jueves, 31 de enero de 2008

Lyonesse y la leyenda del Rey Arturo

En los antiguos mitos que narran las aventuras de los caballeros de la Mesa Redonda aparece el reino de Lyonesse. Es una misteriosa tierra sumergida donde se alzaba Camelot, la mítica ciudad del rey Arturo.
Cuando el día es claro y se disipan las brumas que habitualmente cubren los ásperos farallones del Fin del Mundo (así llaman los lugareños al extremo oeste de Cornualles, en la parte meridional de Inglaterra), se divisan a unos 30 kilómetros de distancia las diminutas islas Scilly, barridas por los poderosos vientos del Atlántico. Entre el rocoso archipiélago y tierra firme se extiende un mar poco profundo en cuyo fondo parejo la leyenda sitúa al antiguo y misterioso reino de Lyonesse. ¿Allí se alzaba Camelot, la feérica ciudad dorada del rey Arturo?
A mitad de camino entre el Fin del Mundo y las islas hay un conjunto de rocas, llamado "las siete piedras", que delimitan un sector denominado "la vivienda" por los pescadores de la zona, donde éstos dicen haber extraído del agua trozos de puertas y ventanas. Estos restos serían la prueba de que la región estuvo emergida a principios de la era cristiana y que luego el mar la cubrió. Según una antigua tradición, cuando el agua avanzó, un caballero logró escapar al galope de su corcel (y el escudo de armas de la familia Trevelyan, apellido tradicional de Cornualles, es un caballo blanco saliendo del mar). Pero si bien parece posible que una extensa porción de tierra fuera cubierta totalmente por el mar, la relación entre ese hecho geológico y la inasible Lyonesse es bastante más imprecisa. Zona de mareas de enorme amplitud, el Fin del Mundo fue identificado por el historiador William Carew, en 1602, como el lugar donde mil años antes había existido Lyonesse, el reino de los siluros de Camelot, gobernado por Arturo Pedragón. Un monarca bretón a quien la leyenda atribuye haber derrotado a los sajones y conquistado Escocia, Irlanda, Noruega, Dinamarca e Islandia hacia el año 530.
En los umbríos bosques de Cornualles, Arturo levantó la última fortaleza de la cultura celta en las islas Británicas y luchó contra los sajones hasta expulsarlos. Pero su poder fue minado por la traición de su esposa Ginebra, quien huyó con uno de los caballeros de la Mesa Redonda. Mientras perseguía a los fugitivos, Arturo cayó muerto en una emboscada tendida por sus enemigos sajones.
¿Leyenda o realidad? Los historiadores no se ponen de acuerdo sobre la existencia de Arturo, pero las narraciones y baladas de los trovadores de los siglos X y XI sinceraron la leyenda de los caballeros de la Mesa Redonda y sus hazañas. El hada Morgana, el mago Merlín, los héroes Lanzarote, Percival, Galahad, Tristán, y el mismo Arturo con su espada mágica de Excalibur, poblaron las fantásticas historias de caballería en el extenso y variado conjunto de cantos denominado Ciclo de Arturo o Ciclo de Bretaña.
El primero en transcribir estas leyendas fue Geoffrey de Monmouth en su Historia de Bretaña y en La vida de Merlín, escritas en el siglo XII. Posteriormente, el trovador Christian de Troyes escribió la Novela de Percival y hasta el siglo XIII se conocieron estas obras del mismo ciclo como Erec y Enide, Lancelote del lago y El caballero del león. En estas fabulosas narraciones épicas, y especialmente en Tristán de Lyonesse, ésta es la tierra natal del caballero andante enamorado de Isolda, esposa del rey Mark de Cornualles, pero los estudiosos actuales consideran que ese término es una deformación del nombre Loenois o Leonnis (actualmente Lothian), una región de Escocia de la cual sería originario Tristan. Así se instaló el equívoco, al cual aportó aún más confusión el poeta del siglo XIX Alfred Tennyson, cuando decidió ubicar la fantástica Camelot en la mítica tierra de Lyonesse. Autores alemanes como Gottfried von Strasburg, Hartmann von der Ane y Wolfram von Eschenbach aportaron nuevas versiones a la leyenda, que el músico Richard Wagner tomó como inspiración para componer su tetralogía, el ciclo operístico que narra la búsqueda del Santo Grial por los caballeros de la Mesa Redonda. Concebida originariamente como romántico símbolo del mundo céltico, la leyenda tomó otro camino y se transformó en creencia: Lyonesse iba a resurgir de las aguas y restauraría el antiguo poderío bretón. Pero, mientras tanto, empezó a formar parte de las visiones místicas de espiritistas y ocultistas. Desde el fondo de las aguas iban a resurgir el gigante del monte Saint Michael, el fantasma del temible jabalí Trvrch Trwyth, muerto por Arturo en arriesgada lucha y el mismo rey de los siluros, dormido en la isla de Avalon bajo la custodia de nueve hadas hasta el día de su resurrección, fecha de la terrible venganza bretona. Otra leyenda dice que Arturo fue transformado en cuervo, y que la venganza se cumplirá cuando vuelva a tomar forma humana.
La historia de Lyonesse se repite con características muy semejantes en la región francesa de Bretaña, también poblada antiguamente por los celtas. Allí, en la bahía de Douarnenez, cerca de la desembocadura del canal de la Mancha en el Atlántico estaría sumergida la antigua ciudad de Ker-Is. La leyenda dice que solo el rey Gradlon pudo escapar a la invasión de las aguas montado, como en Trevelyan, en un caballo blanco. Los historiadores presumen que los monjes de la abadía Saint Michel (construída en la costa francesa del canal de la Mancha, zona célebre por las extensas y veloces mareas) llevaron consigo la leyenda cuando fundaron otra abadía en una pequeña isla cercana a la costa de Cornualles.
¿Qué evidencias hay de la existencia de Lyonesse? Aunque en el siglo XVIII el historiador William Borlase dijo haber descubierto tapias de piedra sumergidas en las islas Scilly, los arqueólogos contemporáneos opinan que se tratan de antiguas trampas para peces, construidas de modo que quedaran cubiertas por la marea alta. La hipótesis de Borlase es refutada por los oceanógrafos, quienes señalan que para que se hubiesen hundido las tierras cercanas a las islas, el nivel del mar debió ascender 3,7 metros en menos de dos mil años. Los estudios sobre movimientos tectónicos en la costa británica desmienten tales cifras.

