lunes, 30 de junio de 2008

El Titanic: Secretos y Errores...

Muchas leyendas y misterios han surgido en torno a la tragedia del Titanic que, según sus constructores, "Ni Dios podía hundir".
Una de las muchas historias fantásticas en torno al desastre fue la de una presunta momia egipcia que iba en el barco, y cuya maldición produjo la tragedia. Otras historias se refieren a premoniciones acerca de la suerte del Titanic.
Entre ellas destaca el libro titulado "Futilidad", de Morgan Robertson, publicado en 1898, el cual surgió como producto de un sueño que tuvo el autor. En él narra el hundimiento de un barco de pasajeros llamado "Titán", al chocar contra un iceberg, en su viaje inaugural. Después de la catástrofe del Titanic, el libro se reeditó bajo el nombre de "El Naufragio del Titán". Las similitudes que describe Robertson en su novela en cuanto a la estructura y lujos del barco, a la cantidad de pasajeros, de botes salvavidas, al mes en que zarpó, la embestida del témpano a medianoche, etc., y lo sucedido después con respecto al verdadero Titanic, son impresionantes y llaman a la reflexión, ya que cada detalle coincidiría idénticamente con lo sucedido después. Otros testimonios recopilados por el escritor George Behe, miembro de la Sociedad Histórica del Titanic, revelan que numerosas personas predijeron la tragedia, lo cual ha sido calificado como "probables fenómenos parapsicológicos". Behe cita el caso de la esposa de un norteamericano, Brian Shepherd, quien iba a embarcarse en el Titanic para regresar a Estados Unidos, pero previamente fue advertido por su esposa, a través de una carta y un telegrama, de no abordar, porque "ese barco nunca va a llegar a Nueva York". Shepherd hizo caso a su esposa y salvó su vida. Otro relato es el de Henry Harris, importante empresario del teatro en Estados Unidos, quien reservó pasajes en el Titanic, y a pesar de las advertencias de un amigo que le telegrafió desde Nueva York, de devolver los pasajes y tomar otro barco, Harris se embarcó con su esposa en el Titanic. Ella se salvó, pero él no corrió con la misma suerte. Otro aspecto curioso sucedió durante el lanzamiento del Titanic al agua, en el cual se utilizaron cerca de 23 toneladas de jabón para enjabonar su casco, con el objeto de lograr un mejor desplazamiento en el agua y alcanzar los 20 nudos de velocidad. La palabra TITANIC proviene de la mitología griega y su significado original se refiere a una raza de gigantes (titanes), temibles por su gran tamaño y fuerza, que fueron derrotados por los dioses del Olimpo. Igualmente, en inglés, la palabra TITANIC se refiere a las características de estos mitológicos "titanes", especialmente en la envergadura, lo colosal, lo gigante, la magnitud, el poder, la fuerza o la influencia; justamente los atributos que la White Star Line buscaba con la creación de sus tres barcos, uno de los cuales recibió esta denominación. Por primera vez, basándose en el moderno análisis de materiales, varios científicos canadienses dan una nueva explicación sobre las verdaderas razones que provocaron el desastre. Una prueba realizada sobre una plancha de metal que perteneció al casco de la nave, demuestra que el acero que se usó en la construcción era frágil como el cristal, con demasiada proporción de azufre. Además, el diseño de los compartimientos estancos no era el adecuado en el caso de un siniestro. Una apasionante investigación que aclara algunos enigmas y resuelve varios misterios en torno al naufragio más dramático de la historia. El misterio parece haber llegado ha su fin. cientos de teorías, de profundas investigaciones - muy pocas con algún resultado positivo- han intentado, en las últimas ocho décadas, dilucidar las causas que hicieron posible el rápido hundimiento del buque, el mismo al que sus contemporáneos calificaban como él más seguro de su época.Nuevos exámenes de la estructura del buque y una apasionante investigación, de rigurosidad casi detectivesca, sobre la composición del material con que fue confeccionado el casco de la nave, ayudan a clarificar las causas reales, basadas en fundamentos científicos, de uno de los grandes enigmas del siglo. No obstante, la respuesta definitiva al gran interrogante del siniestro solo sobrevino en la tarde de 6 de Enero de 1995. Saltó ante los investigadores - entre ellos estaban Blasco y Ferguson- en el Centro de Física Naval del Departamento de Defensa de Canadá, en Halifax, capital de Nueva Escocia. Allí, el ingeniero en erosión de materiales, Kent Karis Allen, tomó esa tarde en sus manos la pieza decisiva para despejar uno de los mayores enigmas contemporáneos. Era un trozo del casco; un disco de apenas 20 cm. De diámetro y 2,30 cm. de espesor; las algas y residuos oceánicos no impedían ver los agujeros de los remaches originales. Una vez limpio, aparecieron trazas de la pintura marrón, que estaba casi intacta. Curiosamente, había muy pocos rastros de óxido, lo menos que podía esperarse al cabo de 83 años. ¿Cómo llegó este fragmento de casco hasta los laboratorios canadienses? A partir de 1991, un grupo de científicos calificados, piloteados por el geólogo canadiense Steve Blasco, su ayudante, el oceanógrafo William Snyder, y el ingeniero Ferguson, habían bajado a la hoya oceánica para extraerle al Titanic una confidencia decisiva. Los acompañaban camarógrafos que filmaron aquellos abismos estremecedores, poblados por peces jamás visto antes y por raras formas fosforescentes. Los intrusos se desplazaron muy cerca del esqueleto del barco naufragado, a bordo de 2 mini-submarinos soviéticos MIR; utilizaron un modernísimo radar de barrido electrónico y eco sondas ultrasónicas, capaces de enfocar un metro cuadrado a 5 mil metros de profundidad. Descendieron más de una vez a ese inquietante cementerio marino. El trozo de casco fue lo único que extrajeron. Todo lo demás fue respetado el disco de metal, vibrante de secretos casi centenarios, astillados en múltiples quebraduras, se empeñaba ahora a decir algo. Cuando Ken Karis Allen alzó el disco entre sus manos, lo hizo como cumpliendo una ceremonia única. Y lo era. Lo colocó con lentitud él lo que el llama "El Banco de Torturas". Dijo a sus ayudantes: "Sospecho varias cosas sobre la calidad de este acero. Todo acero es básicamente una aleación de hierro y carbono, pero es crucial el procedimiento seguido para purificar el hierro, así como para evitar que el carbono precipite en carburo de hierro...". Añadió que en al actualidad existe acero especiales, que incluyen otros elementos, algo que no se conocía en la primera década del siglo. Tampoco se practicaban los actuales test de fragilidad. En aquellos tiempos eran muy numerosas las rupturas de dientes en los engranajes; sería casi imposible que el producto de una acería actual se quebrara de tal modo: antes se doblaría, y solo se fracturaría en zonas muy precisas - uniones soldadas o remachadas- luego de haberse formado y haber absorbido elásticamente gran parte del impacto. Como un buen boxeador, o como un buen edificio antisísmico. Para demostrar lo ocurrido, Allis usó el llamado péndulo de Charpy. El descomunal péndulo, cuyo peso de 30 Kg. Se incrementaría varias veces con la aceleración, iba a impactar primero sobre una muestra de acero naval recientemente elaborado; después golpearía sobre aquel fragmento del casco. Ambos trozos de acero aguardaban dentro de una solución alcohólica a 1º centígrado bajo cero, temperatura idéntica a la que tenía el mar en el momento de la catástrofe de 1912. Bajo el tremendo golpe, la pieza de acero actual se dobló por la mitad con un ruido seco, como sí fuera de goma; pero no se rompió. El péndulo se detuvo, en tanto los instrumentos electrónicos instalados en la punta del Charpy deletrearon la fuerza del choque y la reacción física de la pieza impactada. De inmediato, Allis oprimió nuevamente el switch que accionaba el péndulo, esta vez, lo que estaba bien sujeto en la morsa era el trozo.Entonces ocurrió lo que el científico había presentido: cuando la cabeza del péndulo cayó sobre la cabeza del metal, este dio un sonido agudo. Todos los que estaban allí observaron como la pieza se partía en dos tajadas filosas, mientras el péndulo todavía seguía girando en el aire. Costaba muy poco imaginar, en el lugar de esa maza, la gigantesca muela de un iceberg. Quedaba develado el punto capital: el acero del casco del Titanic era casi tan frágil como el cristal; fragilidad acrecentada por el alto contenido de azufre que tenía, técnica que cuyo objetivo era darle al duro metal la máxima tensión posible. Todo esto quiere decir que el desconocimiento del concepto de fractura por fragilidad fue un hecho letal. Así, la incógnita principal - como fue que el casco cedió tan fácilmente a la agresión del témpano- quedaba debelada. Igual que la rapidez de la inundación y la inutilidad de los compartimientos estanco.
LA TRAGEDIA PASO A PASO
1912, Enero: 16 botes salvavidas y cuatro balsas son ajustadas al Titanic.
Marzo 31: El ajuste del Titanic está completo.
Abril 10, Miércoles: Día de navegar. Los pasajeros llegan a Southampton y comienzan a abordar la nave. 12:00 am: El Titanic se lanza y comienza su primer viaje. Casi choca con el barco de vapor New York, la causa fue la succión causada por el gran desplazamiento del Titanic. 6:00 pm: El Titanic llega al puerto de Cherboug. Francia. 8:10 pm: El Titanic parte con destino a Queenstown, Irlanda. Abril 11, Jueves, 1:30 pm: Anclado en Roche’s Point, Queenstown, Irlanda, Francis Browne, un seminario jesuita desembarca y toma la última fotografía conocida del Titanic por los próximos 73 años. Titanic deja Queenstown para seguir rumbo a New York. Abril 12 y 13: Viernes y Sábado: Titanic navega a través de aguas calmadas y buen clima.
Abril 14 Domingo: Siete alertas de hielo se reciben durante el día. Reportes vienen de Caronia, Baltic, Amerika, California y Mesaba. 10:50 pm: El California envía un mensaje directamente al Titanic diciéndole que están parados y rodeados de hielo. 11:39 pm: Los miradores Fredick Fleet y Reginald Lee ven un Iceberg adelante. El primer oficial William Murdock ordena que se reviertan los motores. El Titanic lentamente dobla hacia puerto, pero ya es muy tarde. El Iceberg golpea el Titanic en el incline del lado de cubierta. Murdock activa las puertas cerradas de la nave. 11:50 pm: El Capitán Smith le pregunta al diseñador Thomas Andrews y al carpintero de la nave de conducir una inspección visual del daño. Agua a entrado y tiene 14 pies en el frente de la nave. Abril 15: Lunes,12:00 am: Se le avisa a Capitan Smith que la nave puede mantenerse a flote por solo un par de horas. Se le ordena a los operadores de radio Harol Bride y Jack Phillips de enviar llamas de emergencia. 12:05 am: Ordenes son dadas de descubrir los botes salvavidas y preparar a los pasajeros y tripulación en cubierta. Pero en los botes salvavidas hay espacio tan solo para la mitad de las 2.228 personas a bordo. 12:25 am: Se da la orden de comenzar a llenar los botes salvavidas con mujeres y niños primero. El Carpathia, al sur este del Titanic aproximadamente 58 millas, recoge la llamada de auxilio y va inmediatamente a toda velocidad al rescate. 12:45 am: El primero de los botes salvavidas es bajado y seguramente se comienza a alejar. Puede llevar 65 personas, pero se aleja del Titanic llevando tan solo 28. El primer disparo de auxilio es realizado. Se harán 8 disparos a través de la noche. 1:15 am: El agua comienza a llegar donde se encuentra el nombre de Titanic en el incline. El entolde de cubierta crece más profundo. Botes salvavidas comienzan a irse ahora más llenos. 1:40 am: La mayoría de los botes salvavidas se han bajado. Los pasajeros comienzan a moverse hacia la popa de la nave. 2:05 am: El último bote salvavidas se va. Hay ahora 1.500 personas a bordo de la nave que se está hundiendo. El entolde de la cubierta del Titanic crece más profundamente por minuto. 2:17 am: Se envía la última llamada de radio de auxilio. El Capitán Smith le dice a la tripulación "es cada hombre por si mismo". Muchos pasajeros saltan sobre borda. Una chimenea colapsa, le cae a un número de personas. 2:18 am: de la nave se oyen golpes contra las murallas y cayendo hacia el incline que se está hundiendo. Las luces se apagan. Muchos sobrevivientes ven la nave partirse en dos. El incline se hunde lentamente. 2:20 am: La popa quebrada del Titanic se calma en el agua nivelándose por algunos momentos. Lentamente se llena de agua y levanta la punta en el aire, antes de hundirse en el mar. Aquellos luchando en el agua congelada, lentamente comienzan a morir. 3:30 am: Los disparos de la nave de rescate Carpathia son vistos por los sobrevivientes en los botes salvavidas. 4:10 am: El primer bote salvavidas es recibido por el Carpathia. 8:50 am: El Carpathia deja el área con rumbo a New York, llevando 705 sobrevivientes. Abril 18, 9:00 am: Carpathia llega a New York. Abril 19 a Mayo 25: Una interrogación del desastre del Titanic es conducida por el Senado de los Estados Unidos. Varias naves son enviadas al lugar del desastre a recoger cuerpos. Mayo 2 a Julio 3: Una interrogación Británica es conducida. 1913 Abril: Como resultado del desastre del Titanic, es creado International Ice Patrol, para cuidar las líneas del Atlántico Norte. Junio: En el medio de rumores y ridículo público, J. Bruce Ismay pierde su posición como presidente de la White Star Line para la borda de directores IMM. 1914, Febrero: La segunda nave hermana del Titanic, el Britanic, es lanzada. Se hundió dos años más tarde en la Primera Guerra Mundial. 1932: Molly Brown muere en New York a la edad de 65 años. 1935: Después de 24 años de seguro y confiable servicio, el Olympic es retirado y desarmado. 1985, Septiembre 1°: La expedición Franco-Americana, IFREMER/Woods Hole, dirigida por Dr. Robert Ballard, descubre los restos del Titanic a una profundidad de 12.500 pies. 1986: Dr. Ballard regresa al Titanic y conduce extensivas exploraciones fotográficas de los restos. Una grúa sumergida es usada para fotografiar el interior del Titanic.
EL TITANIC EN NÚMEROS
Número de pasajeros: 2.227 Muertos: 1.522 (279, de primera clase 38% de los pasajeros de esa sección; 475, de segunda 69%, 768, de tercera 75%). Sobrevivientes: 705. Precio del viaje en primera clase: 4.350 dólares, boleto sencillo. Peso: 46329 toneladas. Longitud: 268 metros de eslora. Tres ejemplos de la despensa con que contaba la embarcación: 400000 huevos, 1 tonelada de salchichas, 3 de mantequilla. Tiempo que tardó la nave en hundirse luego del choque: 2 horas 40 minutos. Costo del Titanic: 7.5 millones de dólares. Algunas cifras sobre la película Titanic, de James Cameron. Costo oficial de la cinta: 200 millones de dólares. Días de filmación: 160. Tomas realizadas por computadora: 550 (en Parque jurásico "sólo" fueron 80).

viernes, 27 de junio de 2008

El Misterio de Tunguska

El 30 de junio de 1908 una enorme bola de fuego surcó el cielo del amanecer sobre Siberia, para luego estallar a una altura de 8.000 m sobre el valle rocoso del río Tunguska con el poder equivalente a la de una bomba nuclear de doce megatones y medio.
El calor incineró rebaños de ciervos, carbonizó millares de árboles a lo largo de decenas de hectáreas y a 1.600 kilómetros de distancia.

