta. Se estimó que el bloque se había formado hacía 60 millones de años.

De vez en cuando se han hallado objetos de decoración prisioneros en carbón o roca sólida. En 1852 fue dinamitada una masa rocosa en Dorchester (Massachusetts, Estados Unidos). Los obreros encontraron dos fragmentos de un objeto metálico entre los trozos de roca. Al juntarlos, formaron una vasija en forma de campana de 11 cm de alto por 16 cm de diámetro en la base. Parecía hecha de una aleación que contenía plata.

El escritor René Noorbergen cita casos de objetos en lugares incomprensibles: por ejemplo, en 1891 la señora S. W. Culp, de Illinois, estaba extrayendo carbón cuando un trozo se rompió revelando una cadena de oro, situada en una cavidad en forma de lazo.

Uno de los objetos anacrónicos más famosos es el conocido como "cubo de Salzburgo": en 1885, cuando un trabajador de una fundición de hierro de Austria estaba rompiendo trozos de carbón de Wolfsegg, halló un objeto de hierro de forma cúbica, aunque algo deformado. Noorbergen repite la descripción del objeto, que pronto fue muy conocido:
Los cantos de este extraño objeto fueron con anterioridad perfectamente rectos y definidos; cuatro de sus lados eran planos, mientras que los dos lados restantes, situados uno enfrente del otro, eran convexos. A media altura tenía una ranura bastante profunda.

En realidad, la forma del objeto, que se encuentra actualmente en un museo municipal cerca de la fundición donde fue hallado, no se parece en nada a un cubo: su única superficie plana es el resultado de una rodaja que le fue separada para ser analizada químicamente.

El análisis demostró que el metal no contiene níquel, cromo o cobalto, por lo que no puede tratarse de un meteorito, como se había pensado en un primer momento. Parece una especie de hierro forjado. La pregunta crucial es si realmente se formó en el seno de un trozo de carbón. Parece ser que el científico que investigó el cubo por primera vez y que sugirió que se trataba de un meteorito no intentó siquiera encontrar el trozo de carbón con la cavidad que había albergado al cubo. A falta de este dato decisivo, el cubo de Salzburgo recibió una publicidad del todo desproporcionada respecto a su valor intrínseco.

Existen otros varios relatos de objetos descubiertos en sitios inesperados. En 1967 se dijo que se habían encontrado huesos humanos en una vena de plata de una mina de Colorado. Una punta de flecha de cobre de diez cm de largo les acompañaba. Hubo acuerdo general en que el yacimiento de plata tenía millones de años y era, naturalmente, mucho más viejo que la humanidad.

La Creation Research Society (Sociedad de Investigación sobre la Creación), fundada en los Estados Unidos, se dedica por convicciones religiosas a derrumbar la teoría convencional de la evolución de las especies.

En 1976 un periódico publicó la descripción de una cuchara que fue encontrada en 1937 mezclada con carbón blando de Pennsylvania. La cuchara fue hallada en una masa de ceniza de color marrón resultante de la combustión de un trozo grande de carbón. Al remover las cenizas apareció la cuchara, que posiblemente pudiera ser una reliquia del mundo antediluviano.

Se podría sacar la misma conclusión de una viejísima muestra de algo que parece escritura, descrita en el American Journal of Science en 1831. Un bloque de mármol extraído de la tierra a una profundidad mínima de 18 m fue cortado en láminas. Uno de los cortes mostró una incisión de 4 por 1,5 cm: constaba de dos "letras" parecidas a la i y la u. La regularidad de las letras da la impresión de que se trata de dos caracteres grabados por mano humana y de alguna manera conservados a través de millones de años (durante los cuales se formó el mármol), mientras que todo rastro del edificio en que fueron grabadas, o de otros grabados adicionales, habría desaparecido.

Sin embargo el hallazgo más espectacular en este sentido es una calavera que se encuentra en la actualidad en el Museo de Historia Natural de Londres. Pertenece a un hombre de Neanderthal y fue hallado cerca de Broken Hill (Zambia) en 1921. En el lado izquierdo de la calavera hay un agujero redondo de bordes planos. La limpieza de la herida sugiere que fue causada por un proyectil de alta velocidad, como una bala. En el lado contrario a esta herida la calavera está destrozada como por acción del proyectil al salir del cráneo. Un experto forense berlinés dijo que el agujero era idéntico a las heridas de bala que tan a menudo encuentran hoy en día los hombres de su profesión. Sin embargo los restos fueron hallados a 18 m de profundidad. Era imposible que los procesos geológicos naturales la cubrieran a tal profundidad si la víctima hubiese muerto hace sólo unos siglos, cuando las armas de fuego llegaron por vez primera a Africa Central.