lunes, 28 de enero de 2008

Los Dragones

Hubo un tiempo en que la humanidad creyó en la existencia de dragones con tanta certeza como la que hoy tenemos de que hay tiburones. El dragón era monstruo fabuloso en forma de reptil, de las leyendas y la mitología orientales, parecido al cocodrilo y al que se representa con alas, garras grandes, cola de serpiente y aliento de fuego. En el antiguo Oriente Próximo, el dragón simbolizaba el mal y la destrucción. Esta idea se encuentra, por ejemplo, en Enuma Elisha, epopeya mesopotámica escrita hacia 2000 a.C. Uno de los protagonistas de la leyenda es la diosa Tiamat, dragón que personifica los océanos y comanda las hordas del caos y cuya destrucción era condición previa para crear un universo ordenado. Según los egipcios, Apohis, dragón de la oscuridad, era expulsado cada mañana por Ra, el dios sol.
En las sagradas escrituras hebreas, el dragón representa la muerte y el mal. Los cristianos heredaron la idea hebrea del dragón que aparece en la principal literatura terrorífica de la Biblia, sobre todo en el Apocalipsis, y en otras tradiciones posteriores. En el arte cristiano, el dragón simboliza el pecado y como tal aparece aplastado bajo el pie de santos y mártires simbolizando el triunfo de los cristianos sobre el pecado y, por lo tanto, sobre el paganismo. La leyenda de san Jorge y el dragón ilustra claramente este significado.
En la mitología clásica, se asocia el dragón con un guardián. El de Ladon protege las manzanas de oro en el jardín de las Hespérides, papel que reaparece en los romances medievales, donde los dragones custodian, con frecuencia, doncellas cautivas. Los griegos y los romanos creían que eran capaces de entender, y transmitir a los mortales, los misterios del mundo.
Ambos aspectos del dragón, tanto el favorable como el que inspira terror, se entremezclan en el folclore de las tribus paganas del norte de Europa. En el Cantar de los Nibelungos, Sigfrido mata a un dragón y se hace invulnerable al untarse su sangre por el cuerpo. Uno de los principales episodios de Beowulf también narra el combate con un dragón. Los antiguos escandinavos adornaban la proa de sus naves esculpiéndolas en forma de dragón. Entre los conquistadores celtas de Bretaña era un emblema heráldico, símbolo de la soberanía, y durante la ocupación romana del siglo I a.C. se convirtió en un estandarte militar. También aparece en los escudos de las tribus teutonas que más tarde invadieron Bretaña y, hasta el siglo XVI, se veía en los estandartes de batalla de los reyes ingleses. Forma parte del escudo de armas de muchas casas nobiliarias europeas.

El dragón en la mitología oriental
En la mitología de varios países orientales, sobre todo en China y Japón, el dragón representa el poder espiritual supremo y es el símbolo más antiguo y más ubicuo del arte oriental. Los dragones representan el poder terrenal y celestial, el conocimiento y la fuerza. Viven en el agua y proporcionan salud y buena suerte y, según la creencia china, traen la lluvia para las cosechas. El dragón de los tradicionales desfiles chinos de Año Nuevo repele los malos espíritus que podrían echar a perder el año que se inicia. El dragón de cinco garras se convirtió en el emblema imperial chino; el de cuatro es el dragón normal, y el japonés tiene tres garras.
En la mitología hindú, Indra, dios del cielo y de la lluvia, mata a Vitra, dragón de las aguas, para liberar a la lluvia.

San Jorge y el dragón
De las muchas leyendas que circularon por todo el orbe cristiano sobre san Jorge, la que obtuvo mayor favor del público es la que relata su contienda con el dragón. Una ciudad pagana de Libia era acosada por este animal, al que los habitantes habían intentado en un principio aplacar ofreciéndole dos ovejas diarias, y cuando todo el ganado ovino fue sacrificado, pasaron a entregarle dos jóvenes elegidas por sorteo. Un día la suerte recayó en la hija del rey. Cuando la joven estaba a punto de ser devorada, apareció san Jorge a caballo y ensartó con su lanza a la bestia. Según su hagiografía, el santo había anudado el cinturón de la princesa alrededor del cuello del monstruo y, una vez recuperado de la herida, comenzó a seguirla a todas partes como si de un perrillo faldero se tratase.
Salvo que el héroe no se casó con la princesa, todo lo demás está tomado de los relatos míticos y caballerescos. Los antiguos griegos creían que Andrómeda fue rescatada de forma semejante por el héroe Perseo de un horrible monstruo que amenazaba devastar la Tierra, si no ofrecían a esta princesa de Etiopía como víctima del sacrificio. La doncella fue encadenada a una roca a orillas del mar, pero la rescató Perseo, quien mató al monstruo y reclamó la mano de Andrómeda como recompensa.
Perseo es, a su vez, la versión griega del dios egipcio Horus, a quien se representa atravesando con su lanza al cocodrilo Sobek. Por tanto, san Jorge sería la réplica cristiana de Horus, vencedor de las fuerzas oscuras.
El dragón parece haber sido en su origen una personificación del mar y del guardián de las fuentes. Es por eso que san Jorge, al igual que Apolo, Hércules y Perseo lo matan a orillas del mar o de un río.