Según una teoría popular, la explosión de Tunguska fue en realidad una ráfaga nuclear causada por el incendio de una nave espacial atómica. Pero otra importante teoría afirma que el objeto de Tunguska era la cabeza de un pequeño cometa.
La gran bola de fuego siberiana de 1908 fue un acontecimiento tan excepcional que suscitó una controversia que todavía prosigue. Las explicaciones al respecto entran en el reino de lo extraño, incluida la notable hipótesis según la cual el fenómeno fue causado nada menos que por un aterrizaje de emergencia de una nave espacial movida por energía nuclear, tal vez de origen extraterrestre.
La zona en la que cayó el objeto, en el valle del río Tunguska Pedregoso, estaba escasamente poblada por los tunguses, pueblo nómada de origen mongol dedicado al pastoreo de renos. Cerca del centro de la explosión, al norte de Vanavara, varios tunguses fueron lanzados al aire por la explosión, y sus tiendas fueron arrebatadas por un viento violentísimo. A su alrededor, el bosque empezó a arder.
Cuando los asombrados tunguses inspeccionaron cautelosamente el lugar de la explosión, encontraron escenas de terrible devastación. En un circulo de 30 kilómetros, los árboles habían sido derribados como cerillas de madera y el calor intenso producido por la explosión había fundido objetos metálicos, destruido almacenes y reducido varios renos a cenizas. No quedaba en aquella zona ningún animal vivo, pero, milagrosamente, ningún ser humano murió a consecuencias del desastre. Se dijo también que había caído en aquellos lugares una misteriosa "lluvia negra".
Los efectos de la explosión de Tunguska fueron vistos y sentidos en un radio de más de mil kilómetros. Informes procedentes del distrito de Kansk, a 600 kilómetros del punto en que se produjo el estallido, describieron sucesos tales como barqueros precipitados al agua y caballos derribados por la onda expansiva, mientras las casas temblaban y los objetos de loza se rompían en sus estantes.
El conductor del Transiberiano detuvo su tren temiendo un descarrilamiento, al notar que vibraban los vagones y los rieles.
Otros efectos fueron percibidos en lugares muy distantes del globo. En toda Europa se registraron ondas sísmicas parecidas a las de un terremoto, así como diversos trastornos en el campo magnético terrestre. Más tarde, los meteorólogos hallaron en los registros de sus microbarógrafos que las ondas atmosféricas producidas por la detonación habían dado dos veces la vuelta a la Tierra.
En gran parte de Europa y Asia occidental la noche quedó extrañamente iluminada después de la caída de la bola. Informes procedentes de estos lugares hablan de noches cien veces más luminosas de lo normal, y de unas tonalidades carmesíes en el cielo, semejantes al resplandor de un incendio, hacia el norte. Estas extrañas luces no titilaban ni formaban arcos, como ocurre con las auroras boreales; eran semejantes a las que se produjeron tras la explosión del volcán Krakatoa, que inyectó inmensas nubes de polvo en la atmósfera.

EL COMETA
La explicación del acontecimiento siberiano del año 1908 mediante un choque entre un cometa y la Tierra resulta hoy, para la mayoría de los investigadores, la más plausible: dicha colisión puede explicar el fenómeno sin necesidad de recurrir a hipótesis más extrañas y fantásticas.Contra la teoría del cometa se ha afirmado que un astro de este tipo difícilmente habría pasado inobservado por los astrónomos en los días, o mejor dicho, en las noches anteriores al choque; pero de la trayectoria de caída parece deducirse que el cometa procedía de una dirección muy próxima a la del Sol, por lo tanto sería difícil de ver antes de la colisión. Sobre todo si este cometa, como algunos sostienen, había agotado la reserva de substancias fácilmente volátiles, reduciéndose a un agregado inerte, sin cabellera ni cola, elementos que hacen vistosos a estos astros, presentándose, por tanto, como un minúsculo asteroide.
Si se comparan los sismogramas del fenómeno Tunguska con los de explosiones nucleares aéreas se ve que los efectos sismológicos estarían de acuerdo con una explosión de una potencia de 12 megatones a 8 km de altura. Según una hipótesis formulada en los años 30 por el astrónomo I. Astapovich y el meteorólogo F.J. Whipple, el fenómeno Tunguska se debió a la colisión de la Tierra con un pequeño cometa cuyo núcleo, dada la masa estimada, habría debido tener varios cientos de metros de diámetro. La cohesión del conglomerado que constituye el núcleo de un cometa es lo bastante débil como para permitir su desintegración rápida en el aire, provocando una explosión de gran magnitud antes de llegar a chocar con el suelo. Las destrucciones se deberían, fundamentalmente, a la onda de choque atmosférica y, secundariamente, a la onda térmica.

UNA NAVE ESPACIAL?
Entre todas las teorías que han pretendido explicar la explosión de Tunguska, la más discutida fue la planteada en 1946 por Alexander Kazantsev, escritor soviético de ciencia-ficción. Disfrazando su teoría en forma de cuento, Kazantsev sugirió que la explosión sobre Siberia había sido causada por el incendio de una astronave movida por energía nuclear, tal vez procedente de Marte.Kasantsev especulaba que los extraterrestres habían venido para aprovisionarse de agua en el lago Baikal, que es el mayor volumen de agua dulce existente en el planeta. Al descender su nave a través de la atmósfera, la fricción la calentó hasta hacer estallar sus motores, produciéndose en el aire una explosión como la de la bomba de Hiroshima.
Los ufólogos soviéticos Felix Zigel y Alexei Zolotov han apoyado esta idea de la explosión de una astronave nuclear. Zigel llegó incluso a proponer la idea de que la nave realizó una maniobra en zigzag al intentar desesperada mente un aterrizaje, aunque en realidad ninguno de los testigos manifestó haber visto cambios de rumbo en la bola de fuego.
Otro escritor de ciencia-ficción, John Baxter, en su libro Thefire carne by, publicado en 1976, siguió la teoría de Kazantsev al comparar los efectos de la explosión de Tunguska con los de la bomba de Hiroshima: el fogonazo cegador y el intenso calor, la corriente ascendente de aire caliente que originó una columna "ardiente", y el característico grupo de árboles que permanecieron de pie en el centro de las devastaciones de Tunguska, tal como había ocurrido en el punto de explosión de la bomba de Hiroshima.
Hubo incluso rumores de radiaciones mortíferas en el lugar. Uno de los personajes del cuento de Alexander Kazantsev habla de un hombre que, poco después de examinar la zona devastada de Tunguska, murió entre terribles dolores, como si lo consumiera un fuego invisible. "Sólo podía tratarse de radiactividad", explica el personaje de la obra. En realidad, no existe ningún informe según el cual alguien muriese a consecuencia de la explosión de Tunguska, pero los tunguses explicaron que los renos de aquella zona presentaron costras en su piel, cosa que ciertos escritores modernos, como Baxter, han atribuido a quemaduras causadas por radiación.
Las expediciones al lugar del fenómeno observaron un crecimiento acelerado de la vegetación alrededor del punto de la explosión, atribuido también por algunos a unos trastornos genéticos ocasionados por las radiaciones.

jueves, 26 de junio de 2008

Teorías Mayas

Hunab Ku, es para los Mayas, el centro de la galaxia, y a su vez, el corazón y la mente del Creador.
Si bien existían "esencias" menores, (como por ejemplo Chac, el dios de la lluvia), Hunab Ku era el centro de todo, y hacia allí y a través del sol, dirigían su mirada al estudiar las estrellas.
Poco a poco se descubre el legado Maya, y somos más quienes nos maravillamos con estos astrónomos, matemáticos, físicos, ingenieros y constructores; que poseían en lo que en nuestra visión ingenua del mundo creemos que es una civilización un poco primitiva, pero a la luz de los números Mayas y su conocimiento, debemos comprender que sabían tanto o más que nuestros actuales científicos.
¿Afirmar esto es descabellado?.
Seguro que no. Hay que tener en cuenta que casi 1.000 años antes que las civilizaciones contemporáneas de su época, los Mayas dominaban un sistema numérico binario exponencial, (el mismo que utiliza la naturaleza, en la división de las células) con base en el número 2, contando de a 20.
Ya 500 años antes que los árabes, utilizaban el concepto del 0, y su calendario que sincroniza al Sol, la Luna y la Tierra con el universo, es más exacto que el que utilizamos actualmente. Es más, sus medidas astronómicas probaron ser tan exactas, que comparándolas con las medidas tomadas por la NASA son apenas diferentes en milésimas de segundo.
Vaya un ejemplo: Según los Mayas, la rotación completa de la Tierra alrededor del Sol es de 365,2420; mientras que la NASA lo mide en 365,2422.
Estos increíbles astrónomos midieron incluso la rotación de nuestro Sistema Solar en la galaxia, lo que corresponde a 25.625 años. ¡Ellos fueron capaces de medir una rotación estelar de 25.000 años!
Sin embargo, lo más importante que han dejado los Mayas, han sido sus avisos a la humanidad futura.
Por alguna razón, en el auge de su brillante civilización, abandonaron sus ciudades, dejando atrás palacios, observatorios astronómicos, obras de arte, cientos de monumentos y sencillamente (y misteriosamente) ... desaparecieron.
Se dice que quedaron algunos guardianes de sus ciudades y que ellos guardaron los valiosos Códices hallados hasta ahora. Sus ciudades, repobladas por los Olmecas después, tal vez guardaban más secretos que se han perdido. Pero en piedras esculpidas en bajo relieve, comienza a aparecer una historia asombrosa en donde encontramos un calendario que abruptamente, finaliza luego de una cuenta de 25.000 años, justamente en el cambio de nuestro milenio. Junto con ese calendario, siete profecías han sido descubiertas, las cuales nos avisan de un inminente cambio.
Es lógico suponer que todo esto puede ser una mera coincidencia, y las profecías, orientadas hacia personas que nacerían cientos de años después, pueden ser sólo parte de un mito mal comprendido por los que han comenzado a descifrar la escritura Maya; además su extraña desaparición, sin dejar rastros, plantea dudas sobre un pueblo que sin un porvenir conocido en su propio tiempo, anuncia sin embargo, un futuro a otra civilización.
Pero es innegable que sus profecías tienen basamento científico, y aunque pocos saben de los casi imperceptibles llamados de atención que estamos recibiendo, en estos años han ocurrido cambios que de a poco, nos demuestran que estas profecías están cumpliéndose, junto con muchas otras, surgidas de personas en distintas sociedades de todo el planeta, tanto de los indios Hopi como de Paracelso, tanto de Solari Parravicini como de Edgar Cayce, y tantos otros.
Son muchas voces que nos alertan, por lo tanto sería sabio que escuchemos.
Los Mayas nos dicen que desde el centro de la galaxia (Hunab Ku), cada 5.125 años, surge un "rayo sincronizador", que justamente sincroniza al Sol y a todos los planetas, con una poderosa emanación de energía. En la rotación completa del Sistema Solar en la galaxia, ellos hacían una división de dicha elipse en dos, con una fracción cada una de 12.812 años, llamando a la fracción más cercana al centro de la galaxia, Día, y a la parte más alejada de Hunab Ku; Noche, tal cual se divide en día y noche en la Tierra.
A su vez, dicha elipse era partida en cinco períodos de 5.125 años: los cuales eran: Mañana, Mediodía, Tarde, Atardecer y Noche.
Según los Mayas, justamente en este nuevo milenio, estamos ingresando en la mañana galáctica, y es marcada por el rayo sincronizador desde Hunab Ku.
Ahora bien, en el año 1998, la NASA descubrió que desde el centro de la galaxia, comenzó a emitirse enormes cantidades de energía... ¿es esto coincidencia?
Los mayas nos dicen que el período intermedio al traspaso, dura 20 años, y ellos lo llaman "El tiempo del No-Tiempo", en donde ocurren grandes cambios. Es ahí cuando debemos ser capaces de transformarnos, ya que será nuestra decisión seguir como humanidad o perecer en nuestra autodestrucción.
Esta transformación implica algo tan profundo como la elección de evolucionar energéticamente, concientemente, completamente.
Los datos científicos recopilados en estos años respaldan esto.
* En septiembre de 1994, todas las líneas magnéticas terrestres sufrieron disturbios, disminuyendo y moviéndose; lo cual ocasionó que muchas ballenas encallaran, y pájaros en migración se perdieran. Incluso en los aeropuertos, hubo que reimprimir mapas y los aviones tuvieron que aterrizar manualmente.
* En 1996, Soho, (el satélite enviado a estudiar al Sol), descubrió que nuestra estrella ya no tenía polo norte ni polo sur, sino que se había convertido en un solo campo magnético, ya que las polaridades se homogeneizaron.
* En el mismo año (1996), se produjo un "bamboleo" magnético que ocasionó que nuestro Polo Sur, en un solo día, se moviera 17º de su posición, comportándose erráticamente.
* En el 1997, se registraron grandes tormentas magnéticas provenientes del Sol, que incluso destruyeron satélites que orbitaban la Tierra.
* Según las mediciones comparadas, la Tierra se ha acelerado y ha perdido gran parte de su energía magnética, ya que en 1996, teníamos 4 Gaus, y en 1999, había disminuido a 1.5 Gaus.
La aceleración de la frecuencia vibratoria terrestre se percibe en los valores de 1997, cuando era de 7.8 Hz, mientras que en 1999 se elevó a 11.5 Hz.
¿En que nos afecta esto?
Estudios realizados en cosmonautas rusos, en un ambiente con magnetismo artificial, mostraron que al disminuir a 0 Gaus, primero se produce en la persona gran confusión, luego manifiesta agresividad en aumento, hasta llegar a la locura; lo cual implica que el electromagnetismo influye directamente en la conciencia y la razón. A su vez, la aceleración terrestre de la frecuencia nos afecta vibracionalmente, transmitiéndonos la misma agitación.
Sabemos que lo que llamamos "el sonido del silencio" o sea la resonancia Schuman es de 7.1 Hz, en donde todo entra en armonía, equilibrándose.
En nuestro cuerpo, las ondas cerebrales se dividen en Beta, Alfa, Theta y Delta, y están medidas en Hertzios.
Beta, el estado de alerta, consciente y lúcido, se encuentra entre 12-30 Hz;
Alfa, el estado mas relajado, de meditación y ensueño, es de 8 a 12 Hz,
Theta de 4 a 8 Hz
Delta de 1 a 4 Hz.
Cuanto más profunda es nuestra relajación, más baja ésta frecuencia.
Sabemos que necesitamos descansar para seguir adelante con renovadas fuerzas, pero ... ¿Sería posible la relajación si la vibración circundante y envolvente de la Tierra es tan elevada?
Eventualmente, comenzaría a provocar en la gente insomnio, incapacidad de concentración, nerviosismo, características cada vez más acentuadas en estos últimos años, que se achaca muchas veces al ritmo de vida estresante de la sociedad moderna; pero al ir esto en incremento; ¿Podría soportar una persona que no pueda manejar sus emociones, que no sepa entrar en un estado de conciencia más profundo y relajado, que no pueda crear un campo magnético propio? Es muy probable que no.
Se plantea seriamente entonces la necesidad de evolucionar, de cambiar en una forma más elevada, ya que según los Mayas, esta aceleración planetaria, y su consiguiente pérdida de campo magnético irá en aumento, llegando tal vez a 0 Gaus, e invirtiéndose la polaridad planetaria, lo cual nos afectaría enormemente.
El temor cada vez más manifiesto, la locura callejera, la violencia inconcebible, la desazón y la fatiga moral, son una demostración clarísima de que tan poderosos son los efectos de la perturbación a gran escala de nuestro planeta, vibracional y electromagnéticamente.
La fecha clave del final de este proceso, es el año 2012, cuando termina el "Tiempo del No-Tiempo".
Resulta curioso que, según los estudios matemáticos de Paracelso, sobre el llamado "Final del Tiempo", la época marcada por finales o principios, ronda exactamente entre los años 2012 al 2017 (lo cual se correlaciona con el calendario de Nostradamus, cuyo desfasaje se produce debido al calendario gregoriano, adoptado hasta la fecha).
También es una incógnita que los Mayas hablaran del "No Tiempo" y Paracelso llamara "Fin del Tiempo" a ese período donde todos los calendarios se terminan.
De hecho, los Mayas nos transmiten un mensaje de esperanza, ya que nos dicen que ésta época es el "Final del Miedo". Si somos capaces de enfrentar este nuevo destino, podremos sobrevivir como especie y civilización, pero el tiempo corre y hay que decidirse, porque la primera profecía, marca los últimos 13 años, contando a partir de 1999, desde el momento del eclipse anular de Sol del 11 de agosto, que también anunciaron en sus mediciones.
En estos tiempos, cada individuo debe decidir sobre el futuro de la humanidad; antes del sábado 22 de diciembre de 2012 ... el último día, según los Mayas.