Este objeto enigmático no es único. La calavera de un uro (tipo de bisonte extinguido) que fue encontrada cerca del río Liena, en la URSS, presenta un agujero perfectamente redondo y pulido, parecido a una herida de bala. El uro vivió aún muchos años después de resultar herido. Estas calaveras sugieren la sorprendente posibilidad de que hace muchos milenios la agresividad humana tuviera a su disposición instrumentos más sofisticados que simples hachas de sílex.

Pero las técnicas de curación pudieron estar avanzadas en la misma proporción. Se sabe muy poco sobre la medicina prehistórica: todo lo que sabemos se reduce prácticamente a los testimonios de operaciones de cirugía en los huesos, y éstas evidencian que hace ya más de 4.000 años se llevaban a cabo operaciones cerebrales a corazón abierto.

Cerca del lago Sevan, en la Armenia Soviética, se han encontrado esqueletos de un pueblo llamado los jurits, al parecer del año 2000 a.C. En una de las calaveras de mujer se encontró un agujero de unos seis cm, consecuencia de una herida hecha en vida. Los cirujanos habían insertado un pequeño tapón de hueso de animal y la mujer sobrevivió. Su propio cráneo creció en parte alrededor del injerto.

Otra calavera jurit presentaba una herida más grande producida por un golpe. Los cirujanos cortaron una zona de la calavera alrededor de la herida para extraer las astillas del cerebro. Este paciente también sobrevivió. El profesor Andronik Jagharian, que estudió las calaveras, comentó: "Considerando la antigüedad de los instrumentos que tenían que utilizar los médicos, se puede afirmar que técnicamente eran superiores a los cirujanos actuales."

También se encontraron muestras de cirugía craneal y en las costillas en unos esqueletos procedentes de Asia Central estudiados en la Universidad de Ashjabad. Había muestras evidentes de que el tratamiento quirúrgico se había realizado a corazón abierto.

René Noorbergen, que cita estos casos, cree que son una prueba de que esta gente estaba en contacto con civilizaciones más avanzadas técnicamente. Puede ser que aprendieran a efectuar estas operaciones quirúrgicas o que confiaran el trabajo a misioneros. Según él, las civilizaciones de las que proceden los esqueletos citados eran incapaces de desarrollar estas técnicas por sí mismas. Noorbergen continúa con la descripción de unas figuras de piedra y unos grabados hallados en los Andes y muy anteriores a los Incas. Algunos de los grabados representan a víctimas de alguna enfermedad, y tienen signos de viruela, cáncer y artritis. Pudiera tratarse de modelos de estudio, o quizá tuvieran un objetivo meramente ritual.

Aunque no existe en los anales de la arqueología una evidencia irrevocable de la existencia de antiguas superrazas que pudieran haber sido la fuente de las técnicas quirúrgicas prehistóricas, el hecho no significa necesariamente su imposibilidad.

A menudo se ha dicho que las pruebas en forma de fósil en las cuales, confiadamente, se basa la teoría de que el hombre desciende del mono cabrían en una habitación grande. Unos pocos nuevos descubrimientos serian suficientes para derribar todo el edificio. En sus intentos de hacer precisamente esto, la Sociedad de Investigación sobre la Creación señala el ejemplo de unas pisadas fósiles que contradicen del todo la opinión ortodoxa.

Se supone que los dinosaurios se extinguieron hace unos 70 millones de años. Sin embargo, en el lecho del río Paluxy, en Texas, se encontraron huellas fósiles de dinosaurio junto a lo que parecen ser verdaderas huellas humanas, a pesar de su longitud (38 cm).

Tallar hachas de pedernal y cuchillos es un aspecto de la "técnica antigua" mucho más familiar para el estudiante académico. Sin embargo entre los miles de utensilios de sílex que se han encontrado desde que la arqueología se convirtió en disciplina científica figuran algunos objetos desconcertantes: los llamados "pedernales de pigmeo", hallados en Inglaterra, Sudáfrica, Australia y la India. Se trata de diminutos pedernales (unos seis mm) tallados en forma de taladros puntiagudos, raspadores y cuchillos, que denotan una gran habilidad artesanal.