jueves, 24 de enero de 2008

Las Mil y Una Noches

Arabia, un vasto territorio que sirve de puente entre Europa, Asia y África, y que se encuentra aislada eternamente por una mar de arena. En occidente muy poco se sabía de esta exótica región hasta que a finales del siglo XVIII apareció un texto notable, se titulaba Las Mil y Una Noches, por los entretenimientos de las noches árabes, y fue publicado en París en 1704. Esta traducción de un antiguo texto árabe llegó a convertirse en uno de los libros más vendidos de la época, a pocos meses de su aparición llegó a rivalizar en popularidad incluso con la Biblia.
Las historias que relataba permitieron conocer un mundo de fábulas, el Medio Oriente de hacía mil años atrás. Era una época de ricos y poderosos monarcas, magníficos palacios, fortalezas en medio del desierto, villas laberínticas y harenes. Un período en que la cultura árabe dominaba vastas regiones del mundo antiguo.
Las primeras páginas de Las Mil y Una Noches, hacen referencia a un mítico rey o sultán que se encolerizó tanto al enterarse de que su mujer le había sido infiel que la mandó a ejecutar. Temeroso de que alguna de sus futuras esposas también lo engañara con otro hombre, el sultán decidió casarse cada noche con una nueva joven virgen y ejecutarla al día siguiente luego de pasar juntos la noche de bodas.
Por muchos años continuó el ciclo sangriento de matrimonios y ejecuciones haciendo que quedaran muy pocas jóvenes de donde elegir. El más importante miembro del gobierno, el visir, buscó sin éxito nuevas esposas para el sultán pero no había ya jóvenes que pudieran cumplir con el sanguinario decreto, todas excepto una habían sucumbido a causa del proceso, se trataba de la hija querida del mismo visir, una hermosa joven con el nombre de Scheherazade. Muy en contra de su voluntad y sin otra opción que mantener su lealtad al sultán el visir le presenta a Scheherazade, decidiendo así su destino. Es en esta parte del relato de las Mil y Una Noches donde se sorprende al lector por primera vez con algo inesperado, se revela que Scheherazade tiene un plan que podrá salvar su vida.
Luego de horas de amor apasionado Scheherazade pregunta con alegría al sultán sí éste desea escuchar una historia, siempre inclinado a ser entretenido este accede permitiendo que Scheherazade comience su hechizo. Comienza a relatar una fábula de grandes aventuras e intriga. Al amanecer el sultán aún se encuentra absorbido por la historia, Scheherazade a logrado capturar su constante atención, demostrando poseer grandes dotes de narradora. Pero de acuerdo al decreto del sultán, al llegar el amanecer su destino estará decidido, deberá morir. Para sorpresa de todos, en este momento crucial, Scheherazade rompe el cruel ciclo de ejecuciones, deja su historia inconclusa a pesar de las súplicas del sultán, éste debe salir a cumplir con sus deberes de gobernante y le perdona a Scheherazade la sentencia hasta el día siguiente. En la noche Scheherazade deberá concluir su relato.
Esa noche justo después de concluir su historia Scheherazade inicia otra, incluyendo en esta a personajes de la trama original. Para sorpresa de todos su esposo real le perdona la vida con el fin de escuchar la continuación de la historia la próxima noche. La inteligente estrategia de producir una historia que proviene de la trama de la anterior continúa por mil y una fantásticas noches.
Finalmente el sultán decide abolir la pena de muerte que recae sobre su esposa. Es un extraordinario logro que le aseguró la vida a Scheherazade y liberó a la nación del terrible decreto. Por esto el nombre de Scheherazade resonará a través de los siglos, gracias a ésta el mundo Occidental pudo conocer las más queridas historias de aventuras de todos los tiempos, muchos de estos relatos son ahora clásicos y tan populares como cuando fueron encontrados por primera vez.
Los relatos de las Noches de Arabia tienen como escenario lugares tan diversos como la India, Egipto, China, Persia y África, y contienen una rica variedad de personajes con exageradas virtudes que a veces tienen que lidiar con situaciones adversas, bestias mitológicas, monstruos, seres supernaturales y objetos mágicos. Muchas relatan grandes muestras de osadía, algunas poseen un sentido moral por contener profundos mensajes. Algunos de estos relatos son Aladino, las Aventuras de Simbad el Marino y Alí Babá y los Cuarenta Ladrones, entre otros.
Pero ¿quién fue Scheherazade? Esa extraordinaria mujer de la cual conocemos tan poco. Sería sólo la hija del visir de un sultán que vivía en una olvidada región de Arabia hace mil años o sería, como muchos creen, parte de la misma ficción que creo los personajes descriptos por ella. Nunca sabremos la respuesta a la interrogante sobre la verdadera identidad de Scheherazade, pero si ésta era una simple creación del verdadero autor de Las Mil y Una Noches, entonces ¿quién es el creador de estas historias y de dónde provinieron todas sus ideas? ¿Acaso poseía el verdadero escritor una de las más imaginativas mentes de la historia o se basó éste en eventos reales ocurridos en tiempos inmemoriales? Los estudiosos en la actualidad creen que las Mil y Una Noches no provienen de una fuente única sino de varias. Pero alguien debe haber compilado las historias, quien sea que haya sido, se cree que vivió en Bagdad entre el siglo VIII y IX.

miércoles, 23 de enero de 2008

La leyenda de "El Dorado"

Todo comenzó en la aldea de Guatavita, poblado lacustre de la Laguna del mismo nombre, ubicado más o menos a 50 kilómetros al norte de Bogotá.
Sorprendida la mujer del Cacique de Guatavita en flagrante adulterio, fue condenada a un inmundo e infame suplicio. Y, para que no olvidase nunca el pecado cometido, el Cacique ordenó que cantasen el delito los indios en sus borracheras y corros no solo en el cercado y casa del Cacique, a la vista y oídos de la mujer, sino en los de todos sus vasallos... para escarmiento de las demás mujeres y castigo de la adúltera. Desesperada, la cacica se lanzó con su hija a la laguna de Guatavita donde pereció ahogada.
Angustiado y lleno de remordimientos, el Cacique se abandonó a los consejos de los sacerdotes para expiar la muerte de su esposa y de su hija. Los sacerdotes le hicieron creer que su mujer vivía en un palacio en el fondo de la laguna y que debía honrarla con ofrendas de oro.
El rito de expiación debía cumplirse varias veces al año. Los indios debían llevar sus ofrendas de oro y esmeraldas y lanzarlas a la laguna, de espalda, sin mirar lo que ocurría en ella. El Cacique completamente desnudo, cubría su cuerpo de una sustancia pegajosa y sobre ella echaba gran cantidad de oro en polvo, luego subía a una balsa y se internaba hasta el medio de la laguna donde hacía sacrificios y ofrendas de oro y esmeraldas y luego se bañaba en las aguas para dejar en ellas el oro en polvo que cubría su cuerpo.
Al escuchar esta historia Sebastián de Benalcázar, dicen que exclamó: "¡Vamos a buscar este indio dorado!". Según los cronistas, fue así como comenzó la leyenda de El Dorado, que como las viejas consejas de entierros, se corre de lugar cuando no lo busca la persona adecuada.
Y así ocurrió porque cuando los españoles comenzaron a buscar al Dorado, el rito había dejado de celebrarse por las guerras entre los guatavitas y los muiscas. Muchas veces se pisó las tierras de Guatavita y nunca se supo que ese era el lugar señalado por la leyenda (histórica en este caso). Así la leyenda se fue convirtiendo en mito, hasta perderse en una bruma legendaria de sacrificios, esfuerzo y locura. De los mitos que nimban la conquista de América, El Dorado es, seguramente, el más resonado y el más oscuro, simultáneamente.
La tentación del oro que acompañó el descubrimiento de América, se convirtió en una verdadera obsesión entre los conquistadores una vez que conocieron la riqueza de Tenochtitlán en México y las más aún incalculable del Imperio Inca. Por tal motivo, las historias que se contaban de El Dorado se convirtieron en la pesadilla de los aventureros, y como a toda ilusión, la buscaron por doquier en el Nuevo Continente.