miércoles, 25 de junio de 2008

Extrañas similitudes: Titán y Titanic


La vida de cada uno de nosotros y la historia del mundo está llena de coincidencias. Algunas se pueden verificar, otras no. Unas sin importancia y otras que trascienden la historia. Hoy vamos a hablar de una coincidencia que atañe al Titanic.
Quien no conoce la historia del Titanic, este poderoso barco, que en su viaje inaugural quedo en el fondo del océano junto a más de la mitad de sus pasajeros. Pudo este hecho trágico ser anticipado a alguien a través de un sexto sentido. La respuesta es incierta pero la coincidencia de la que hablaremos no deja de sorprendernos por su carácter de inexplicable.
A mediados de .898 mucho antes de que se pensara construir al Titanic el novelista Morgan Robertson tuvo una vívida pesadilla durante la cual, cierto transatlántico a prueba de naufragios se hundía en su viaje inaugural, tras chocar con un Iceberg. Tan impresionado quedó Robertson con su sueño, que decidió escribir una novela con ese tema a la que titularía: “Futilidad”. En la trama aquel transatlántico al cual llamó: “Titan” y a cuyo capitán dio el nombre de: Smith, chocaría en su cuarto día de travesía contra una mole de hielo, hundiéndose. Ya publicada la novela, aquel mismo año 1898, Robertson vendió los derechos por la irrisoria suma de 100 dólares.
El libro narraba la historia del hundimiento de un enorme trasatlántico. La similitud con un hecho que conmocionó al mundo y hasta hoy tiene vigencia, es sorprendente. Se trata del desastre del Titanic, hecho ocurrido en 1912 (14 años después de la publicación de la novela de Robertson).
Estas son algunas coincidencias con el suceso real:
El barco de la novela se hunde, luego de chocar con un iceberg (al igual que el Titanic).
En la novela, era el viaje inaugural de la enorme nave.
En la novela, se describe al barco como insumergible.
El barco de Morgan era el más lujoso de su tiempo.
La nave de la novela naufragaba en el mes de abril (recordemos que el desastre del Titanic también fue en ese mes).
El número de pasajeros del barco de Robertson era de 3.000 y contaba con apenas 24 botes. En la realidad, el Titanic tenía 2.207 personas a bordo y solamente 20 botes salvavidas, una cantidad insuficiente para la cantidad de pasajeros, tanto en la novela como en la realidad.
El barco de la novela era descrito con un tonelaje de 75.000; mientras que el Titanic tenía 66.000.
La eslora del barco de la novela era de 243 metros; algo inferior a la real del Titanic que era de 268 metros (solo 25 metros de diferencia).
Ambos tenían igual cantidad de hélices: tres en ambos casos.
Cuando en la novela el gran barco choca, iba a una velocidad de 25 nudos. Por su parte, cuando el Titanic choca con el iceberg iba raudamente a 23 nudos de velocidad (apenas dos menos que lo imaginado por Robertson, catorce años antes).
Realmente muchas coincidencias ... pero por si queda alguna duda, digamos que la novela de Morgan Robertson se llamaba “Futilidad”; pero el subtítulo de la obra era "El naufragio del Titán".
Sí, el barco de la novela que se hundía un día de abril, en su viaje inaugural, después de chocar con un iceberg y que se convertía en tragedia porque los botes eran insuficientes para todos los pasajeros fue llamado por su autor “Titán”.
Y si nos vemos tentados a pensar que Morgan Robertson se inspiró en la desgracia real del Titanic, recordemos que publicó su obra catorce años antes del hundimiento real.
¿¿¿COINCIDENCIA???

martes, 24 de junio de 2008

El Ángel de Mons...

Verdad o Leyenda? Milagro o alucinación? Nadie lo a explicado hasta hoy. Estamos en los primeros días de la guerra. Gran Bretaña acaba de entrar en él conflicto, en apoyo de Francia, que se ve amenazada por los sueños expansionistas de Alemania. En Londres, el mismo día de la invasión germana a Bélgica el gobierno declara su hostilidad al Káiser y recurre a la ciudadanía, requiriéndole su aporte personal en defensa de la libertad de Europa; de este modo obtiene en poco tiempo -cuestión de horas, puede decirse- nada, menos que medio millón de voluntarios.
Bajo la protección de la poderosa Armada Real, un numeroso contingente comandado por el general sir John French cruza el Canal Y desembarca en El Havre, y desde allí se dirige sin pérdida de tiempo hacia la frontera belga.
Infantería, caballería y artillería británicas se concentraron en Tournai y, mientras ultiman los preparativos para seguir avanzando, reciben un pedido de auxilio de los franceses que, al mando de Charles Louis Marie Lanrezac y luego de batirse valerosamente en Ethe Neufcháteau y otras ciudades de Bélgica, se ven asediados por los ejércitos alemanes.
El general Alexander von Kluck. cuyas informaciones son deficientes, cree llegado el momento de arrasar a las fuerzas de Lanrezac, mas, inesperadamente, cuando va a proceder, se encuentra bloqueado por cuatro divisiones británicas. Sin embargo, franceses a ingleses no han tenido tiempo aún de coordinar su acción, y en Mons capital de la provincia belga de Hainaut, French se ve obligado a ceder posiciones ante la superioridad numérica del enemigo. Esto ocurre el domingo 23 de agosto de 1914. Tras una encarnizada batalla en la que los propios alemanes creen por un momento estar mordiendo el polvo de la derrota, el general inglés decide por la noche retirarse a unos cuatro kilómetros al sur de Mons, retirada que efectúa brillantemente, sin perder una sola pieza de artillería.
La tropa británica supone que esta acción tiene sólo un sentido estratégico con fines de concentración para el lanzamiento de una ofensiva definitiva, pues le parece haber ganado la batalla. Pero al filo de la medianoche, sir John recibe un mensaje desalentador de Lanrezac: sus superiores jerárquicos del Quinto Ejército francés le han ordenado replegarse inmediatamente hacia el sur, en dirección al Marne, disponiendo al mismo tiempo el retiro de las fuerzas apostadas en las Ardenas. French no tiene alternativa: en la posición en que se encuentra no podrá mantenerse cerca de Mons sin exponer a sus hombres a una carnicería que militarmente tendría el carácter de suicidio. Así, opta por aceptar él también los riesgos de una peligrosa retirada amenazada por la proximidad del Primero y Segundo Ejércitos de Alemania.
Los bravos soldados ingleses, entre los que se cuenta el Regimiento de Coldstream (la guardia decana del ejército británico) obedecen disciplinadamente pero con preocupación y sin comprender la decisión de su jefe. Todo tendrá su explicación después y la cesión de posiciones se vera pronto ampliamente recompensada, pues dentro de unos días se librará la histórica acción de Le Cateau, que, culminando con la ofensiva francobritánica de la Primera Batalla del Marne, cambiará por completo el curso de los acontecimientos.
Pero por el momento la tropa recibe el impacto moral de una retirada que se le hace inexplicable. Y en un silencio que no alcanza a ocultar el malhumor dominante, los soldados cargan las mochilas sobre sus espaldas y cumplen la orden.
Es el alba del nuevo día. Un grupo de hombres avanza entre los árboles luchando contra la maleza y tratando de verse uno al otro a través de la densa neblina. Un ruido de algo pesado que cae, sobresalta a todos, y seguidamente, sin dar siquiera tiempo a una reacción, un fuerte zumbido surca el aire por sobre varias cabezas.
-¡Imbécil! -dice alguien a media voz.
-No se ve nada -responde quejosamente el aludido.
El primero replica:
-Te dije que tuvieses cuidado. Podías haber matado a alguno.
Los nervios están crispados a flor de piel sobre los miembros del regimiento de Coldstream que marchan por el bosque. tratando de dar con el rastro de sus compañeros ingleses. Los coldstreamers son los últimos que han evacuado la posición británica al sur de Mons, y al llegar al bosque han perdido de vista al resto de las fuerzas de French.
El comandante da la voz de alto y ordena la salida de dos patrullas de reconocimiento. "Tal vez haya algún camino que nos saque de este maldito bosque” , murmura, y su ayudante asiente con respetuoso silencio, pero sus ojos angustiados no pueden disimular lo que piensa: "Sí, mejor que encontremos un camino y lleguemos pronto adonde nuestros camaradas. De lo contrario los alemanes estarán aquí antes de seis horas y nos. aplastarán como a cucarachas".
Los "coldstrearners" esperan, sentados en el suelo, el resultado de la exploración. Sólo pasan veinte minutos antes de que la primera patrulla regrese y comunique que la búsqueda ha sido negativa, pero la tensión reinante entre los soldados perdidos les hace creer que fueron dos horas.
Cinco minutos más y vuelve el sargento McAllister con la segunda patrulla: ._
-Ningún camino, ninguna salida por el sudeste.
El comandante da orden de acampar: ¡ Vamos a esperar un par de horas hasta que amanezca. Puede ser que al levantarse la neblina tengamos más suerte. Pueden descansar y tomar media taza de café. Nadie se aleje más de diez metros. Se debe hablar en voz baja y tener el oído y la vista atentos. !
Los soldados descargan sus mochilas sobre el suelo y se acercan al carro cocina. Un rato después, alejados del resto y sentados sobre un tronco, McAllister y un compañero conversan esgrimiendo sus jarritos de latón. El café está aguado y no tiene casi azúcar, pero a ellos les parece sabroso.
-Yo no sé qué diablos significa esta retirada estúpida, cuando podíamos haberlos hecho polvo- dice MéAllister.
-Son cosas del general. Él sabrá lo que hace -responde Brown
-La cuestión es que estamos perdidos y nadie sabe cómo salir del lío. Si esto sigue así unas horas más, nos vamos todos al demonio.
-Más bajo, que te pueden oír.
McAllister se encoge de hombros y bebe otro sorbo. Al Levantar la mirada y por sobre los hombros de Brown, a unos metros de distancia, , un resplandor.
-¿Y ahora qué es eso?
-¿Eso, qué? ¿Dónde?
-Ese resplandor. Detrás de ti. Allá.
Brown se vuelve y en ese momento el haz de luz toma la forma de una figura de extraña luminosidad. Los dos soldado; no pueden dar crédito a lo que ven sus ojos, y se miran entre sí.
-¿Tú ves lo que yo veo?
-No sé si es lo mismo, pero si lo que yo veo es lo que parece ser, pues... que me lleven todos los dia... McAllister no se anima a concluir la frase.
Es una figura alta y Delgada, sonriente, de largos cabellos incoloros. Sobre la frente le cruza una cinta dorada, y la túnica blanca que le cubre el resto del cuerpo apenas deja entrever por abajo los pies calzados con sandalias. Y de sus espaldas emergen. .. dos largas alas blancas. Un ángel, sí. Ni más ni menos que un ángel, idéntico a los que sé ven en imagen en las iglesias.
McAllister, sin atreverse a avanzar para examinar de cerca a la figura, susurra en el oído de su compañero: "Ve a llamar al comandante. Pronto". Brown se pone de pie sin dejar de mirar la aparición, y así, como hipnotizado, retrocede de espaldas unos pasos, hasta que finalmente sale corriendo en busca de sus superiores.
El ángel levanta un brazo, que a McAllister se le antoja transparente, y hace señas al "coldstreamer" de que lo siga. En ese momento llega el comandante, seguido de Brown y de varios oficiales.
-¿Qué ocurre, sargento? ¿Qué tontería son esas que está diciendo Brown?
Sin poder articular palabra, el interpelado señala con el dedo la figura luminosa. Ahora es el jefe del regimiento quien queda desconcertado, y es a él a quien el ángel hace señas de que lo sigan.
-¿Quién es usted? le grita el comandante. ¡Sea quien sea, hable, diga qué quiere! -Pero es inútil: la figura insiste en su ademán. Y finalmente el oficial decide que, de todos modos, quedarse por más tiempo en ese lugar es una locura. También puede serlo el obedecer a ese ángel, o loco, o lo que sea, pero en las circunstancias actuales poco hay que perder. Hay que tomar una determinación rápidamente o resignarse a sucumbir ante los alemanes, que ya están cerca. El comandante da la orden de levantar campamento, y en pocos instantes emprende el camino detrás del ángel, seguido por sus hombres.
Los "coldstreamers" marchan ahora por el bosque guiados por la aparición, que de cuando en cuando se vuelve para alentarlos a proseguir. McAllister comienza a reconocer el lugar. Es el mismo por donde antes anduvo patrullando.
-Ese tipo está loco. Por este lado no hay nada. Un oficial le toca el hombro, mandándole callar.
Y de pronto, un claro entre los árboles. Es un camino.
-;Por las orejas del Kaiser! exclama McAllister. Esto no estaba aquí hace un par de horas. ¿Cómo diablos sabía este...?
El rudo soldado británico se detiene. Todos sus compañeros están mirando fijamente hacia el mismo punto, hacia el lugar donde estaba la figura hace un instante.
-¿Qué pasó? ¿Dónde está? inquiere. A su lado alguien le contesta:
-No sé. Se esfumó. Fue haciéndose cada vez más transparente y... y se esfumó.
Por el camino hacia el sur, los "coldstreamers" se alejan silenciosos, meditabundos, a reunirse con el resto de las tropas del general French...
Desde que ocurrió esto hasta el presente, la historia que aquí se narra ha sido repetida infinitas veces y de las más diversas maneras. Hay quienes creen que se trató de un enviado divino que, por mandato del Todopoderoso, bajó a la Tierra a salvar a los heroicos hombres extraviados. Otras sostienen que todo fue producto de la imaginación afiebrada y del sistema nervioso agotado de aquellos guardias británicos que, tras una fatigosa campaña y una no menos intensa batalla, sentían una muerte segura pisándoles loa talones. Pero lo cierto es que el camino no figuraba en ningún mapa, y que nadie pudo volver a hallarlo jamás. Lo cierto es, también, que los "coldstreamers" se salvaron. Y que, por la vía de la lógica, nadie ha explicado hasta hoy en forma convincente el caso del Ángel de Mons.

lunes, 23 de junio de 2008

El Diamante Hope...