El término "pedernal de pigmeo" es evocador, pero aunque esta raza africana es muy pequeña en comparación con la estatura media actual, no hay ninguna prueba de que los antiguos habitantes de Gran Bretaña tuviesen estatura de pigmeo, o de que fueran enanos o hadas. Por otro lado, ¿de qué utilidad podían ser estas minúsculas herramientas a alguien de estatura comparable a la nuestra?

miércoles, 22 de julio de 2009

Tecnologí­a de los dioses: ¿Cómo moví­an semejantes monolitos?

Analizando las construcciones antiguas nos preguntamos: ¿Fueron realmente primitivas las sociedades que erigieron monumentos como las estatuas de la isla de Pascua, las ciudades de piedra de los Andes y las pirámides de Egipto?

La hazaña técnica que hizo posible la construcción de las estructuras megalíticas europeas resulta admirable; tanto, que se ha querido atribuir repetidamente un origen sobrenatural a esta actividad de nuestros antecesores históricos. Sin embargo, es difícil responder a las cuestiones que suscita el megalitismo; por ejemplo, a la pregunta de René Noorbergen: "¿Será posible que la ciencia antediluviana (o lo que sobrevivía de ella en tiempos de Stonehenge) incluyera un método para vencer la ley de la gravedad?"

Indudablemente, el intento de reconstruir los métodos que usaban los constructores del pasado conlleva muchos riesgos. Existe el peligro de entusiasmarse con una técnica sin hacer verificaciones experimentales rigurosas, o de sacar conclusiones a partir de experimentos en pequeña escala. El explorador noruego Ihor Heyerdahl incurrió en parte en este error cuando intentó reproducir las hazañas de los constructores de estatuas de la isla de Pascua.

La isla de Pascua es un punto remoto en el océano Pacífico, la más oriental de las islas de Polinesia. La isla está cubierta de sus famosas y originales estatuas, con cabezas gigantescas y sin piernas. Se conocen unas 1.000, por lo menos. De ellas, algunas yacen aún en las canteras, de donde no fueron retiradas; otras están estropeadas y mutiladas; pero la mayoría se yerguen sobre la isla rocosa y estéril. Miden entre 4 y 5 metros, y muchas de ellas pesan 20 toneladas. ¿Cómo fueron trasladados estos monstruos pétreos hasta sus actuales emplazamientos?

Heyerdahl se había especializado en demostrar lo "indemostrable": él fue quien, con la expedición de la Kon-Tiki, realizó una travesía del Pacífico desde Perú a Polinesia con medios tecnológicos muy primitivos, y aclaró el posible parentesco entre el arte incaico y el polinesio. Posteriormente (en 1956), en el transcurso de sus trabajos en la isla de Pascua, intentó responder a esta otra pregunta. Organizó a una docena de habitantes de la isla para que trasladaran una estatua y la levantaran. Tardaron 18 días, pero al final lo lograron.

¿Dioses que andaban?

Esta hazaña fue justamente criticada, y se la considera una contribución poco relevante para resolver el enigma de la isla de Pascua. La cabeza que se trasladó era una de las más pequeñas (pesaba menos de 15 toneladas). Fue desplazada sólo unos 100 m. por un terreno liso y arenoso, y con la ayuda de sogas modernas. Esto tiene poco que ver con el viaje de 6,5 km que hizo la mayor de las estatuas de la isla, un gigante de 80 toneladas. Las estatuas tampoco sufrían daños cuando eran levantadas, mientras que el grupo de Heyerdahl estropeó la cabeza de la estatua que transportó.

Pero ni las teorías de los sabios cómodamente sentados en sus poltronas, ni los penosos experimentos llevados a cabo in situ por Heyerdahl y otros, logran desvanecer las dudas que emanan del impresionante paisaje de la isla de Pascua, ni la idea de que esos antiguos dioses (si eso es lo que eran) "anduvieron" hasta sus emplazamientos definitivos por medios que no logramos comprender, y allí quedaron petrificados.

Y hace falta aguzar aún más el ingenio para descubrir la forma en que fueron construidas las ciudades y fortalezas de los Andes. Tiahuanaco se halla a 4.000 m sobre el nivel del mar, una altitud que los visitantes sienten en sus pulmones si no han nacido en aquellas alturas. La ciudad, situada en el territorio actual de Bolivia, no está lejos del lago Titicaca. Nadie sabe con exactitud cuándo fue construida: quizá entre los años 200 y 600 de nuestra era; quizá antes; quizá después. Sus templos son macizos e impresionantes. Los bloques que los componen son enormes (algunos pesan 100 toneladas). Se han encontrado las canteras de donde provienen, y están a distancias que oscilan entre los 100 y los 200 km.