lunes, 21 de enero de 2008

La caja de Pandora

Uno de los temas que han inquietado el interés de los hombres a lo largo de toda su historia es la creación del mundo. Los antiguos griegos tenían su propia forma de contar la historia, que era como sigue:
Antes que fueran creados la tierra, el mar y los cielos, todas las cosas tenían el mismo aspecto, al que llamaban Caos, una masa confusa y sin forma, un peso muerto en el cual, sin embargo, estaban las semillas de las cosas. Como la Tierra, el Aire y el Agua estaban mezclados, la tierra no era sólida, el mar no era fluido ni el aire transparente.
Dios y la Naturaleza pusieron fin al desorden, separando la tierra del mar y al cielo de ambos dos. Luego, Dios y la Naturaleza se las arreglaron para disponer mejor la Tierra y distribuyeron los ríos, las montañas y las bahías, dibujaron los valles, los bosques y las planicies. El aire se esclareció y las estrellas fueron apareciendo. Los peces tomaron posesión del mar, los pájaros del aire y las bestias de cuatro patas se apropiaron de la tierra.
Pero era necesario un animal más noble, y entonces se hizo al Hombre. Prometeo tomó un poco de tierra, donde todavía se mezclaba con un poco de cielo, y mojándola con un poco de agua, moldeó en el barro al hombre, haciéndolo a imagen de los dioses, erguido, para que al revés de los otros animales, el hombre se levante hacia los cielos y observe las estrellas.
Prometeo fue uno de los Titanes, una raza de gigantes que habitó la Tierra antes de la creación del hombre. A él y a su hermano Epimeteo fue encargada la tarea de hacer al hombre, y proveerlo, tal como a los otros animales, de las facultades necesarias para su preservación. Epimeteo fue el obrero y Prometeo vigiló el trabajo. Así fueron otorgando a los diferentes animales de coraje, fuerza, rapidez, sagacidad; garras para uno y alas para el otro, etc... Pero cuando llegó el momento de dar sus dones al hombre, que tenía que ser superior a todos los demás animales, Epimeteo había sido tan pródigo con sus recursos que ya no le quedaban dones.
Prometeo entonces, para subsanar la situación, subió al cielo y, con la ayuda de Atenea, encendió su antorcha en el carro del Sol, y le regaló el fuego a los hombres. Este don hizo al hombre mucho más que todos los animales. El fuego permitió al hombre fabricar armas para vencer a los animales y herramientas para cultivar la tierra, pudo calentar su casa para independizarse del clima, y finalmente introdujo las artes y la moneda, lo que significa intercambio y comercio.
La mujer todavía no había sido creada. La leyenda cuenta que Zeus hizo a la mujer y la envió a Prometeo y su hermano para castigarlos por haber robado el fuego... y también para castigar al hombre por haber aceptado el don.
La primera mujer fue Pandora. Fue hecha en el cielo y todos los dioses contribuyeron en algo para perfeccionarla. Afrodita le dio belleza, Hermes la persuasión, Apolo la música, etc... Así equipada, Pandora fue llevada a la Tierra y presentada a Epimeteo que la aceptó feliz, a pesar de los temores de su hermano, que no confiaba en Zeus y sus regalos.
Epimeteo tenía en su casa una habitación donde guardaba algunos objetos que no había alcanzado a repartir por la Tierra. Entre ellos un baúl. Poco a poco fue creciendo en Pandora una gran curiosidad por conocer el contenido de dicha caja; finalmente, un día quebró el sello y abrió la tapa para mirar dentro. Pero en ese mismo momento escaparon de la caja una multitud de plagas para atormentar a los hombres, como la gota, el reumatismo y los cólicos para el cuerpo, y la envidia, la ira y la venganza para el alma, y estos males se repartieron por todas partes.
Pandora se apresuró en cerrar la caja, pero ya era tarde, todo el contenido de la caja había escapado, exceptuando una sola cosa que yacía confundida al fondo, esa era la esperanza. Desde entonces, aunque los males nos acechen, la esperanza nunca nos deja por entero. Y mientras tengamos un poco de esperanza, ningún mal puede derrotarnos completamente.
Otra versión de esta misma historia cuenta que Pandora fue enviada por Zeus al hombre como un signo de bendición. Como regalo de matrimonio, ella fue dotada por todos los dioses con bienes que guardaron en una caja. Pandora abrió accidentalmente la caja y todos las bendiciones escaparon, menos la esperanza.
Según varios comentaristas, esta es la versión correcta porque ¿cómo podría una virtud tan sutil como la esperanza estar guardada con todo tipo de males?
Sigue contando la leyenda griega que desde cuando la Tierra estuvo poblada, han sucedido las edades. La primera fue una era de inocencia y felicidad, llamada la Edad de Oro. La verdad y el derecho permanecían siempre vigentes, aunque no estaban obligados por ninguna ley escrita, ni hubiese magistrados encargados de hacerlos cumplir, ni castigos para los infractores.
En esa época los bosques no eran talados para construir navíos, ni tampoco para levantar fortificaciones alrededor de las ciudades. No había espadas, lanzas ni yelmos. La Tierra entregaba lo suficiente para la supervivencia de los hombres, sin que fuera necesario el trabajo de sembrar o recolectar. En esa edad, decían los griegos, reinaba una eterna primavera, y los ríos fluían con leche, vino y miel amarilla destiladas de los arces.
A esta era feliz, sucedió para los hombres, la Edad de Plata, inferior a la del Oro, pero superior a la de Bronce, que vendrá después. Al comienzo de la Edad de Plata, Zeus acortó la primavera y dividió el año en estaciones. Se endurecieron los extremos del frío y el calor, y fue necesaria la construcción de las casas. También fue necesario desde entonces sembrar los granos para conseguir una germinación adecuada. Y se comenzaron a redactar las primeras leyes y nacieron los primeros funcionarios encargados de vigilar su cumplimiento.
La Edad del Bronce fue más salvaje, las leyes se transforman en códigos y los hombres se muestran dispuestos a atacar apenas ven a otro más débil.