Este diamante fue conocido primitivamente como el "Diamante Azul" y habría estado engastado en una estatua de Buda, de donde fue robado y vendido al Gran Mongol.
En el siglo XVII, un comerciante francés lo adquirio y así llegó a poder de Luis XIV, quien fue el único que escapo a la siniestra carga de este diamante.
En 1669, Tavernier mostró el diamante azul a Luis XIV, quien lo compró en 220.000 libras y otorgó al vendedor el título de nobleza que vino a sumarse al de barón recién concedido por un cliente satisfecho: el Elector de Brandemburgo. La maldición no tardó en cumplirse en Tavernier. Se arruinó a causa de una extraña conjura en la que intervino un familiar. Tuvo que huir el joyero a Rusia, donde sería hallado muerto de frío, devorado a medias su cuerpo por las ratas.
En cuanto a Luis XIV, guardó el diamante en un cofre. El 10 de setiembre de 1691, en ocasión de realizarse un inventario del tesoro real, apareció el diamante. Supo de su existencia madame de Montespan, la amante de turno del rey, y quiso que el soberano se la obsequiara. Poco después caía en desgracia y moría olvidada, en 1707. No contento el diamante con su nefasta labor, envió plagas y epidemias al reino de Francia. La población sufrió hambre y miseria, y se produjeron casos de canibalismo.
El 7 de febrero de 1715, en ocasión de recibir al embajador del sha de persia, el rey de Francia le mostró el diamante, para que viera que el objeto no podía hacerle ningún mal. Luis XIV murió aquel mismo año, inesperadamente. Comenzó entonces a correr la noticia entre el pueblo de que el diamante azul venido de la India el siglo pasado causaba desgracias a su poseedor. Luis XV subió al trono y nada quiso saber de la piedra. Ordenó conservarla en un cofre. Después se dedicó a la diversión, y parece que no le fue mal. Pero no pudo decir lo mismo su hijo, quien se convertiría en rey de Francia a su debido tiempo.
María Antonieta, esposa de Luis XVI, cometió en 1774 la estupidez de apropiarse del diamante. Y en alguna ocasión se lo prestó a su amiga la princesa de Lamballe. La Revolución Francesa se acercaba ya corriendo, lista para acabar con la dinastía de los Capeto. Quién sabe si fue parte por culpa del diamante, pero tanto Luis como María Antonieta y su amiga la princesa perdieron la cabeza bajo la guillotina sin tardar mucho.
En 1792, unos ladrones se apoderaron del diamante, pero se mataron más tarde entre ellos y sólo uno pudo guardar la piedra que conservó hasta 1820. Ese año, un desconocido mostró el diamante al tallador holandés Wilhelm Fals para que de la joya hiciera dos. La primera fue adquirida por Carlos Federico Guillermo, duque de Brunswick. Más le valiera no haberla comprado, porque se quedó en la calle antes de transcurrir dos meses. La segunda la conservó el holandés. El hijo de papá Fals se enamoró del diamante y se lo llevó prestado, para vendérselo a un francés llamado Beaulieu. Cuando el joven Fals se enteró de que su padre había muerto de dolor, se suicidó.
El señor Beaulieu vendió la piedra, en cuanto supo de la tragedia, a un tal David Eliason, curtidor judío, quien también se asustó y fue a vendérsela a Jorge IV de Inglaterra.El soberano inglés cometió el error de incrustar el diamante en la que sería su corona. Perdió la razón en 1822 y murió ocho años después. Fue entonces cuando apareció un tal señor Hope, quien realizaría unos actos de magia y daría su nombre a la piedra.
Sir Henry Hope tenía mucho dinero y no sabía qué hacer con él. En consecuencia, escogió la profesión de coleccionista. pero era un tipo muy práctico, que no quiso correr riesgos con el diamante. Contrató a un grupo de rosacruces y les pidió organizar una ceremonia mágica, para exorcizar la joya. Y cuando estuvo seguro de que no causaría más problemas a nadie, decidió darle su nombre. Nada malo le sucedió a sir Henry, pero cuando en 1901 vendió el diamante Hope a un norteamericano de nombre Colot, regresó el maleficio con nuevos bríos. Perdió este hombre la salud al mismo tiempo que la fortuna y tuvo que pasar la joya al príncipe Kanitowski. Este noble ruso era muy aficionado a las juergas, además de inmensamente rico. El príncipe llegó a París, capital de la diversión, y obsequió el diamante a una vedette de lindas piernas. Surgió un altercado a los pocos días y el tal Kanitowski mató a tiros a su amiguita.
No le fue mejor al griego Montarides, a poder de quien pasó el diamante. Se quebró el eje del carruaje en que viajaba y cayó a una barranca que el destino colocó en su camino. No hizo el último viaje a la eternidad solo. Lo acompañaron su esposa y sus hijos. El siguiente propietario iba a ser Abdul Hamid, quien perdió el trono turco por culpa de una revolución y fue a morir de desesperación en la cárcel. La lista de tragedias producidas por el diamante maldito no terminó con el turco. La persona que obtuvo el diamante desapareció en pleno océano. El director del Washington Post adquirió el diamante más tarde de una institución bancaria francesa que lo tuvo en custodia y se fue a la quiebra. La esposa del periodista enfermó gravemente y su hijo murió bajo las ruedas de un carruaje.
La familia Mac Lean, de Estados Unidos, fue la última en poseer el diamante. En 1918, uno de los hijos de la familia, de ocho años de edad, murió atropellado. Luego otra de sus hijas murió por una sobredosis de somnífero. El padre murió en el sanatorio victima de una depresión. La señora Mac lean ordenó guardar el diamante durante 20 añios en una bóveda de seguridad. Veinte años después Evelyn Walsh Mac Lean, su nieta, moria misteriosamente en Texas.
Conociendo toda esta trama, el experto en diamantes Harry Wiston lo adquirió y lo traspaso al Smithsonian Institute, de Washingtón, donde se expone a una urna de cristal.

viernes, 20 de junio de 2008

El Panteón Chase del Siglo XVIII...