¿Esclavos y hombres libres?

No existe ninguna representación gráfica de los trabajos de construcción de Tiahuanaco. Parte de las piedras, por lo menos, fueron traídas a través del lago, durante la estación en que sus aguas crecen. Pero otras tienen que haber venido por tierra; quizá se construyeron rampas lubricadas con arcilla húmeda para hacer subir las piedras por las cuestas. La ciencia convencional sostiene que si éste no fue el sistema empleado, tuvo que ser otro parecido. Sabemos tan poco de la sociedad que construyó Tiahuanaco, que es posible suponer que grandes cantidades de esclavos u hombres libres pudieron haber tirado de los bloques.

Pero tampoco podemos criticar a la ligera a los teóricos menos convencionales cuando éstos descartan estas conjeturas y en cambio recuerdan las leyendas que los incas contaron a los españoles en el siglo XVI. Esas leyendas afirmaban que Tiahuanaco fue construida por seres barbados de piel blanca, dirigidos por el dios Tiki Viracocha. Thor Heyerdahl bautizó Kon-Tiki a su balsa porque creía que ese mismo pueblo se había hecho a la mar en dirección al oeste, para fundar la sociedad constructora de estatuas de la isla de Pascua. Así quedan vinculadas las habilidades casi mágicas de los pobladores de Pascua con la supertecnología de la que parecen dar fe las ruinas de Tiahuanaco.

Heyerdahl sostiene que los primeros colonizadores usaban balsas, y no cree en la posibilidad de una intervención extragaláctica. Erich von Daniken, en cambio, afirma que los seres de cuatro dedos que aparecen grabados en algunas piedras de Tiahuanaco son retratos de antepasados de cuatro dedos que llegaron desde el espacio. Para terminar con estas especulaciones, seria necesario que algún arqueólogo demostrara que las explicaciones convencionales son factibles organizando el transporte de un bloque de 100 toneladas por un terreno irregular (bosques y ríos incluidos) en una distancia de 160 km.

La única de las siete maravillas del mundo antiguo que sigue en pie, la gran pirámide de Gizeh, a unos kilómetros al sudoeste de El Cairo, ha sido objeto de especulaciones durante siglos. Fue construida en el siglo XXVI a.C. para el faraón Keops. Mide 137 m de altitud sobre el suelo de roca nivelada, y su base cubre un área de 5,2 ha. Se calcula que la pirámide está compuesta por 2.500.000 bloques de piedra arenisca, que pesan unos 6,5 millones de toneladas. Cuando estaba recién construida, la tumba real resplandecía de blancura, ya que estaba forrada de piedra caliza alisada; este recubrimiento fue objeto de pillaje hace mucho tiempo.

¿Cómo se levantó esa estructura? Escritores como René Noorbergen y Erich von Daniken afirman que 2 millones y medio de bloques, con un peso promedio de 2,5 toneladas, no pudieron ser transportados y manipulados por 100.000 hombres (cifra que proporciona el historiador griego Herodoto) durante los 22 años que duró el reinado de Keops. Siguiendo con las estadísticas, Noorbergen llega a la conclusión de que estamos hablando de un proyecto que requirió por lo menos un millón de personas, es decir, un tercio a la mitad de la población estimada de todo Egipto alrededor del año 2700 a.C.

Noorbergen también habla mucho de la cantidad de madera necesaria para construir las barcazas que traían los bloques por el Nilo desde lugares tan lejanos como Asuán (960 km), y para los deslizadores o rodillos con los que eran colocados en su posición. Asegura que "los matemáticos nos dicen que se hubiesen necesitado 26 millones de árboles para fabricar la cantidad necesaria de balsas y rodillos."

Sin embargo, no hay que perder de vista el hecho de que la mayor parte del núcleo de piedra arenisca de la gran pirámide fue extraído de canteras locales, de modo que no fue necesario traerlo desde tan lejos.

Aunque sumamente interesantes, los argumentos de Noorbergen no confirman en absoluto que las pirámides fueran anteriores al diluvio, ni que fueran construidas con una supertecnología actualmente perdida. De hecho, el desarrollo de las técnicas de construcción egipcias puede ser seguido a lo largo de los siglos.