Pero la era más dura, la peor, es la Edad del Hierro. Dicen los griegos que en esa época, el crimen se entronizará en la sociedad humana; la modestia, la verdad y el honor no serán considerados más que como palabras vacías, el lugar que ocupaban como valores humanos, serán reemplazados por el fraude, el engaño, la violencia y el enfermizo afán de ganancia. Los marinos navegarán por todos los mares y los árboles serán desprendidos de las montañas. La Tierra, que hasta ahora había sido cultivada en común, comenzó a ser dividida en posesiones particulares y los hombres, insatisfechos con la producción de la superficie, comienzan a horadarla para extraer las riquezas de su interior. Entonces se produjo el engañoso hierro y el oro, más peligroso aún. Usando ambos metales como armas, la guerra se extenderá por todas partes. El visitante no estará a salvo en la casa del amigo; hijos y padres, hermanos y hermanas, maridos y mujeres desconfiarán el uno del otro; los hijos querrán que sus padres mueran, para heredarlos; desaparecerá el amor familiar y la Tierra se cubrirá de risas falsas y los dioses la irán abandonando uno a uno. La última en dejar la Tierra será Astrea, la inocencia y pureza, hija de Themis, la justicia.
Viendo este estado de cosas, Zeus arderá de ira y convocará a un congreso de dioses. Todos obedecen el llamado y toman camino hacia el palacio de los cielos. El camino, que uno lo puede ver claramente en las noches, en el centro de cielo: la Vía Láctea. A lo largo del camino se encuentran, según los antiguos griegos, los palacios de los dioses más ilustres, los seres corrientes del cielo viven en cambio a ambos lados de la Vía.
Una vez reunidos los dioses, Zeus se dirige a la asamblea describiendo el espantoso estado de la Tierra y termina anunciando su decisión de destruir a la totalidad de sus habitantes para crear una nueva raza, distinta de la anterior, que sea más feliz de vivir y así alaben mejor la grandeza de los dioses.
Apenas terminó de hablar, Zeus toma uno de sus rayos y cuando iba a arrojarlo contra la Tierra para destruir mediante el fuego a sus habitantes, cuando se dio cuenta de que una conflagración así pudiera poner en peligro a los propios cielos y cambió de táctica.
Amarró al viento del norte y soltó las cadenas que aprisionaban al viento del sur. Pronto un manto de nubes negras cubrió la Tierra dejando caer torrentes de lluvia. Las plantas de granas se tendieron y la labor de los campesinos quedó destruida en menos de una hora.
No contento aún, Zeus llamó a su hermano Poseidón, el dios de las aguas terrenales. Éste sacó de madre a los ríos que inundaron la Tierra al mismo tiempo que ordenaba un terremoto que hizo caer el flujo de los mares sobre las playas. Castillos, hombres, animales y casas fueron barridos por las aguas embravecidas.
Cualquier gran edificio intacto era asaltado por las olas y pronto sus torres quedaban sumergidas.
Los textos y las tradiciones clásicas se explayan en la descripción de esta destrucción hasta que finalmente no quedó sino agua sobre la superficie de la Tierra, sólo el Parmaso, elevado sobre todas las montañas, se levantaba sobre las aguas.
Allí buscaron refugio los únicos sobrevivientes. Deucalión y su mujer, Pyrra, ambos de la raza de Prometeo. Él era un hombre justo y Pyrra una mujer con gran fe en los dioses.
Apenas Zeus vio que estaba todo devastado y sólo quedaban estos sobrevivientes, soltó al viento del norte para que despejara las nubes y separase los cielos de la tierra. Poseidón ordenó a Tritón que soplara su cuerno. Las aguas obedecieron y poco a poco recuperaron su cauce normal, aparecieron otra vez las playas y los ríos volvieron a sus cauces.
Entonces Deucalión habló así a su esposa: "Esposa, única mujer sobreviviente, antes nos unió el matrimonio y la crianza de los hijos. Ahora nos une un peligro común. Tal vez haya recaído sobre nosotros el poder de nuestro antepasado Prometeo, y tendremos que renovar la raza humana tal como él lo hizo la primera vez. Pero como no estamos seguros, vamos al templo y preguntemos a los dioses lo que debemos hacer".
Entraron al templo, deformado por el cataclismo y se acercaron al altar donde ya no ardía el fuego sagrado. Se postraron en tierra y rogaron por una inspiración divina que les permitiera resolver la miserable situación en que estaban. El oráculo respondió así: "Abandonen el templo con la cabeza velada, las vestiduras sueltas y vayan arrojando detrás los huesos de vuestra madre".
Escucharon asombrados. Finalmente Pyrra comentó: "No podemos obedecer, ¿cómo vamos a profanar los restos de nuestros padres?"
Ambos cayeron después en una profunda meditación. Hasta que Deucalión dijo: "O me engaña mi inteligencia o hay una sola forma de cumplir este mandato sin caer en la impiedad. La Tierra es la gran madre de todo y las piedras son sus huesos. Esos son los huesos que podemos arrojar detrás nuestro sin ser impíos... Creo que eso es lo que quiere decir el oráculo, y por último, no haremos daño intentándolo".
Así, velaron sus cabezas, se desataron las vestiduras, cargaron numerosas piedras y las fueron arrojando a sus espaldas a medida que caminaban.
Y entonces sobrevino el milagro: las piedras crecieron, haciéndose más suaves y adquiriendo formas humanas, como pedazos de rocas en las manos del escultor. Las piedras que arrojaba Deucalión se convertían en hombres y las de Pyrra en mujeres. Y así los dioses, eso decían los griegos, repoblaron la Tierra con una raza más acostumbrada al trabajo.
Este viejo mito ha de sobrevivir hasta nuestros días no sólo en las creencias y las frases populares, sino que ha sido recreado por numerosos poetas y escritores.
Así, la comparación entre Eva y Pandora es obvia y no se le escapó a John Milton, el gran poeta inglés, que la introdujo en el Libro IV de su Paraíso Perdido. A su vez, Prometeo ha sido un personaje abundantemente recogido por los escritores. Como arquetipo, Prometeo representa un poder amable, amigo de la humanidad, maestro de la civilización y de las artes. Claro que al hacerlo, transgrede la voluntad de los dioses y finalmente se hace acreedor al castigo de Zeus.
El rey de los dioses lo hizo encadenar al monte Cáucaso donde un águila le comía a picotazos el hígado que crecía tan rápido como era devorado. Este tormento, dice la leyenda, pudo terminar en cualquier momento porque Prometeo sabía un secreto que afectaba la estabilidad del trono de Zeus. Prometeo se negó a revelar dicho secreto, transformándose así en el símbolo de la voluntad resistiendo a la opresión y del magnánimo martirio ante el sufrimiento inmerecido.
Byron y Shelley también tomaron este tema y recién a comienzos de siglo XX, Franz Wedekind, reactualizó el tema con una obra de teatro: Der Buchte von Pandora, que más tarde se transformaría en "Lulú", la famosa opera de Alban Berg.