Al sur de las islas Bahamas y de Cuba se encuentran las Antillas Menores, una de estas islas es la de Barbados, que fue una colonia británica hasta 1966, cuando obtuvo su independencia.
En este lugar se sucedera uno de los acontecimientos mas extraños que se puedan imaginar, estudiado por numerosos especialistas en fenomenos paranormales y tambien por escepticos que intentaron explicar lo inexplicable. Al dia de hoy no ha salido a la luz una respuesta a este hecho tan macabro.
Una de las criptas del viejo cementerio de Christ Chursh , está abandonada hace más de medio siglo, desde el día que tuvieron lugar en su interior fenómenos que aterrorizaron a los testigos y que aún no se pueden explicar.
Esta curiosa tumba la mandó construir en 1742 la familia Walrond, propietaria de una plantación de caña de azúcar, que tanto abunda aún en la isla. El panteón es una edificación sólida, construida con grandes bloques de coral unidos con cemento, posee una enorme losa de piedra de 4 x 2 metros que sirve de bóveda a la cripta. La entrada se cierra con una puerta de hierro.
En la actualidad el mausoleo está vacío y cerrado por orden municipal. Los Walrond vendieron el mausoleo, antes de ocuparlo, a sus amigos los Elliot. Iba a estrenar la tumba el Coronel Thomas Elliot, pero en el último momento los familiares del difunto decidieron cumplir con su deseo y fue arrojado su cuerpo al mar. La primera persona de la familia Elliot a quien correspondió el triste honor de inaugurar la tumba fue la señora Thomasina Goddard, indirectamente emparentada con la familia. Su cuerpo fue introducido el 31 de julio de 1807 en un sencillo ataúd de madera y pasó a ocupar uno de los anaqueles superiores de la cripta. A los pocos meses, el mausoleo fue cedido a los Chase, gente violenta que se había distinguido por sus raptos de locura y sus numerosos crímenes. Mary Ann Chase, hija menor del llamado Honorable Coronel Thomas Chase, fue conducida a la cripta el 22 de febrero de 1808. Era una niña que, según las malas lenguas, fue muerta por su propio padre en un ataque de furia homicida. El cuerpo de la pequeña fue inhumado dentro de un ataud de plomo, en una ceremonia sencilla y fria. Transcurrieron cuatro años, y el 16 de julio de 1812 volvió a ser abierto el mausoleo para dar entrada a otro ataúd, también de plomo. Y se produjo la primera de las grandes sorpresas. Había muerto Dorcas Chase, hermano de Mary Ann, quien tuvo siempre fama de excéntrico, Lo demostró al dejarse morir de hambre en su cuarto, encerrado con llave. Dos esclavos de color cargaron el ataúd de plomo hasta la puerta de hierro de la tumba y esperaron a que otros dos abriesen y entrasen en primer lugar, provistos de candiles. Se disponían los cuatro a descender por la escalera de piedra, pero la luz que inundó el interior del panteón mostró una imagen aterradora. El ataúd de Mary Anna María había sido movido hacía un rincón sin explicación. Los esclavos se negaron a seguir bajando y salieron corriendo del lugar.
Era un espectáculo dantesco.
El ataúd de Thomasina Goddard seguía en su sitio, pero el de Mary Ann Chase se encontraba cabeza abajo en el rincón opuesto al que debía ocupar durante los últimos cuatro años. Algunas personas valerosas regresaron el pesado ataúd de la niña a su lugar y acomodaron a su lado el nuevo huésped de la tumba: el hermano de Mary Ann. Estaba presente el Coronel Chase, dirigiendo la macabra operación, sin imaginar que al siguiente mes le tocaría a él ocupar el panteón.
En un intento por buscar culpables y racionalizar lo sucedido, se acuso a los esclavos negros de tal profanación. Se sabía que los negros habían asistido al entierro de la primera hermana Chase y que era poca la simpatía que tenían por el patriarca Thomas Chase, cuyo comportamiento cruel y tiránico había llevado al suicidio a su hija Dorcas. Sin embargo, los negros antillanos rechazaron la acusación y en su lugar mostraron miedo y respeto por lo que consideraban era obra de los espíritus.
También al Coronel lo enterraron en un ataúd de plomo, y lo condujeron a la cripta de Christ Church, temblando los asistentes al acto ante la horrorosa perspectiva de contemplar de nuevo los ataúdes tirados por el suelo. Pero, afortunadamente, si alguien se ocupaba de mover los ataúdes, no tuvo tiempo ahora de realizar la tarea. Nada había cambiado. Se depositó feretro en un nicho, quedó cerrada la puerta de hierro y todos se fueron a su casa, pensando que aquel espectáculo que presenciaron el mes antes se debió a un sismo que se sintió con mayor intensidad en el panteón. Transcurrieron cuatro años. En 1816 falleció otro hijo del Coronel Chase, el joven Samuel Brewster Ames Chase, el entierro tuvo lugar el 25 de setiembre. Los goznes de hierro se habían oxidado con el paso del tiempo y dos esclavos tuvieron que trabajar largo rato antes de abrir la cerradura y la puerta. Cuatro hombres esperaban afuera cargando el ataúd, que también era de plomo. La puerta se abrió lentamente, dos esclavos asomaron un rostro temeroso. Echaron una ojeada al interior de la cripta y salieron corriendo, alguna persona con sangre fría se asomó y vio en su nicho el ataúd de la señora Thomasina Goddard, pero no podía decirse lo mismo de sus compañeros. estaban todos en el suelo, cabeza abajo, apoyados contra el muro. ¿Quién pudo mover los ataúdes, si cada uno de los mismo pesaba 200 kilos y eran precisos cuatro hombres forzudos para cargarlo? Por fortuna se encontraba aquel día en el entierro Lord Combermere, gobernador de la isla Barbados. Le habían contado algo acerca de las cosas extrañas que sucedían en el panteón familiar de los Chase y quería verlo con sus propios ojos. Al contemplar aquello, adoptó medidas tan severas como inteligentes. Se quedó con sus hombres de confianza y procedió a buscar un pasaje secreto. Seguro finalmente de que no existía más entrada al interior del mausoleo que la puerta de hierro conocida, dio el siguiente paso.
Ordenó cubrir el suelo con arena fina, para que quedasen marcadas las pisadas de quien penetrase en la cripta, dejó caer unos objetos de valor que pudiesen atraer la codicia de los ladrones y pidió a su secretario que redactase un inventario de cuanto se hizo. A continuación ordenó colocar una cerradura nueva en la puerta y sellaron ésta con una capa de yeso y piedras. Apoyó su anillo en el mortero todavía húmedo y abandonó el lugar, para esperar que transcurriese el tiempo y muriese otro miembro de la familia Chese.
Algunos hechos curiosos
La fama del panteón trasendio incluso fuera de la Isla e incluso hechos curiosos y extraños sucedieron en sus alrededores, por ejemplo una señora que iba a depositar flores en una tumba cercana a la de los Chase escuchó un fuerte crujido, seguido de gemidos lastimeros, el caballo que sujetaba de la brida comenzó a lanzar espuma por la boca y se le erizó la pelambre, a causa del terror que sentía. Este comportamiento era insolito en el animal que fue llevado a ser visto por un veterinario que no pudo encontrar la causa y el animal debió ser sacrificado. El mismo dia, unos caballos que alguien dejó atados a un árbol, junto a la cercana a la iglesia, soltaron violentamente sus ligaduras, aterrados por algo que nadie supo decir qué era, galoparon hacia el mar, donde murieron ahogados.
Nuevamente la cripta se abre.
El 18 de abril de 1820, el panteón volvió a ser abierto. Hasta entonces el lugar no había sido utilizado, pero la expectación despertada en el público y el deseo del vizconde Combermere por comprobar si su experimento había dado resultado, hicieron que ese 18 de abril, se desvelara el misterio, a pesar de no haber ningún difunto para ocupar un hueco en la sepultura. El vizconde Combermere, acompañado del Honorable Nathan Lucas, el secretario de gobernación, mayor J. Finch, el señor Rowland Cotton, el señor R. Bowcher Clark y el reverendo Thomas Orderson, se dirigieron al cementerio de Christ Church, con un grupo de asustados peones negros, dispuestos a levantar la losa.
El vizconde Combermere.
Todo estaba como lo habían dejado, es decir: el cemento estaba intacto y los sellos oficiales seguían en su lugar, sin haber sufrido ninguna perturbación. Con esto, todos pensaron que el interior se encontraría también en buen estado, pero cuando el cemento fue picado y la losa retirada a un lado, se sorprendieron al escuchar un extraño rozamiento surgiendo de la oscura bóveda. Uno de los ataúdes de plomo había sido arrojado contra la losa y al ser retirada esta por los albañiles negros, la sepultura había sido arrastrada con ella. Los cada vez más aterrorizados negros comprobaron que el ataúd de Mary Anna María, se encontraba ahora empotrado en la pared del fondo, y del tal manera, que incluso el muro había sufrido daños. Los demás féretros estaban diseminados por el suelo de forma caótica. El vizconde Combermere, no daba crédito a sus ojos. El exterior de la bóveda seguía estando tan sólido como siempre, por lo que nadie podía haberse colado dentro por algún resquicio, y la fina arena depositada en el pavimento interior, no presentaba muestras de huellas o de presencia humana. Si alguien había entrado allí, pensó el vizconde, desde luego no era de este mundo. El honorable Nathan Lucas, dijo de la inspección que hizo del lugar: Examiné los muros, el arco y toda la bóveda: todo era igualmente antiguo; un albañil, en mi presencia, golpeó minuciosamente el suelo con un martillo: todo era sólido. Confieso que no puedo explicar los movimientos de esos ataúdes de plomo. Ciertamente, no se trata de ladrones, y en cuanto a broma pesada o truco, hubiese sido necesaria la participación de demasiada gente y el secreto hubiera sido descubierto; y en cuanto a que los negros hayan tenido algo que ver, su miedo supersticioso a los muertos y a todo lo que con ellos se relaciona, excluye cualquier idea de esa clase. Todo lo que sé es que ocurrió y que yo fui testigo del hecho.Nadie pudo entrar a la cripta para mover los ataúdes. El gobernador Combermere estaba seguro de que solo un hombre no pudo desplazarlos. Además, hubiese dejado sus huellas en el suelo. No encontró señales de inundación. El lugar se encontraba unos treinta metros por encima del mar, no era fácil que agua hubiese movido los ataúdes. En cuanto a un temblor de tierra, habría cambiado de lugar con mayor facilidad el ataúd de madera que los de plomo. Y el de la señora Goddard seguía en su nicho, bastante maltratado por el tiempo, ajeno a cuanto había sucedido en torno suyo. Los investigadores ligados a los fenómenos paranormales intentaron encontrar alguna explicación a el hecho, pero fue tarea inútil, porque ni siquiera podían afirmar que se tratase de un fenómeno paranormal. El escritor escocés, Arthur Conan Doyle (conocido por ser el autor de la zaga de Sherlock Holmes), se interesó a comienzos del siglo XX en el misterio de la isla de Barbados, concluyó que eran fuerzas sobrenaturales las que movieron los ataúdes de plomo, en señal de protesta, porque en su interior se descomponían los cuerpos con mayor lentitud que en los de madera, supuso también que con el arribo al panteón familiar del cuerpo de Thomas Chase se intensificó el fenómenos, en razón de los violentos efluvios que surgieron de él en vida y no logró atenuar la muerte. ¿Estaba en lo cierto Conan Doyle? ¿Fue aquél de Barbados el único en la historia?
El gobernador Combermere estaba seguro de que algo como aquello no había sucedido antes, ni se produciría después. Lord Combermere estaba precisamente en un error. Sucedió algo semejante en el mismo panteón, un siglo después. Los miembros de la logia masónica de Bridgetown acudieron el 24 de agosto de 1943 al mismo panteón donde el siglo pasado habían sucedido cosas tan extrañas, se presentaron ante el mausoleo que contenía los restos de Alexander Irving, primer masón de la isla Barbados, dispuestos a abrirlo. En el mismo mausoleo se había depositado muchos años antes un ataúd de plomo con el cuerpo de cierto Sir Evan McGregor. A los señores de la logia no les interesaba este personaje, sino Irveng, cuyos restos pensaban trasladar a otro sitio. Quitaron la losa y hallaron debajo una escalera de seis peldaños que conducían a una puerta tapiada con ladrillos. No existía la menor posibilidad de que alguien hubiese penetrado en la cripta desde la última vez que enterraron a alguien. Sin embargo, no tardaron los presentes en comprobar que no era así. Al quitar los obreros los ladrillos, vieron aparecer la punta de un ataúd de plomo. Se dieron cuenta sin tardar mucho que el ataúd estaba apoyado en parte contra la puerta y en parte contra el muro contiguo. Una vez dentro de la cripta, descubrieron los masones que el ataúd era el de Sir Evan McGregor, que había abandonado su nicho, de manera por demás inexplicable. Pero no fue ésta la única sorpresa. Por más que buscaron los presentes en la cripta, no hallaron el otro. ¿Se habían equivocado de tumba quienes venían a recoger los restos de Alexander Irveng? Realizaron entonces una investigación en la iglesia contigua y verificaron que el cuerpo del masón debía hallarse en aquella cripta. ¿No era aquél caso muy superior, en cuanto a misterio se refiere, al de la familia Chase, puesto que aquí hubo traslado de ataúd de plomo además de faltar un inquilo importantede del mausoleo? ¿Qué explicación podía darse al fenómeno? ¿Por qué solo se desplazaban los ataúdes de plomo? ¿Fueron movidos los ataúdes, inconscientemente, por personas ajenas a la familia de los difuntos, por un simple fenómeno de psicoquinesis que no ha logrado ser esclarecido? Pero si pudiera aclararse por medio de la psicoquinesis el movimiento de los ataúdes, ¿se explicaría la ausencia de otro?
Los inquietos ataúdes de Arensburgo
Al otro lado del Océano Atlántico sucedió en el siglo XIX un caso que recuerda al de la isla Barbados. Fue en la ciudad de Arensburgo, situada en la isla de Oesel. Lo mismo los acontecimientos de Arensburgo que los de la isla Barbados respondían a idéntico patrón de sucesos, podría decirse que, siendo iguales los síntomas, la enfermedad era idéntica en un caso y en otro. Hubo, para empezar, el asunto de los caballos, una señora que detuvo su carruaje a las puertas del cementerio el 22 de junio de 1844, a corta distancia del mausoleo de la familia Buxhoeden, fue la primera persona que pudo informar acerca de ciertas anomalías que llamaron la atención. Depositó unas flores en las tumbas de sus familiares y regresó a su carruaje para encontrar el caballo terriblemente asustado e inquieto. El siguiente domingo, otras personas que llegaron a depositar flores se sorpendieron al regresar ya que encontraron a los animales que guiaban sus carrujaes temblando de miedo y lanzando espuma por la boca. Hubo quien juró haber oído extraños ruidos procedentes del interior del mausoleo de los Buxhoeden y puso sobre aviso a los propietarios de la tumba. Estos subestimaron estos testimonios y dijeron que no iban a perder tiempo escuchando tonterías.
Pero como los sucesos seguian estando y los animales se espantaban al llegar a la cercania del panteón, las autoridades intervinieron y exigieron a los Buxhoeden abrir su mausoleo. Hallaron en su interior varios ataúdes amontonados en el suelo, como si alguien los hubiera esparcido sin ningun sentido, los acomodaron en sus respectivos nichos y cerraron la puerta sin buscar explicaciones para el fenómeno. El tercer domingo de julio volvieron a enloquecer los caballos unidos a los carruajes. Unos echaron a correr y otros se dejaron caer al suelo, revolcándose y soltando espuma por la boca. Tres animales murieron ese dia por esos hechos. La familia se sentía insegura, y su misma inseguridad les hizo negarse a abrir de nuevo el mausoleo. Pero tuvieron que acceder tres meses más tarde, cuando murió uno de ellos. Quitaron los sellos a la puerta y penetraron unos hombres en la cripta. Los ataúdes volvían a encontrarse en el centro, lejos de su sitio. Depositaron el ataúd del difunto en uno de los nichos vacíos, pusieron orden en los demás, cerraron la puerta con varios sellos y abandonaron el panteón. Después se reunieron a discutir con las autoridades. No deseaban que nadie fuera a acusarlos en la ciudad de vampiros ni de profanadores de tumbas. Pidieron a las autoridades que solucionasen el misterio. El Barón Goldenstubbe, presidente de la comisión investigadora, acudió al panteón acompañado por varios miembros de la familia Buxhoeden, habían transcurrido tres días desde el sepelio y Los sellos seguían intactos. Abrieron la puerta y aparecieron los ataúdes fuera de su sitio. El Barón ordenó colocarlos otra vez cada uno en su nicho, cerró personalmente la puerta y designó un guardia para vigilar la tumba día y noche. A continuación pidió al obispo y a dos médicos que lo acompañasen al día siguiente al mausoleo. Abrieron la puerta. Esta vez seguían en su sitio tres ataúdes. Los demás estaban ya amontonados en el suelo. Los médicos abrieron unos ataúdes al azar, en busca de huella de vampirismo. Verificaron el estado de los cuerpos y comprobaron que estaba todo en perfectas condiciones. Incluso los difuntos conservaban las alhajas con las que fueron enterrados. Unos obreros abrieron los muros en busca de pasajes secretos. Cerraron finalmente la puerta y quedaron apostados varios guardianes. Días más tarde declararían que no oyeron ni vieron nada sospechoso. El Barón Glodenstubbe ordenó abrir de nuevo el mausoleo. Volvían a estar revueltos los ataúdes. En vista de que el asunto no parecía tener solución, y para evitar males mayores, el Barón ordenó trasladar los féretros a otro lugar y demoler la tumba de los Buxhoeden. Esto fue como una solución milagrosa, en pocos dias regresó la paz al cementerio de Arensburgo, nadie mas denunció ninguna anomalia. Pero lamentablemente nunca logró averiguarse, igual que sucedió en la isla Barbados, por qué a los ataúdes de plomo aparecian esparcidos por el panteón, siendo que eran significativamente pesados y no existía lugar posible por donde ingresar al lugar y realizar esta macabra broma. Si bien muchos intentaron teorizar sobre el ¿porque? no hay un solo indicio que de una respuesta.

jueves, 19 de junio de 2008

El Great Eastern...

Una verdadera maravilla de ingeniería construido cincuenta años antes de su tiempo. Es extraño como los grandes inventos que se adelantan a la historia sufren el mismo final: La destrucción.
Entre otros tenemos el caso del Heindemburg (dirigible alemán de pasajeros que desapareció en un inmenso incendio sobre los Estados Unidos,) el Titanic (hundido al tropezar con un iceberg y que se consideraba insumergible) y el Great Eastern.
El barco era el doble de ancho de cualquiera conocido en su época. Su desplazamiento era cuatro veces superior y el tonelaje total cinco veces por encima de, cualquier aparato que se atreviera a cruzar los mares.
Era un verdadero gigante, destinado a ser maldecido por el Diablo. Tendrían que pasar más de sesenta años antes de que algún barco construido por mano humana se aproximara o igualara las dimensiones del Great Eastern en su época. Ocho masivas máquinas de vapor movían el monstruo. Los pistones tenían un diámetro de seis pies. Aparte de aquel increíble despliegue de energía a vapor el barco llevaba seis mil quinientas yardas de velas auxiliares.
Seis mástiles hechos con árboles que Superaban los 115 pies de altura y cinco chimeneas que parecían pozos sin fondo. Fue considerado como el primer barco insumergible del mundo por el sistema revolucionario de compartimientos estancos. Su sistema telegráfico tenía tantas ventajas que el Great Eastern sería como un campo de experimentación para el mismo.
Sus insaciables cavernas que parecían cavadas en los abismos de una negra montaña albergaban suficiente combustible como para nutrir a una pequeña ciudad de veinte mil habitantes por todo un año en invierno. Los camarotes de los pasajeros estaban iluminados por lámparas de gas, pero la cubierta superior tenía lámparas de arcos eléctricos. Veinte años antes de que Tomás Edison inventara el sistema.
El barco estaba diseñado para alojar cuatro mil pasajeros con todas las comodidades conocidas en la época Y algunas que aún no se conocían. El salón principal que corría entre la primera y segunda clase era de las dimensiones existentes en cualquier salón recibidor de un moderno hotel internacional. Este gigantesco salón estaba decorado con las sofisticaciones más increíbles. Mármoles italianos, sedas y damasquinas de Persia, terciopelos árabes, metales preciosos, todo era poco para la fantasía de los decoradores que habían trabajado en aquella maravilla sin parangón.

Sus diseñadores
Lo más extraordinario del Great Eastern estriba en los hombres que le dieron vida al proyecto. Un hombrecito genial, adusto y solitario conocido como Kingdom Brunel y el todopoderoso millonario dueño nada menos que del diamante Hope. Extraña pareja en verdad.
Brunel, el diseñador, jamás en su vida había diseñado un barco. Era un genio en la construcción de ferrocarriles, tenía una habilidad especial para jugar en la bolsa, era un genio en el diseño de túneles y puentes y finalmente, se le temía por sus facultades psíquicas y poderes de comunicación con el otro mundo.
Antes de cumplir los veinte años, este extraordinario hombrecillo, construyó nada menos que el Túnel que cruzaba el río Támesis. Poco antes de su muerte inventó un forceps que, aún en nuestros días es pieza básica en el instrumental de cualquier cirujano en el mundo ¿De dónde sacaba esos extraordinarios conocimientos Brunel? Nadie lo sabía.
El misterio más impenetrable rodeaba su vida hasta que se dio a conocer antes de ser mayor de edad construyendo la maravilla de ingeniería que constituye el túnel del Támesis. Brunel unió bajo su influjo extraño y magnético una reputada serie de figuras a fin de trabajar en sus planos. Realmente ya los planos estaban realizados por él en su totalidad pero necesitaba la ayuda moral de estas personas debido a su inexperiencia como constructor de barcos, y este era el barco más grande del mundo a construirse.
Entre los ayudantes había figuras extrañas. Allí estaba por ejemplo, el profesor Charles Piazzi (reputado astrónomo) profesor John Scott (piramidologista) y, hasta un mago profesional. ¿Qué representaban estos personajes en la construcción de una maravilla naval? Misterio, pero aún faltaba la coincidental más extraña de todas. El dinero para la construcción del monstruo futurista partió del bolsillo menos esperado, el dueño del Diamante Hope conocido en el mundo entero por su "maldición sobre los que lo poseían." ¿El Destino ligaba la maldición del diamante con el barco a construirse?
El banquero londinense Lord Henry Thomas Hope asumió la responsabilidad financiera y el conglomerado se unió bajo la denominación de Eastern Steam Navigation Company. Dos mil obreros se dieron cita el día programado para el inicio de las labores. El astillero se había situado en la isla de los Perros a un costado del Támesis.
Día y noche retumbaban los martillos de trescientos operarios colocando los clavos de una pulgada en grueso a fin de unir las descomunales planchas de acero. Y entonces comenzó la maldición del Diamante Hope a funcionar.