Las hazañas de los antiguos maestros de obras pueden hacernos pensar que disponían de fuerzas enormes, de las que no sabemos nada: los talentos característicos de la raza humana (fuerza de voluntad, inteligencia, destreza y experiencia) no bastan para justificar ciertos hechos, como la existencia de baterías eléctricas de 1.500 años de antigüedad, o el hallazgo de artefactos de metal en lo más profundo de rocas antiguas. No hay duda que la tecnología antigua permanece en gran parte inexplicada.

martes, 21 de julio de 2009

Tractores de la prehistoria: ¿Nuestros antepasados usaban máquinas?

La idea que nos hemos hecho de la humanidad primitiva cae por su base cuando nos enfrentamos con algunas de sus creaciones.

¿Cómo considerar sólo como pura casualidad los hallazgos tecnológicos que les permitieron erigir los megalitos? La organización social y el sustrato religioso que subyacen a esas empresas nos hablan de una humanidad sabia, consciente y tenaz.

Uno de los grandes misterios de los monumentos megalíticos es el de su construcción. ¿Cómo levantaron aquellas civilizaciones primitivas del Neolítico y Eneolítico semejantes monumentos? La imaginación popular resolvió la incógnita apelando a seres sobrenaturales: dioses, gigantes, brujas o demonios. La legendaria intervención en la construcción de megalitos de los cíclopes, míticos gigantes de un solo ojo, dio origen a la denominación de "arquitectura ciclópea" que, inicialmente, se aplicó a las construcciones realizadas con grandes bloques de piedra sin desbastar. Más tarde, se acuñó el término "megalítico" para designar únicamente la categoría de monumentos que aquí tratamos, dólmenes y menhires, y el término ciclópeo se reservó para designar aquella arquitectura, algo posterior, que también utilizaba grandes bloques de piedra sin pulir, pero dispuestos en hiladas, una encima de la otra, para obtener una estructura más compleja que la de los megalitos. La naveta d'Es Tudons, en Menorca, o la muralla iberorromana de Tarragona (España), son dos buenos ejemplos de construcciones ciclópeas.

Evidentemente, suponía muchos menos problemas técnicos levantar un menhir que construir un dolmen. De todos modos, si tenemos en cuenta que algunos de estos menhires sobrepasan ampliamente los siete metros y su peso se acerca a las 100 toneladas, tendremos que reconocer que la operación, al menos en estos casos, tampoco debió de ser sencilla, y que era preciso una sofisticada técnica, así como una organización considerable, para llevarla a cabo. Pensemos, además, que en el Neolítico y Eneolítico los pueblos que vivían en la Europa occidental poseían un nivel de civilización bajo. Eran gentes que seguían practicando la caza, la pesca y la recolección de frutos y mariscos; la agricultura y el pastoreo todavía se hallaban en un estado poco avanzado. En la mayoría de los casos, sus habitaciones seguían siendo cuevas naturales, si bien ya comenzaban a levantar pequeñas chozas de piedra o de madera. El material más empleado para la obtención de la mayoría de sus herramientas seguía siendo la piedra, aunque en los últimos años del período Eneolítico empezó a utilizarse el bronce. Los recipientes de cerámica comenzaban a generalizarse en medio de los ya tradicionales de madera o de piel. En definitiva, el hombre de la Europa occidental estaba en plena fase de organización social y en posesión de una técnica, al parecer, no lo suficientemente evolucionada como para que le permitiese por sí mismo, sin influencia de otra cultura superior, abordar la compleja tarea de levantar los megalitos.

Para izar un gran menhir con la técnica más rudimentaria, y a falta de dioses o gigantes que cooperasen o de brujos capaces de lograr teleportaciones, haciendo que los enormes bloques de piedra se volvieran ingrávidos, hubo de ser imprescindible construir un plano inclinado y hacer subir el menhir por él a base de rodillos y fuerza bruta; una vez arriba, era preciso hacerlo bascular de tal forma que su extremo inferior fuese a caer en el agujero que había sido abierto al final del plano inclinado. Apuntado el menhir en el agujero, era cuestión de buscar su estabilidad a base de tirar de él hasta la posición adecuada, procurando que no se viniese abajo. Hecho esto, asegurar la verticalidad del menhir, llenando de tierra el agujero; era ya cosa fácil.

Pero, ¿cómo colocar el bloque de piedra sobre los rodillos? Y, ¿cómo evitar que los rodillos se clavasen en el suelo, bajo el enorme peso que soportaban? Para resolver el primer problema tenemos que echar mano de la palanca. Un sistema de palancas colocadas en los bordes del bloque y accionadas simultáneamente pudo haber permitido elevar el bloque lo suficiente como para deslizar debajo de él los rodillos. Otro método consistiría en desplazar lateralmente el bloque de piedra mediante las palancas hasta situarlo encima de los rodillos.