viernes, 18 de enero de 2008

LA BUSQUEDA DEL SANTO GRIAL

Durante siglos, caballeros, poetas y místicos han buscado un cáliz mágico llamado el Santo Grial, la copa de donde bebió Jesús en la última cena ¿Puede una reliquia sagrada como ésta haber permanecida oculta por más de dos mil años o será uno de los cálices antiguos que se exhiben en los museos de todo el mundo? ¿Por qué la Iglesia le ha dado la espalda a la existencia del cáliz y a los poderes sagrados que se le adjudican? ¿Qué impulsó a los caballeros de la mesa redonda del rey Arturo a buscar el grial en Inglaterra en vez de hacerlo en la Tierra Santa? Algunos han llegado a pensar que el grial no es un objeto sino un sendero hacia una conciencia suprema y un poder sobrenatural... Y hay una nueva teoría, que de llegar a probarse conclusivamente, volvería a escribir la historia del cristianismo. Quienes la proponen insisten en que el grial es un símbolo de una línea directa de descendencia de Jesús hasta la actualidad, que Jesús tuvo hijos y que sus descendientes viven entre nosotros hasta la fecha...

SANGRE Y MAGIA
Hace dos mil años, según la Biblia, Jesús y sus discípulos se reunieron para una última cena en la noche antes que fuese arrestado y crucificado. Esta cena final suministró la inspiración para uno de los misterios más perdurables de ésta o de cualquier otra época: la leyenda del Santo Grial, el cáliz de la última cena.
"Entonces tomó un cáliz y, después de dar gracias, se los dio diciendo: Bebed de él, todos ustedes porque ésta es mi sangre, la sangre que será derramada por muchos en remisión de los pecados" (Mateo 26.27). Mientras bebían, Jesús le dijo a sus discípulos que uno de ellos lo traicionaría. Con un sorbo final de su cáliz de vino predijo su propia trascendencia e inmortalidad ¿Qué ocurrió con el cáliz del cual Jesús bebió esa noche, la copa que dio origen a las fascinantes leyendas del Santo Grial?
Las evidencias sugieren que el cáliz pudo haber estado en manos de un acaudalado hombre de bien llamado José de Arimatea. "Se encontró con el discípulo y preguntó por el cuerpo de Jesús, luego el discípulo ordenó que se lo diesen. José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo depositó en su propio sepulcro nuevo" (Mateo 27.58). La leyenda dice que José recogió la sangre de Cristo en el cáliz de la última cena. Luego llevó el cáliz a una tierra lejana a más de mil kilómetros de distancia, las islas británicas ¿Por qué emprendería José un viaje tan largo en una época en la que viajar era tan difícil, lento y peligroso? Es posible que José de Arimatea halla sido un comerciante de estaño, un metal que se extraía en las islas británicas. Esto explicaría porque José escogió Bretaña para difundir la palabra de Jesús.
Fue en un lugar llamado Glastonbury en donde se dice que José de Arimatea arribó con la reliquia sagrada y fundó la primera iglesia cristiana. Pero las leyendas antiguas no dicen más sobre el cáliz de Jesús.
Durante más de mil años, nadie pareció buscar el primer cáliz de la comunión ni tampoco nadie alego haberlo hallado. Entonces, de pronto, durante el siglo XII, una cantidad extraordinaria de relatos sobre grial comenzó a surgir en Europa Occidental. La literatura de la época se concentraba en los caballeros que buscaban el cáliz de la última cena, entonces llamado el Santo grial.
En el siglo XII, miles de caballeros emprendieron cruzadas a la Tierra Prometida. Jerusalén estaba en manos de los musulmanes. Los cruzados estaban decididos a tomar posesión de los lugares sagrados de la vida de Jesucristo en nombre del cristianismo. Cuando los cruzados recorrieron las huellas de su Señor se interesaron aún más por las reliquias de su vida, tener contacto con los objetos que habían sido tocados por la mano de Dios en persona parecía ser la esencia de la gracia divina.
Uno de los objetos más extraordinarios que buscaban los cruzados era el cáliz sagrado de la última cena. La reliquia que supuestamente José de Arimatea había llevado a Bretaña y que se convirtió en el tema central de las historias relatadas sobre los renombrados caballeros de la mesa redonda del rey Arturo.
Misteriosamente, el grial buscado por los caballeros de Arturo poseía poderes mágicos extraordinarios jamás mencionados en la Biblia. Aparecía milagrosamente, flotaba en el aire y desaparecía sin previo aviso. Servía en los banquetes de manjares celestiales de los caballeros de Arturo. Beber de esta copa era garantía de salud y vida eterna ¿De dónde provenían estos poderes misteriosos? ¿Pudo haber llegado el grial a la mesa de Arturo en tiempos anteriores, en una época incluso anterior a la del cristianismo, en una época en la que la religión de los celtas imperaba en Bretaña?
Las historias celtas están cargadas con objetos mágicos, piedras, lanzas, espadas y calderos. En la mitología celta, irlandesa y galesa se piensa que estos objetos mágicos son los que le dan el poder al guerrero y al rey. Muchos estudiosos creen que las ollas para cocinar en los calderos maravillosos de los antiguos mitos y leyendas de Bretaña fueron los predecesores del grial.
El antiguo dios celta Dagda tenía un gigantesco caldero de la abundancia. Este objeto era famoso por alimentar a los guerreros al igual que el Santo Grial alimentaba a los caballeros del rey Arturo. Un legendario rey celta, Bron el sagrado, poseía el caldero del renacimiento. Se decía que este caldero devolvía la vida a los guerreros muertos y era tan enorme que debía ser desplazado por ruedas o tirado por carretas.
Los calderos que poseían los dioses usualmente se asociaban a la guerra y a los ejércitos, mientras que los calderos que pertenecían a las diosas no sólo ofrecían banquetes sino también inspiración.
Los poderes mágicos atribuidos a los calderos celtas fueron adoptados por los cuenta-cuentos cristianos y es así como una copa maravillosa nació de dos poderosas tradiciones místicas que continúan inspirándonos, atrayéndonos y eludiéndonos.