Las primeras victimas
Un joven trabajador de apenas quince años se cayó por uno de los costados que ya se alzaban a peligrosa altura falleciendo instantáneamente. Otro trabajador le siguió a la misma fatídica suerte en menos de una semana. Dos más cayeron de un andamio falleciendo instantáneamente. Un silencio de muerte y pesimismo se cernía en el astillero. Los obreros no se atrevían a mirarse entre sí y expresar sus pensamientos.
Los periódicos de la época se apresuraban a proclamar que el Diablo maldecía a todos aquellos que se acercaran a la construcción mediante el Diamante Hope. La construcción disminuyó en su ritmo vital, pero no en su impulso. El barco tenía que ser construido en el tiempo marcado a como diera lugar y así sería. Y continuaban las fatalidades.
Uno de los ejecutivos de la compañía encargado de vender acciones de la misma moría de repente sin causa de por medio en plena sesión comercial. Las acciones caían de su mano al suelo entre espasmos cuando fallecía, como presagio de lo que le esperaba al Great Eastern.
Un visitante que se encontraba demasiado cerca de la construcción caía al suelo con la cabeza destruida por una de las grúas ante la aterrada mirada de los trabajadores que nada podían hacer. Todas, absolutamente todas las muertes habían sido instantáneas. Y para colmo de desgracias una tarde a la hora del cobro se notaba la pérdida de dos trabajadores que colocaban remaches en las pailas interiores.
El capataz mandaba a buscarlos pensando que simplemente se había retrasado. Nada más lejos de la verdad. Los dos trabajadores se habían esfumado. Jamás volvieron a verse. De allí en adelante la atmósfera era de pánico en el Great Eastern que ya tomaba forma. Comenzó a correr el rumor que, debido a la urgencia de la construcción ambos trabajadores habían sido sellados vivos en uno de aquellos paneles estancos.
La compañía se apresuró a desmentir este rumor catalogándolo de "infundado y malicioso." Pero lo cierto era que los trabajadores habían desaparecido sin dejar rastros.
Y por fin llegaba el ansiado día de la botadura oficial. Noviembre 3 de 1857. En ese día la hija del millonario banquero Hope estaba dispuesta a amadrinar el barco con la clásica botella de champagne. La señorita Hope alzó la botella sobre la borda y antes de que tuviera el tiempo de estrellarla bautizando el barco éste se desplazó ominosamente en las sólidas cadenas que lo sujetaban.
Ante la gritería de la inmensa multitud que se congregaba en el lugar el coloso de acero se doblaba hacia un costado aplastando vidas humanas. Dos hombres se ahogaban en las sucias aguas del Támesis tratando de escapar a la ominosa masa que se inclinaba. Una veintena más era reducida a pulpa. El cuadro no podía ser más espantoso, aves, aullidos de terror agónico, borbotones de sangre que escapaban bajo el costado del monstruo. Ese fue el bautizo que recibió el barco más grande del mundo; el bautizo de la sangre humana.
Un mes habría de transcurrir antes de que se acallara el escándalo suscitado en todo Londres. Los periódicos volvían a la carga con renovados bríos. Mostrando a la hija del banquero Hope con una mirada de consternación y la botella de champagne alzada en su mano derecha mientras que el barco se inclinaba. Después la lista inacabable de los descuartizados.
Al mes exacto se realizaba un nuevo intento de botadura en el Támesis. La multitud acudía en cantidades aún mayores que la primera vez, todos querían ver la siguiente etapa de la maldición Hope sobre el Great Eastern. Poco tardarían en saciar su curiosidad. Evidentemente, bajo el excesivo peso de la multitud uno de los muelles cedía aparatosamente sepultando en el agua a cientos de espectadores. Entre los gritos de auxilio se olvidaba la botadura del inmenso monstruo.
Mientras que los equipos de rescate alineaban en los muelles cercanos los cadáveres ahogados de más de cien espectadores. De allí en adelante todo el que pasaba cerca de la isla de los Perros se hacía la señal de la cruz, como si el mismísimo demonio habitara en las entrañas de aquella masa negra que permanecía inmóvil en el astillero.

Al fin en el agua
Este golpe fue demasiado para el hombrecillo responsable indirecto de tanta sangre. El corazón de Brunel falló de repente y tuvo que ser internado. Casi dos meses más tarde se lograba al fin lanzar el hosco barco al agua grasienta y aún sangrante del Támesis. Era el 31 de Enero de 1858.
Para entonces la Compañía Eastern Steam Navigation se había declarado en bancarrota y una nueva compañía era formada con urgencia tras buscar nuevos accionistas. La nueva poseedora del Eastern se llamaba The Great Ship Companv. Seguían las inexplicables desgracias.
En una noche completamente en calma el Great Eastern, sin motivo aparente rompía dos de sus numerosas amarras y se balanceaba peligrosamente en el centro del Támesis. Los aterrados barcos menores escapaban a toda máquina mientras que la inmensa mole giraba en redondo. Finalmente, tras un par de accidentes con heridas superficiales en curiosos se lograba dominar al barco. El gigante homicida permanecería en sus amarras casi dos años antes de que se lograra reunir el suficiente capital como para iniciar sus viajes. Ya para entonces el Great Eastern era parte de la leyenda londinense. Tal como podrían serlo los Guardias Reales o los fantasmas en las viejas casonas embrujadas.
El 9 de Septiembre de 1859. Un enfermo, moralmente destruido y melancólico Brunel subía al inmenso barco para su prueba final antes de dedicarlo al transporte de pasajeros. Brunel apoyaba sus manos en el puente de mando. Todo estaba listo. Sus ojos miraban la gigantesca estructura elevaba el brazo para dar la señal de partida y caía muerto de una embolia. Tras de este último presagio ya nadie guardaba la menor duda de que la maldición de los infiernos había caído sobre el barco.
El sacerdote daba los últimos toques a la ceremonia en el cementerio. El ataúd de Brunel era alzado para después bajarle a la tumba cuando una terrible explosión se dejaba sentir en todo Londres. Una de las ocho pantagruélicas calderas del Great Eastern había reventado en mil pedazos. Nueve hombres que trabajaban en Great Eastern eran reducidos a llamas vivientes y se cocinaban vivos. Catorce más pasaban a los hospitales a punto de morir; y todo esto en pleno entierro de Brunel.
Pasarían dos meses antes de que la compañía lograra aplacar los ánimos de una forma parcial. Los periódicos pedían a voz en cuello que se libraran de aquel "diabólico monstruo" Los pasajeros se negaban a embarcar en el Great Eastern. En un viaje de prueba el primer maquinista perdía la mano en una caldera.
Todo estaba preparado para el fantasma del Great Eastern. Durante días los tripulantes se habían venido quejando de unos extraños martilleos que se escuchaban en los pasillos. El mismo capitán los había oído en noches insomnes y nadie sabía a ciencia cierta de donde procedían los mismos. Los más espantosos rumores comenzaron a escucharse entre la marinería.
Una parte de ellos decía que los mismos se debían a que las paredes estancas de acero estaban cediendo. Que era una cuestión de días el hundimiento. La mayor parte decía que se trataba de aquella pareja de obreros supuestamente empalada viva en las entrañas del barco. Lo cieno es que el martilleo seguía incesante, terrorífico.
La tripulación del barco terminó por amotinarse. Los motines y disturbios fueron tan violentos que la mitad de la tripulación tuvo que ser colocada tras las rejas. El 21 de enero de 1860 el capitán Harrison, varios de sus más fieles oficiales y un niño de nueve años abandonaban el barco en una misión rutinaria. Aún no se habían separado media milla del mismo cuando, de forma inexplicable el bote en que viajaban era presa de un remolino volcándose. El capitán Harrison, dos de sus oficiales y el niño perdían la vida en las turbias aguas del Támesis.

El primer viaje
Era el primer caso en la historia en el cual un capitán no podía tomar posesión de su barco, aún cuando llevaba más de un año y medio a bordo del mismo. El 17 de junio de 1860 el Great Easten lograba el permiso para abandonar el puerto. Era el primer viaje con pasajeros del monstruo siniestro y criminal. Para esta travesía solo pudieron encontrarse 36 pasajeros a pesar de los precios de liquidación que ofrecía la compañía propietaria. Viajar en el Great Eastern era sinónimo de muerte. Los pasajeros eran despedidos por familiares y amigos como si marcharan directamente al infierno. Más que un viaje de placer lucía que los infortunados 36 seres humanos se disponían a viajar en la Barca directa al Infierno.
En el primer día se decidió probar el inmenso velamen que hasta aquel momento y en casi tres años y medio no se había movido. Las seis mil quinientas yardas de velas tardaron más de seis horas en ser desplegadas, sólo para encontrarse que la mayor parte de ellas estaban inutilizadas. Definitivamente no se podía contar con el velamen.
Esta perspectiva no era nada agradable para el nuevo capitán John Vine Hall, porque su experiencia le decía que podían necesitarlas en cualquier momento. Y esto sucedió muy pronto. Las máquinas fallaron al siguiente día de la prueba con el velamen. El ominoso presagio del capitán se había cumplido.
Por tres días la increíble mole viajó al garete de un lado al otro. A merced de las fuertes corrientes del lugar. En aquellos momentos si se hubiesen cruzado con otro barco hubiese sido imposible evitar la colisión. Tres días de angustias vivió el capitán Vine Hall, pero en ellos se dio maña en distraer a sus escasos pasajeros con conciertos de violín y piano, mientras la negra mole viajaba al rumbo entre una espesa neblina.
El gran salón principal, orgullo del Great Eastern se descubrió al quinto día que no podía ser usado. Dos de las chimeneas principales corrían por él. Cubiertas por una espesa capa de decoración, pero cuando las chimeneas funcionaban el calor era tan insoportable que aquello se convertía en un horno. Como bien recalcó un pasajero en el viaje: "El Gran Salón, decorado en rojo terciopelo parecía la antesala del Infierno en aquel calor diabólico"
El 25 de Junio un tripulante se volvió loco de repente. Saltó sobre los pasajeros y miembros de la tripulación hiriendo a varios de ellos con un filoso cuchillo y profería denuestos y obscenidades clamando que "respondía a órdenes divinas." Tuvo que ser reducido a la impotencia tras dejar un mar de sangre en la cubierta y encerrado a cal y canto por el resto del viaje.
El Great Eastern se encontró envuelto en este viaje por la niebla y los enormes icebergs glaciales que cruzaban el océano. El piloto descubrió para su horror que el enorme armatoste no respondía al timón y que sus movimientos apenas podían ser controlados. Cuando el Great Eastern, finalmente llegó a Nueva York era el último día de junio. La pesadilla del viaje tenía que tener un final de acuerdo a las circunstancias. El barco fuera de control se precipitaba contra los muelles y la multitud que le aguardaba. Los gritos de bienvenida y las risas de los americanos se transformaban en chillidos de espanto y ayes de dolor mientras que la descomunal proa atropellaba algunas personas.
Sin embargo el pueblo americano desconocía o ignoraba la reputación de "maldecido por el Diablo" que seguía al barco. En derredor del mismo se organizaban todo tipo de fiestas, expendios populares y hasta ferias. En el centro de este tumulto que ya duraba una semana sucedió lo que podía esperarse de su fama. Mientras que la multitud bailaba y se divertía sobre el aserrín fresco puesto en los lugares embestidos por el barco, para cubrir las manchas de sangre, estallaba un incendio en el muelle principal.
De nuevo las risas y las fiestas se convertían en un "sálvese el que pueda." Lo que es más, la conflagración amenazaba con llegar a las cavernosas fuentes de suministros del Great Eastern. Esto hubiese significado una explosión como jamás se conociera en la historia de la Humanidad.
Tras una enconada lucha por el departamento de bomberos se lograba dominar el siniestro, no sin que antes nueve bomberos pasaran al hospital materialmente achicharrados vivos.
Tras de una infortunada gira en la cual el Great Eastern tomó dos mil pasajeros para cruzar hasta New Jersey y en la cual hubo de todo, el Great Eastern estaba dispuesto para volver a Londres. Esta vez cien pasajeros viajaban a bordo. El viaje de vuelta no transcurrió sin incidentes. Hubo un par de muertes. El barco embistió un pequeño remolcador mandándolo al fondo del mar y uno de los directores de la compañía que estaba a bordo murió de un ataque al corazón.
En el verano de 1861 el gobierno inglés decidió usar el Great Eastern como transporte de tropas desde Inglaterra hasta Canadá. Junto con las tropas iban como pasajeros 473 mujeres y niños. 400 en la tripulación y 122 caballos. Esto sin contar con la tropa que totalizaba casi tres mil soldados. El primer día del viaje se caracterizó por un inesperado motín que no parecía tener motivo (aparentemente la tropa deseaba a las mujeres) Lo cierto es que hubo más de diez muertos y de nuevo la sangre corrió como agua por la cubierta superior del monstruo maldecido.
La armazón del Great Eastern fue incapaz de evitar un glaciar que abrió un amplio hueco en sus costados y que de paso mató una gran parte de los caballos en la segunda cubierta. El ejército inglés se dio prisa a cancelar su contrato para transportar tropas en el Great Eastern, destruyendo las esperanzas de ganancias en la compañía al borde de la quiebra.
En Septiembre de 1861 se logró completar un nuevo viaje hacia Nueva York. Cuatrocientos pasajeros decidieron correr el riesgo de viajar en aquel barco maldecido.. Sólo para encontrarse que habían cometido el peor error de su vida.
A merced de una tempestad fuera de temporada (los dos viajes del Great Eastern habían tropezado con tempestades no previstas) el barco perdió sus paletas impulsoras. Una chimenea explotó. El Gran Salón quedó a merced de los pesados pianos que se movían de un lado al otro como toros enfurecidos destruyendo toneladas de cristalería y tapicería. Los pasajeros sufrieron más de cien bajas entre lesiones físicas y enfermedades aún cuando ninguno llegó a morir. Aterrados, se amontonaban como cadáveres en un rincón del segundo salón, mientras que la carga libre de sus ataduras corría por los inmensos pasillos destruyendo y aplastando todo lo que encontraba a su paso.
Las vacas vivas que se guardaban bajo cubierta para ser sacrificadas se soltaron y arremetieron contra todo aquel que se le cruzaba en su camino. El cuadro era dantesco, las luces fallaron. En verdad podía compararse fácilmente con el Infierno del Dante.
Y al final de este horroroso viaje la tripulación volvió a amotinarse en el medio de la tempestad. Los quejidos de los heridos, la sangre corriendo por los mármoles, la carga destrozando todo a su lado. y los animales embistiendo con los hocicos llenos de espuma sanguinolenta en la más completa oscuridad completaron el cuadro psíquico.
Los dementes eran cazados a tiros en la cubierta. Los vivos luchaban entre sí por botines en les camarotes. El más espantoso caos reinaba en el barco en tinieblas y sin control en pleno océano. Y en el centro de esta tragedia horrenda los pocos pasajeros que aún conservaban la lucidez mientras que contemplaban el batallar de tripulantes y ladrones a la luz de los relámpagos podían oír el martilleo de los fantasmas en las bodegas sumergidas.
El gigantesco monumento a la maldición extraña del diamante Hope fue encimado a un astillero para reparaciones. Los obreros que trabajaban en el casco apenas duraron un día, hasta que los martillazos misteriosos se dejaron sentir en los recónditos paneles sellados. El capitán se rió de esto, hasta que los oyó por él mismo. Irónicamente, el Great Eastern, que representaba un paso en el futuro, un avance de cincuenta a setenta años a su época, también fue el iniciador de la ciencia ficción.
En 1867 dio su último viaje llevando pasajeros desde Nueva York hasta la Exposición Mundial que brindaba Luis Napoleón en Paris. Allí el escritor de ciencia ficción Julio Verne tomó el barco como modelo para describir el superbarco que utilizaría en su novela La Ciudad Flotante.
Y de nuevo el barco se veía envuelto en una aventura fuera de su época cuando se le destinaba para llevar el primer cable telegráfico bajo el océano entre Londres y Nueva York. Tras mil doscientas millas de cable lanzado al fondo del océano, éste se rompió en pedazos perdiéndose en el mar una fortuna en metal y las esperanzas de comunicar los dos continentes.
Pero en la vida de aquella maravilla flotante que jamás llegó a serlo habría de suceder algo positivo. Un año después, tras un viaje accidentado el Great Eastern llegaba orgullosamente a Nueva York. Había tirado el cable submarino que unía los dos continentes.
De allí en adelante el Great Eastern entró en un proceso de humillación progresiva. Su primer triunfo fue el último. Terminó rodeado de chatarra en el Támesis. Sus ciclópeos costados se tomaron como vallas para pintar letreros propagandísticos en el barco muerto. Mientras que el óxido y la corrosión le mellaban su efímera vida. Por fin se decidió convertirlo en chatarra.
El misterio de los golpes había sido descubierto, sólo para hacerse aún más impenetrable. Porque, a los ojos de la realidad era imposible que, un hombre empalado vivo y muerto en menos de una semana continuara durante casi diez años martillando al mundo el horror de su muerte.