La segunda cuestión queda resuelta si suponemos la construcción de algún tipo de calzada resistente, a base de losas yuxtapuestas o de troncos de árbol dispuestos longitudinalmente, a modo de railes.

Si uno se imagina esta operación con una mole como la del gran menhir de Locmariaquer, de más de 20 metros de altura y un peso que supera las 300 toneladas, se dará cuenta de la tremenda dificultad que tal obra debió de entrañar, y del grado de organización con que debieron de contar los aproximadamente 3.000 hombres que probablemente intervinieron en la operación de poner en pie aquel coloso de piedra.

Por otra parte, la verticalidad de estos monumentos, y sobre todo la estabilidad de que han hecho gala ante el paso del tiempo, resistiendo el descarnamiento erosivo de su base, corrimientos de tierras y movimientos sísmicos, hacen sospechar que aquellos que levantaron los grandes menhires no desconocían el uso de la plomada. Para la construcción de los grandes dólmenes los trabajos debieron de ser todavía más complicados, pues entonces se trataba, además de clavar unos bloques en el suelo, de levantar otros hasta alturas a veces superiores a los tres metros y colocarlos encima de aquéllos.

La operación de levantar la losa de cobertura debió de realizarse elevando el bloque con ayuda de palancas dispuestas en los bordes y accionadas consecutivamente. El espacio de elevación obtenido se rellenaba con tierra o bien se nivelaba con entramados de madera superpuestos. Poco a poco, la losa iba ganando altura. Una vez se había alcanzado la elevación suficiente, el bloque se deslizaba por el talud de tierra aplanada o por la superficie del entramado hasta el lugar que le correspondiese. Su avance se llevaba a cabo mediante apalancamiento, esta vez aplicando la fuerza en obtener un desplazamiento lateral.

Este procedimiento que, seguramente, debía de dar buenos resultados con bloques de pequeño y mediano tamaño -inferiores a 40 toneladas- es posible que no sirviese para elevar grandes losas. En los casos en que el bloque de piedra podía llegar a sobrepasar las 100 toneladas de peso, el sistema de elevación por aplicación de palancas en los bordes debió de complementarse con el empleo de una rudimentaria cabria, con el objeto de multiplicar la fuerza ejercida por la palanca. Una vez elevada la piedra, se debía de colocar sobre rodillos y se deslizaba por una calzada resistente hasta su lugar en el megalito.

Bien, hasta aquí parece quedar resuelto el problema de la construcción de los megalitos, aunque a costa de un esfuerzo tremendo y una inversión de tiempo considerable. Pero al echar un vistazo a algunos de los monumentos descubiertos hasta ahora, se plantean de nuevo enigmas de difícil solución.

La hipótesis que supone la utilización de rodillos para desplazar los bloques se basa en la observación de que la mayoría de las losas utilizadas presentan una de sus caras los suficientemente alisada como para permitir el deslizamiento; sin embargo, se han encontrado dólmenes con enormes losas de cobertura ásperas por ambas caras, lo que descarta la rodadura de los rodillos. ¿Cómo se construyeron estos dólmenes? ¿Se aprovechó la plasticidad de la arcilla mojada, haciendo resbalar la losa, una vez elevada, por un talud enfangado?

Lo más frecuente, ante las enormes dificultades que debía de representar el transporte de los bloques de piedra, es que los monumentos megalíticos se encuentren en lugares próximos al sitio de extracción de los materiales. Sin embargo, no siempre es así y, en ocasiones, el monumento se encuentra a varios kilómetros de distancia de la cantera. Una losa del dolmen de falsa cúpula de El Soto (Huelva) fue transportada más de 38 kilómetros antes de ser colocada en el monumento. Aunque el caso más espectacular es el de las "piedras azules" (bluestones) de Stonehenge (Inglaterra); estos 24 bloques de piedra, con un peso total de más de 350 toneladas y que constituyen el segundo circulo del gran monumento, fueron extraídas de los montes Prescelly, en el País de Gales, e instaladas al norte de Salisbury, en un llano que dista 280 km del lugar de origen.

Y la cosa se complica más al descubrir en Pépieux (Francia), en la cima de un cerro, aislado y de laderas fuertemente inclinadas, la presencia de un dolmen con una losa de más de 30 toneladas de peso. ¿Cómo fue posible subir un bloque de piedra semejante hasta allí? Uno ya no puede evitar el pensar en dioses, gigantes o brujas.