LOS BUSCADORES
Sagrado, mágico y pleno de poder; la sola idea del Santo Grial cautivó al mundo de la Edad Media. El grial se convirtió en el centro de las leyendas de Arturo, rey de los bretones y sus caballeros de la mesa redonda.
Se decía que la clave para hallar el grial dependía del carácter de la persona que lo buscara. Sólo un caballero muy especial podía sentarse en el asiento vacío de la mesa redonda. El sitio peligroso o el asiento peligroso era el asiento vacío en la mesa redonda. En las historias antiguas, es un asiento reservado para "el que va a venir" para ser destinado el caballero escogido del grial. El asiento vacante, por lo tanto, es un asiento que nadie puede ocupar excepto "el elegido", y cualquiera que lo intente es tragado por la tierra o consumido por las llamas.
Durante muchos años el asiento permaneció vacío. Entonces, el caballero virginal Galahad llegó a la corte de Arturo. Ese mismo día ocurrió un hecho asombroso, los nombres de los caballeros fueron grabados por una mano invisible en la parte trasera de sus sillas y en el asiento que estaba vacío apareció el nombre de Galahad. Con Galahad presente para completar la hermandad de la mesa ocurrió otro milagro, el grial apareció en el centro de la mesa. Bañada por una luz maravillosa, la misteriosa copa flotó brevemente y encantó a toda la asistencia. Luego, con la misma rapidez que había aparecido, se desvaneció.
El rey Arturo juró que hallaría el cáliz otra vez. Sus caballeros galoparon a través de Europa enfrentando todo tipo de peligros en búsqueda del elusivo grial. Más de cien caballeros valientes perecieron en el intento o sucumbieron a las tentaciones del mundo exterior y jamás regresaron.
Sólo tres, guiados por Galahad, llegaron hasta el altar sagrado donde los misterios del grial finalmente le serían revelados. Allí oficiaron una misa y, mientras Galahad bebía del Santo Grial, Cristo apareció milagrosamente. La visión del grial ocurrió cuando el caballero virginal miró dentro de él.
Galahad representa un ejemplo, como cualquiera de la Biblia, de dignidad preexistente. Él es puro, nunca fue corrompido por el pecado y esto lo hace sobresalir de la persona común y lo hace entrar al reino de "los escogidos". Lancelot, el guerrero más valiente de todos los caballeros, guardó su espada, se adentró en el bosque y rezó. Aún así, se le negó el grial. La causa era su trágico amor por la mujer de otro, la reina de Arturo.
Sólo el más puro es digno de experimentar los misterios del grial, el objeto más sagrado de todos, el cáliz de la última cena, el cual era un símbolo del camino hacia la plenitud y la unión con Cristo. Entonces, ¿por qué, en vez de considerar al Santo Grial como una valiosa reliquia cristiana, la Iglesia le dio la espalda a las historias sobre este cáliz sagrado? ¿Pudo acaso el grial representar un desafío al poder y a la autoridad de la Iglesia medieval?
Algunos dicen que la Iglesia de Roma hizo de lado a las historias sobre el grial porque glorificaban a la Iglesia de Inglaterra. Pero, quizás los sentimientos papales sobre el grial estaban arraigados en un tema más profundo, la sexualidad femenina. Una razón de la Iglesia era su asociación con los caballeros y con el amor cortesano, porque ambos veneraban a la mujer que, por supuesto, la Iglesia despreciaba.
Muchos piensan que el cáliz sagrado es un símbolo de la femineidad. Todo lo que tiene que ver con las mujeres y la sexualidad se reduce a esa sola imagen que lleva toda la fuerza de la femineidad sin tener jamás que necesitar a una mujer, el propio grial. Pero la oposición de la Iglesia no disuadió a aquellos que continuaron buscando el grial.
Aún hoy en día, en Inglaterra, los peregrinos visitan Glastonbury para ver el lugar en donde una vez se levantó la Iglesia de José de Arimatea con la creencia que fue allí donde se escondió el Santo Grial. Los árboles espinosos nativos de la Tierra Santa florecen en Glastonbury como una confirmación de la antigua historia que dice "nacieron del cayado de José".
En 1930, se descubrió un cuenco de cristal azul proveniente de Jerusalén en el pozo en los terrenos de la Iglesia ¿Podría ser esa vasija el Santo Grial? El cuenco azul se convirtió en un objeto de veneración para la gente de Glastonbury.
Algunos, no convencidos de que el cuenco azul es el Santo Grial, creen que el cáliz sagrado encontró el camino a Escocia, donde aún yace oculto dentro de una gloriosa capilla: la magnífica capilla Roselin, cerca de Edimburgo, llamada la capilla del Santo Grial. Fue construida para honrar los restos de una de las familias nobles más antiguas de Escocia. Muchos de los que están sepultados allí eran miembros del elitesco grupo de cruzados llamado Los Caballeros de Templar. Estos cruzados eran conocidos como los guardianes del grial en los romances del grial. Muchos han dicho que hay un grial o copa escondida en una de las columnas de la capilla. De hecho, el lugar más lógico para esconder algo son las bóvedas debajo de la capilla, y esas bóvedas están selladas, no hay acceso alguno a ellas. El secreto de la capilla Roselin es un misterio pero la búsqueda continúa.

EL TESORO
Parece adecuado y natural que una reliquia de la talla del Santo Grial esté guardada en una Iglesia. Sin embargo, la leyenda arturiana nos dice que el Santo Grial no estaba guardado en una Iglesia sino en un remoto y misterioso castillo. Se decía que el castillo del grial era una fortaleza situada en la cima de una montaña sagrada. Colgado peligrosamente en un escarpado pico en Francia la ciudadela de Montsegur pudo haber albergado una vez al Santo Grial.
En el siglo XIII, los miembros de una secta llamados cátaros usaron esta ciudadela como el último y desesperado refugio contra los ejércitos del Papa. En el año 1165 su secta fue declarada hereje por un prelado de la Iglesia, en gran parte porque la cultura cátara creía en la igualdad entre hombres y mujeres.
Las mujeres cátaras poseían y heredaban propiedades y predicaban el evangelio igual que lo habían predicado las mujeres de la Iglesia antigua.
El Vaticano lanzó una cruzada contra ellos y grandes ejércitos cayeron sobre la región. Durante las siguientes décadas se perdió una generación, torturados y asesinados en cientos de miles. Los cátaros tenían la fama de poseer el cáliz de la última cena, el cual veneraban como el símbolo perfecto de la dualidad entre el hombre y la mujer. Luego de un horrendo sitio de diez meses por los ejércitos del Papa, los cátaros ofrecieron su última resistencia en los terraplenes del Montsegur. Doscientas personas fueron arrastradas montaña abajo y quemadas vivas en la hoguera. La fortaleza fue saqueada y destruida. Después, los soldados del Papa, cuidadosamente, buscaron el Santo Grial entre las ruinas pero nunca lo hallaron. Lo que si hallaron fue una tentadora pista en la pared de una cueva debajo de la ciudadela, una talla de una copa ¿Había sido destruido el cáliz original o se lo habían llevado a último momento?... Los relatos dicen que la misma noche antes de caer el castillo, dos o tres caballeros huyeron por las empinadas murallas hacia las cuevas que formaban un laberinto debajo del castillo. Llevaban algo muy importante para los cátaros, pudieron haber sido documentos u objetos. Aunque, según la tradición, tenía que ver con el grial sagrado.
Las leyendas no dicen nada más sobre el posible paradero del cáliz. Pero el místico poeta Albrecht describió otro lugar para el grial; dijo que el grial podía ser hallado en un extraordinario palacio circular decorado con joyas que estaba localizado cerca de un lago sin fondo. Durante muchos años, los estudiosos pensaron que el castillo descripto en su poema era sólo ficción. Pero, en 1938, arqueólogos que trabajaban en Irán realizaron un hallazgo sorprendente. Eran los restos circulares del Trono de los Arcos, unas ruinas que tenían un asombroso parecido con el castillo descripto por Albrecht ¿Podría ser este templo persa el castillo del grial? La leyenda dice que el Trono de los Arcos fue construido por un rey persa para albergar una reliquia invalorable del cristianismo, la cruz en la que murió Jesús ¿Pudo este templo conocido como el Takti Taktis albergar otra reliquia del cristianismo? Al igual que el castillo del poema, el Takti era abovedado, cubierto en oro e incrustado con zafiros. El techo exhibía cartas astrológicas y constelaciones de estrellas todas recamadas con joyas. Debajo de las ruinas los exploradores encontraron una costra única, la cual recordaba la descripción del poema de la montaña anexa. Aún más extraño fue que el lago en el cráter volcánico junto al Takti no tenía fondo, tal cual lo había descripto el poema... ¿Si el Takti es el castillo del grial, entonces, dónde se encuentra el grial?
Sorprendentemente, hay un gran número de copas que supuestamente son el Santo Grial exhibidas en varios museos en todo el mundo. Entre ellas hay un cuenco de madera en Gales llamada la copa de Nantios, pero irónicamente esta antigua reliquia a sido casi totalmente destruida por la veneración. Otro candidato para el verdadero grial es exhibido permanentemente en el Museo Metropolitano de Arte en Nueva York.
¿De simple madera, de metal? ¿Cómo podremos reconocer cuál es el verdadero grial? Para reconocerlo deberíamos tener ciertos milagros como sucedió en los textos medievales. Los objetos que actualmente identificamos como el grial son venerados, pero, hasta donde se sabe, no ha ocurrido ningún milagro como resultado de ello.