miércoles, 18 de junio de 2008

Un ser luminoso...

Este extraño caso ocurrió en Filadelfia (EEUU), la noche del 26 de septiembre de 1950 y tuvo como testigos a cuatro policías de intachable reputación. Esa noche, que se presentaba tranquila y sin sobresaltos, en un patrullero los policías Keenan y Collins recorrían la ciudad que descansaba.
Pero sorpresivamente vieron caer frente a ellos, a escasos 50 mts. de distancia, un objeto luminoso que descendía lentamente del cielo.
Fue así que descendieron del vehículo y se acercaron a ver de que se trataba ese extraño cuerpo que habían visto caer.
Cuando se acercaron y enfocaron sus linternas, no lo podían creer: en un terreno baldío, una gran mancha roja se extendía en el suelo y al ser iluminada brilló con una coloración púrpura fosforescente. Pero lo más impactante fue que se trataba de una masa gelatinosa, dotada de movimientos, que palpitaba y se estremecía como un ser vivo; poseía una forma circular que uno de los policías calculó en dos metros de diámetro, con unos treinta centímetros de espesor, y lo más inquietante, un par de ojos que fijamente miraban a los uniformados..Los dos policías, desconcertados ante este extraño ser, deciden llamar por el radio del patrullero, pidiendo que un superior llegue al lugar. A los pocos minutos, un segundo patrullero se hizo presente en el lugar, ocupado por el sargento Cook y el agente Cooper. El sargento Cook, poniéndose al mando del grupo, ordeno a Cooper que intentara levantar a esta criatura luminosa por los bordes; pero apenas las manos del policía tuvieron contacto con el extraño ser, éste comenzó a desintegrarse.
La sustancia viviente parecía estar compuesta por una gelatina muy pegajosa. El resplandor púrpura aumentaba con las convulsiones propias de la dramática agonía y cuando los inquietantes ojos dejaron de percibirse, comprendieron que el monstruo había acabado su existencia. En las manos del agente Cooper habían quedado restos de la masa, que se volatilizaron al cabo de quince minutos y a la media hora, ya no quedaban rastros de la horrible criatura, en el lugar. Del hecho, solo queda el informe de cuatro policías con intachables fojas de servicios, que fueron los únicos testigos de este extraño suceso, el cual les acarreó, no solo la burla de sus compañeros, sino también problemas emocionales, que fueron superando con el tiempo. ¿Qué era la criatura? ¿De que estaba compuesta? ¿Era un ser vivo o solamente un experimento de alguna civilización estelar? ¿Caerán a la Tierra más seres fosforescentes? Por ahora son demasiadas preguntas y ninguna respuesta. Tal vez, en el futuro podamos develar el enigma del ser gelatinoso que cayó en Filadelfia, la noche del 26 de septiembre de 1950.

martes, 17 de junio de 2008

Extraños Objetos del Cielo...

Si unos años antes de la Revolución Francesa, el químico francés Antonio de Lavoisier exclamó indignado, al referirse a los meteoritos, que «las piedras no caen jamás del cielo», ¿cuál habría sido su reacción de haber escuchado decir que también otra clase de objetos se desploma sobre la Tierra con relativa frecuencia, inanimados o vivos? Sin embargo, aceptado ya que los meteoritos de todos los tamaños, incluso convertidos en polvo, representan un aumento anual de varios miles de toneladas al peso de nuestro planeta, es bueno saber que los testimonios sobre las lluvias de objetos han sido mucho más abundantes de lo que pudiera suponerse. Charles H. Fort

En ciertos casos han surgido explicaciones para el fenómeno. En otros ha resultado imposible encontrarlas, porque iba mucho más allá de una simple teoría. Charles H. Fort (1874-1932) era sin lugar a dudas un tipo peculiar. Escribió su autobiografía con tan solo 25 años, y aunque trabajó un tiempo como periodista y taxidermista (¡), gran parte de su vida la dedicó a la recopilación de hechos anómalos en la biblioteca de Nueva York. Así fue el primero que comenzó a recopilar información sobre estas lluvias insólitas, a comienzos del presente siglo, hurgando en revistas, periódicos y anales de algunas sociedades científicas que les concedían escaso interés.
De los recortes por él obtenidos integraría un libro convertido en clásico de lo insólito, al que titularía El libro de los condenados. De su libro se han extraído algunos pasajes interesantes, muy pocos. El resto, siguiendo su ejemplo: recortando noticias aparecidas en la prensa de los últimos años.

Fueron objetos de muy diversa índole
La noche del martes 5 de junio de 1979, una familia veía un programa de televisión en su casa de Calgary, Canadá. Oyeron de repente un crujido en el techo y se abrió éste para dar paso a una enorme masa de hielo verduzco que fue a estrellarse en la sala. Randy Hutton, periodista del Calgary Herald, investigó en el aeropuerto. Ningún avión había dejado caer el agua del depósito, y aunque lo hubiera hecho ‑cosa que sucede a veces, por comodidad‑, se habría evaporado antes de alcanzar el suelo. Después de todo, estaban en pleno verano.
Poco más tarde iba a suceder algo semejante en Lake Worth, Florida, en casa de la señora Helen Goddard. Hubo también el consabido crujido en el techo, como si algo hubiera caído encima, y lo mismo sucedió en los dos siguientes días. Ala señora se le ocurrió igualmente asomarse por la ventana y vio su jardín lleno de cubitos de hielo de una pulgada de lado. Habló por teléfono al periódico Palm Beach Post para informar de lo sucedido. Llegó un reportero y tuvo ocasión de ver cómo se repetía, el día 11 de septiembre, la lluvia de hielitos. Después de aquella fecha, se acabaron. La señora lo tomó con admirable filosofía. El domingo 11 de septiembre de 1949 amaneció despejado y caluroso en el condado de Stephe, Texas. Tres buenos amigos, médicos de profesión, Robert Botts, John Tupton y T. J. Treadwell, decidieron ir a cazar al cercano bosque. Se encontraban a orillas de un arroyo, acechando a la presa, cuando oyeron un silbido agudo, seguido de un choque. A cinco metros de donde se encontraban vieron un bloque de hielo, de unos 20 kilogramos, profundamente hundido en el suelo. Se aproximaron a él y comprobaron que tenía un color blanco lechoso. Los tres, segundos antes, habían oído un trueno, a pesar de ser un día despejado, pero no le concedieron ninguna importancia.
Comprobaron más tarde que ningún avión pasó por el lugar, que hubiera podido tirar el hielo al espacio. El Dr. Tupton, un hombre profundamente religioso, que llevaba su Biblia a todas partes, la abrió en el Apocalipsis de San Juan, versículo 21 del capítulo XVI, y leyó el siguiente texto: «Y cayó del cielo sobre los hombres un enorme granizo, y los hombres blasfemaron, porque la plaga fue grande.»
Edward Latham, de profesión pastor de ovejas en un lugar del Somerset inglés, fue despertado la noche del 10 de noviembre de 1950 por los ladridos furiosos de sus perros. Salió de la cabaña, pero no vio nada sospechoso. Regresó a dormir. Por la mañana fue a ver a las ovejas. Encontró una muerta, con un profundo tajo en el cuello, y al lado un bloque de hielo de 7 kilogramos. Bajó al pueblo cargándolo y presentó una denuncia. Por el camino encontró otros pedazos de hielo, grandes como un melón. La denuncia pasó a manos del Ministerio del Aire, que prometió realizar una investigación. La cosa no paso de ahí.
Dos semanas más tarde sucedió algo peor cerca de Londres, en una hermosa noche estrellada. Esta vez el hielo pesaba 200 kilogramos y atravesó el techo de un garage, en Wadsworth, y dejó destrozado el automóvil que no habían podido terminar de arreglar. Nadie supo explicar el misterio de lo que en un principio se pensó que fue una bomba.
En la última semana de agosto de 1983 cayeron tres enormes bloques de hielo, también en Inglaterra, que de milagro no mataron a nadie. Uno abrió un enorme boquete en el techo de un taller, en Hitchin. El segundo cayó a muy corta distancia de una niña de tres años que jugaba en el jardín de su casa, en Ampthill. El tercero, el más pequeño de todos, cuyo tamaño era el de una bolsa de viaje, fue a dar a otro jardín, en Bushey, cuando jugaban en él dos niños. Las autoridades de Aviación Civil dieron la misma explicación de otras veces: debía tratarse del agua del lavabo de un avión, que se heló a los pocos segundos de tirarla fuera.
Se dará un último ejemplo de bomba de hielo-las hay de otro estilo, como no tardará en comprobar el lector- con la que cayó el 9 de abril de 1971, que a punto estuvo de conducir a la locura a Severa Medrano, quien vivía en el puerto de Tampico, en el Golfo de México. Dormía apaciblemente cuando fue despertada por un espantoso es truendo en su alcoba. Vio entonces el techo abierto por un orificio a través del cual entraba la luz de la Luna. Junto a su cama había un bloque de hielo de más de 50 kilogramos.
Era un caso tan poco normal en Tampico, ciudad cálida por excelencia, que la población entera se interesó en la pobre viuda de Díaz. Las autoridades realizaron una investigación exhaustiva, que no condujo a nada.

No sólo de hielo han sido las bombas
La Monthly Weather Review de marzo de 1885 informó sobre unas misteriosas detonaciones venidas del cielo, que fueron seguidas por la caída de un objeto de varias toneladas de peso. Y a mediados de 1922 cayó una lluvia de rocas - en ninguno de los dos casos se dijo dónde sucedió-, que duró nada menos que 9 meses. La policía creyó que alguien amigo de hacer bromas utilizó una catapulta, pero un maestro declaró que las piedras eran demasiado pesadas para lanzarlas desde lejos.
La tarde del 27 de abril de 1872 cayeron piedras y otros proyectiles sobre una casa de la Reverdy Road, en Bermondsey, Inglaterra. Rompieron las ventanas e hirieron a varias personas. Y lo mismo sucedió, en junio de 1860, en Wolverhampton, después de una violenta tormenta. Desde luego, no eran bloques de hielo, sino auténticos pedruscos, como los que cayeron el 6 de julio de 1888 sobre Palestine, Texas. Pero en este caso, las piedras estaban asombrosamente pulidas.
Ejemplos de este género de lluvia los hay por centenares y no se darán más, de casos similares, porque sería hacer la lista larga y tediosa. Pero se dará a conocer solamente uno más, porque sus consecuencias iban a resultar sumamente divertidas. Sucedió en noviembre de 1921 en el pueblo californiano de Chico. Nadie prestó entonces la menor atención al hecho de que hubieran caído piedras del cielo. Y cuando a alguien se le ocurrió informar al sheriff J. A. Peck, exclamó irritado que no fueran a importunarlo con tonterías. Sin embargo, tuvo que rectificar al llegar la primavera siguiente.
La lluvia de piedras creció en intensidad a partir del 22 de marzo. Se organizaron batidas para descubrir a la persona autora del lanzamiento de piedras, que caían con especial tino sobre el almacén de J. W. Charge. Varios policías se apostaron en puntos estratégicos. Las piedras siguieron cayendo, golpeando las ventanas y quebrando los vidrios. Curiosamente, jamás lastimaron a nadie. La Asociación Espiritista de Chico celebró una reunión para consultar con el más allá sobre la identidad de quien tiraba las piedras. Se informó entonces que ninguna mano humana lo había hecho y que los espíritus anunciaron el cese de actividades para dos días después.
La prensa dio a conocer lo sucedido. En efecto, se acabó la lluvia de proyectiles, pero comenzó en el otro extremo del continente, en un pueblo de Nueva Escocia llamado Antagonish, donde una niña declaró que veía espíritus cuando lanzaban las piedras. Dio comienzo una curiosa rivalidad entre los dos pueblos y se ofreció una recompensa para quien atrapara al espíritu culpable. Era lógico que llegaran al lugar cientos de curiosos a observar el fenómeno, porque las piedras volvían a caer en Chico. Algunos vecinos estaban seguros de que llegaban desde el planeta Marte. Aunque parezca difícil de creer, no era la primera vez que sucedía esto en Chico.
Hubo una lluvia de peces en este lugar en 1878 y cayó un enorme meteorito en 1885, y así consta en los periódicos de la época. Resultó tan curiosa la lluvia de 1921 que se presentaron expertos parapsicologos a estudiar el fenómeno. Pero se interrumpió la lluvia en su presencia. Un pastor evangelista de Oakland, Roy Studd, declaró entonces que todo era obra de Satanás, y que lo único que podían hacer los vecinos de Chico era arrepentirse de sus pecados y rezar. La iglesia evangélica se vio entonces muy concurrida. Todos querían rezar por la pronta partida de Satanás pero el muy maldito hizo caso omiso y siguió tirando piedras sobre la población.
A fines de marzo, el sheriff Peck recibió una carta firmada por alguien que se hacía llamar el Fantasma. Decía que agradecía las muchas atenciones que con él tuvieron todos, pero se veía obligado a abandonar Chico. Fuera o no una broma, cesó la lluvia de piedras.
Se quiso dar explicaciones de todo género al fenómeno, entre ellas que algunos muchachos idearon un dispositivo para tirar las piedras con fuerza, pero es interesante observar que las piedras no procedían de la localidad, sino de un lugar lejano, además de que no describían una parábola, sino que llegaban del campo, siguiendo una trayectoria perfectamente horizontal.

Lluvia de objetos de verdad increíbles
El 3 de septiembre de 1969 cayeron del cielo numerosas pelotas de golf sobre Punta Gorda, Florida, y estuvieron rebotando por las calles. El teniente Clarence Walter, de la policía local, investigó en el Club de Golf. Nada obtuvo en claro, fuera de enterarse de que también llovieron pelotas de golf en diversos puntos de la región. Esta curiosa lluvia no se compara con otra que cayó, en julio de 1984, en el jardín de una casa de Lakewood, California. Sólo cayó un objeto, de 10 kilogramos de peso, lanzando un agudo silbido, y fue a abrir un cráter de 1,20 metros de profundidad en el jardín de la casa de Fred Simmons. Se creyó que lo habían dejado caer desde un avión, pero no fue así. El objeto era un cohete que fue lanzado al espacio después de la II Guerra Mundial. Cómo tardó tantos años en alcanzar el suelo, fue este fenómeno un misterio que nadie supo explicar.
Siendo las 6 de la mañana del 11 de julio de 1979, un ruido ensordecedor despertó a los vecinos de Sioux Falls, Dakota del Sur. Creyeron que se trataba de los restos de un satélite artificial caído a tierra. Estaban en un error. Era una bola de color naranja, de 8 kilogramos, semejante a las que sirven para jugar a los bolos. El objeto no procedía de ningún satélite artificial ni de ningún avión.
Unos niños que jugaban en el rancho Hislop, en Grove City, Ohio, acababan de abandonar la casa, el 4 de marzo de 1983, cuando cayó del cielo un objeto. Era un pedazo de bronce con incrustaciones de carbono, de kilo y medio de peso y 15 centímetros. Los muchachos fueron a tocarlo. Estaba quemando. También en este caso se confirmó que ningún avión lo había dejado caer.
El 21 de octubre de 1638, una fuerte tormenta estalló sobre la aldea inglesa de Widecombe-in-the-Moor, en el Devon, y una bola de fuego penetró en la iglesia. Destrozó el campanario y gran parte del edificio y causó heridas a 62 personas y la muerte de 4. Dicen las crónicas de la época que se extendió por el templo una espantosa fetidez que hizo pensar en la intervención del mismo Satanás. Muchos años antes de que esto sucediera, el 15 de octubre de 1090, el campanario de una iglesia de Winchcomb, Gloucestershire, fue golpeado por una bola de fuego que abrió en el muro un orificio grande como un hombre. Destrozó la cabeza y la pierna derecha de un Cristo crucificado. Siguió a esto una espantosa pestilencia, y así lo dejó escrito el historiador William de Malmesbury en sus Crónicas de los reyes de Inglaterra.
No siempre han provocado las bolas de fuego destrucción y pestilencia. En 1907, una de ellas logró imponer la paz en Nicaragua. El general Pablo Castellanos luchaba por apoderarse del país. Todo le sonreía. Ganaba victoria tras victoria al frente de sus valientes soldados. Era cosa de días entrar en Managua, la capital. La noche antes de la batalla definitiva pasó revista a sus tropas y se retiró a descansar. Pero, de repente, se iluminó la noche, como si fuera pleno día. Una bola de fuego cayó desde el cielo sobre la tienda del militar. Pereció el general Castellanos y sus soldados decidieron que, no estando Dios de su lado, mejor sería deponer las armas. Vino a averiguarse que la bola de fuego fue en realidad un meteorito, del que aparecieron fragmentos en torno al cráter que formó en la precisa tienda de don Pablo.

Lo más increíble: lluvia de ranas y sapos
Hacia la mitad de la década de los 80 estuvo cayendo, a lo largo de 4 años, granos de maíz sobre la población de Evans, Colorado. Sin embargo, nadie cultiva esta gramínea en los alrededores y el depósito de granos más cercano se encuentra a 10 kilómetros. El 15 de septiembre de 1986 fue vista la misma lluvia por periodistas del Greely Tribune, en una población cercana. Una lluvia semejante había tenido lugar el 26 de agosto del mismo año cerca de Winchester, Inglaterra.
Una lluvia de granos de maíz puede considerarse insólita, pero ¿qué decir cuando son sapos, ranas y hasta peces lo que cae del cielo? La tarde del 31 de marzo de 1977, la señora Benbow se encontraba comiendo en compañía de su familia, en un pequeño pueblo del estado de Ohio, cuando se desató un fuerte chubasco. Al terminar, salieron todos a dar un paseo hasta el río. De regreso a su casa encontraron el patio trasero lleno de sapitos grandes como una uña, que nadie supo decir de dónde habían llegado. La única explicación posible era que cayeron del cielo, puesto que el patio estaba rodeado por una tapia que hacía imposible el paso a los batracios. Lo curioso era que la misma señora Benbow había hecho un hallazgo idéntico, 50 años antes, en Long Lake, Indiana, después de un fuerte aguacero.
En los primeros días de julio de 1979, la agencia soviética Tass de noticias informó que una tormenta dejó caer miles de ranas sobre el poblado de Dargan-Ata a orillas del río Amu Daria, que vierte sus aguas en el mar de Aral. La ciencia explicó el fenómeno: un remolino había succionado toda clase de objetos y animales de pequeño tamaño y los llevó hasta una nube. Cuando se calmó el remolino, todo cayó, junto con el agua, en un lugar distante.
¿Fue un fenómeno semejante a éste el descrito en el Éxodo bíblico, presentado como una más de las muchas plagas que se abatieron sobre los egipcios? Explica el texto que el río crió ranas, que entraron a todas las casas y subieron a las camas y a las mesas, y cubrieron toda la tierra de Egipto, hasta el palacio del faraón. Pero sucedió que los sacerdotes del faraón no se quedaron atrás: hicieron aparecer más ranas, se ignora de dónde, porque debían haberse acabado, y se produjo un empate entre egipcios y hebreos. Los lectores de antaño aceptaron sin chistar este milagro. Los de ahora, algo escépticos al ser dueños de mayor información, se preguntan si no hubo de por medio algo más que la simple magia. Y buscan la manera de conocer más casos de lluvia de ranas.
El ya citado Charles Fort publicó en su libro una noticia aparecida en 1838 en la revista inglesa Notes and Queeries, donde se reproducía la carta que cierto profesor Pontus escribió al científico francés Fransois Arago. Decía que el 30 de julio cayeron del cielo ranas sobre la ciudad de Londres, después de una violenta tormenta. Es decir, en pleno verano. El 4 de julio de 1883 y también en la estación veraniega, el London Times anunciaba a sus lectores que, después de un chubasco sucedido en la región de los Apeninos, llovieron sapos de todos los tamaños. ¿De dónde procedían las ranas inglesas y los sapos italianos? Jamás supo contestar nadie a esta pregunta inquietante.
Tampoco hubo explicación para la lluvia conjunta de ranas y sapos que cayó el 30 de junio de 1892 cerca de Birmingham, Inglaterra. Los campesinos atribuyeron el milagro a una malvada tromba que succionó a los batracios en algún lugar lejano y los condujo por el espacio para depositarlos finalmente en el lugar que pudo ser contemplado por tantos espectadores. Nadie supo explicar por qué la tromba actuó con un espíritu tan selectivo, puesto que se llevó únicamente ranas y sapos y se olvidó de otros animales más livianos. De acuerdo con el Times de Londres del 23 de septiembre de 1973, la noche anterior cayó una lluvia de sapos sobre el pueblo de Brignoles, en el sur de Francia. Y el Daily News del 5 de septiembre de 1922 había informado que, por espacio de dos días, cayeron también sapos sobre Chalon-surSaóne. El 24 de octubre de 1683 habían caído también sapos en Bicking Hall, Norfolk, tantos que entraron en las casas. Los antiguos cronistas mencionaron estas lluvias, que los dejaron maravillados, desde Plinio hasta Ateneus, y lo mismo sucedió durante la Edad Media. Pero las observaciones de fenómenos crecerían en número a partir del siglo XIX.

Hay informes sobre lluvias de otros seres
Todos los años, al llegar el verano, se produce en Tampico y en otros puntos del Golfo de México una curiosa invasión, tan extraordinaria como desagradable. Se inundan las calles de enormes cucarachas voladoras -las llaman mayates-que ocasionan desde problemas de tráfico hasta molestias a los transeúntes. Incluso se introducen en oficinas y casas cuyas ventanas quedaron abiertas, como había sucedido con las ranas de la plaga bíblica. Los insectos caen al suelo después de tropezar contra las paredes y una vez repuestos del golpe reinician un vuelo tan molesto como peligroso para quienes no usan gafas.
Más de 6.000 kilómetros al sureste de Tampico se produjo, en octubre de 1977, otra plaga singular. Sus causas permanecieron largo tiempo en el misterio, hasta que se aclaró finalmente el porqué de la invasión. Millones de grillos habían aparecido de repente en el pueblo de Altinho, unos 100 kilómetros al oeste de Recife. Había grillos por todas partes, en las calles, en las oficinas, en las casas, debajo de las camas, en las cocinas y hasta en la iglesia se metieron, para impedir a los fieles escuchar el sermón del señor cura.
Echaron toneladas de DDT -¡ah, si el faraón hubiera contado con tan estupendo recurso!- y se acabaron los grillos. La explicación de lo sucedido fue como sigue: los grillos constituían el casi único alimento de unos enormes sapos que eran cazados para fabricar con su piel bolsos, cinturones y correas, artículos que eran exportados a Estados Unidos. Cada uno de los sapos devoraba cada noche no menos de 300 ninfas de grillo. A1 disminuir el número de sapos, se rompió el equilibrio ecológico y se extendieron los grillos por la región, hasta estabilizarse finalmente su crecimiento.
En la India había sucedido algo semejante, pero no fue con sapos como en Brasil, sino con ranas. Este país exportaba anualmente 70 millones de ranas comestibles, pero la exagerada explotación de la Rana esculenta condujo a un grave problema: proliferaron los insectos que constituían su alimento y se convirtieron en amenaza para los cultivos. Pero también peces y otros increíbles seres han llegado volando por el espacio para sumir en la perplejidad a los sabios.
Uno de éstos, el naturalista francés conde de Castelnau describió la violenta tormenta que se abatió en febrero de 1861 sobre la ciudad de Singapore, que arrastró una enorme cantidad de bagres de buen tamaño. Pero cuando le preguntaron las causas de una lluvia tan insólita, desvió la conversación. En cambio, el alemán Alexander von Humboldt optó antes por la solución más sencilla: negó las lluvias vivas. Y en su Historia de gentibus, aparecida en 1555, Olaus Magnus reseñó la lluvia de peces, ranas y otros seres, casi todos vivos. Sólo en contadas ocasiones, los animales estaban muertos desde hacía varios días.
Y hablando de peces, se dirá que Ron Langston, vecino de East Ham, suburbio londinense, se sentó una noche de mayo de 1984 para ver la televisión. Oyó un ruido extraño en el tejado de su casa, pero no sintió deseos de averiguar qué lo producía. Era más interesante el partido de fútbol. La mañana siguiente descubrió en el tejado y el jardín una docena de lenguados. Y en la cercana Canning Town cayeron del cielo 40 peces. El siguiente aparecieron numerosos peces marinos en Tlairsk, pueblo del Yorkshire situado a 45 kilómetros del mar. Pero lo más raro sucedió en Dilhome, 80 kilómetros al sureste del estuario del río Dee, en Inglaterra, donde llovieron conchas originarias nada menos que de Filipinas.
Puesto que siente el autor de esta obra gran interés en ofrecer al lector un panorama extenso de esta clase de lluvias, citará algunos casos más, de verdad increíbles, en los que relatará las fuentes en que halló los datos. Dirá así lo que informó el Buffalo Sunday Courier del 13 de enero de 1878: unos días antes cayó sobre Lockport, en el estado de Nueva York, una lluvia de lombrices, después de una nevada copiosa. Eran miles las lombrices y desaparecieron a los pocos minutos. Seguramente, se metieron bajo tierra, porque seguían con vida.
El New York Times del 2 de septiembre de 1878 informó sobre la lluvia de peces que cayó en Chico, California, en un día claro. Arthur Porter, que vivía en Lismore Showgronds, suburbio de Sydney, en Australia, descubrió el jueves 31 de enero de 1973 que la víspera llovieron unos 200 peces sobre su casa, largos de 15 centímetros. Estaban aún con vida unos y golpeados otros, como si hubieran caído desde muy alto.
Más extraordinario sería lo sucedido el 10 de enero de 1877 en Memphis, Tennessee, que mereció una nota de la revista Scientific American del siguiente mes. Cayeron del cielo miles de serpientes cuya longitud oscilaba entre los 30 y los 45 centímetros. Charles Fort declaró que solamente supo de cuatro casos semejantes, frente a los 294 conocidos de ranas y peces. Por fortuna, las serpientes de Memphis no eran venenosas.
En 1578 cayeron pequeños ratones de color amarillo sobre Bergen, Noruega, y lo mismo sucedió el siguiente año. La Monthly Weather Review del 4 de julio de 1953 dio a conocer el caso de la tortuga envuelta en hielo que cayó del cielo sobre Bovington, en el estado de Massachusetts. En 1896, el Philadelphia Times informó sobre la caída de miles de pájaros en las calles de Baton Rouge, capital del estado de Luisiana. Si hubieran pertenecido a una misma especie podría pensarse que eran aves emigrando, pero el grupo estaba formado por patos, canarios. pájaros carpinteros y aves exóticas de extraño plumaje.