LOS DESCENDIENTES DE JESUS
Después de ochocientos años de búsqueda, la verdadera naturaleza del Santo Grial continúa mistificando a quienes lo buscan. Los conocimientos del Santo Grial continúan evolucionando.
Algunos creen que el grial no es un objeto sino un árbol genealógico con un origen extraordinario. Dicen que el Santo Grial se refiere nada menos que a los descendientes de Jesús. Según la teoría ardientemente debatida, Jesucristo contrajo matrimonio con María Magdalena y tuvieron tres hijos, quienes llegaron a ser los gobernantes de Europa.
Fue un descubrimiento hecho en Tierra Santa, en el siglo XX, el que confirma las ideas de los creyentes. En 1947, un pastor encontró algo asombroso cerca de las riveras del Mar Muerto: unas vasijas de arcilla llenas de manuscritos invalorables escondidas en una cueva durante casi 2000 años. Llamados "Los Manuscritos del Mar Muerto" o "Los Rollos del Mar Muerto", estos antiguos documentos relatan una historia de la época de Cristo que varía en muchas formas de cómo se narra en el Nuevo Testamento. Esta historia podría ser la clave para develar el misterio del Santo Grial.
Los manuscritos del Mar Muerto ofrecen una visión muy real de la vida diaria de una secta de judíos heréticos llamados los esenios, desaparecida hace mucho tiempo. Después de revisar los manuscritos, algunos concluyeron que Jesús perteneció a esta secta mística de ascetas. De ser así, es muy probable que, por tradición, Jesús se halla visto obligado a casarse y tener hijos. Otros preciados manuscritos descubiertos en Egipto refuerzan la teoría. "La compañera del Salvador es María Magdalena, a quién amo más que a todos los discípulos. Solía besarla con frecuencia en la boca" (el Evangelio de Felipe 63.31)
¿Fueron las historias del Santo Grial un código usado para informar a la gente del mundo del medioevo que existía una Iglesia paralela dirigida por los descendientes de Jesucristo? Una Iglesia que había sido obligada a hacerse clandestina por la fortaleza del papado.
Roma había creado una Iglesia basada en un solo principio, en el principio de la sucesión apostólica de San Pedro. No estaba en el interés de los obispos que la gente supiera que existiera otra Iglesia o que existieran esos descendientes. De hecho, los historiadores del siglo I al IV registraron que la Iglesia de Roma ordenó a sus generales buscar, perseguir y pasar por la espada a los herederos descendientes de Jesús.
Según la teoría de la descendencia, cuando Jesús fue crucificado, su mujer en cinta, María Magdalena, escapó por el Mediterráneo a lo que hoy es el sur de Francia. Hasta el siglo XV la historia de María Magdalena llegando a Francia con el grial era parte de la doctrina cristiana. De hecho, muchos creen que cuando llegó a Europa llevó un gran tesoro con ella, pero no era un cáliz, era el hijo aún no nacido de Jesucristo que crecía en su vientre.
Si alguna vez se puede probar que María Magdalena le dio hijos a Jesús, las implicaciones serían inmensurablemente profundas. Aunque no es muy seguro que se interprete de una manera tan literal, la idea de que el grial contiene la sangre sagrada no quiere decir que esa sangre sea la descendencia... ¿o si?
Los defensores de la teoría de la descendencia alegan que la Iglesia hizo todo lo posible por suprimir todos los materiales relativos al grial. Por otra parte, la Iglesia paralela de los descendientes de Jesús se hizo tan clandestina que sus secretos se enviaban por símbolos gráficos y marcas que sólo eran conocidos por la gente que sabía. Un ejemplo sobresaliente, dicen algunos, es el Tarot. Un mazo de cartas misteriosas que aparecieron en el noroeste de Europa a principios del siglo XIV. En muchas de las cartas se observan alusiones al grial, y la carta de la muerte revela a un esqueleto cabalgando un asno salvaje sobre el Papa, el rey, los cardinales y un obispo ¿Acaso podría haber sido el Tarot alguna forma de catecismo gráfico para la herejía medieval del grial? ¿Será por eso que aún hoy en día algunos piensan en las cartas como herramientas del diablo?
Aquellos que creen que los descendientes de Jesús fundaron muchas de las casas famosas de la realeza europea también alegan que algunos miembros de la familia sagrada pueden haber desaparecido entre la gente corriente y caminan con nosotros en la actualidad sin sospechar que son los descendientes de Jesús de Nazaret.
La copa de la cual bebió Jesucristo durante la última cena, una vasija mágica de la abundancia, una descendencia sagrada; el Santo Grial a tomado muchas formas en diferentes tradiciones. Quizás ese grial en sí mismo, tenga la forma que tenga, no sea tan importante como el camino que se toma para descubrir su verdadera naturaleza. La clave de esta interpretación bien puede estar escondida en la propia palabra: grial, que puede haber evolucionado de la palabra francesa medieval gradale, el gradale era una bandeja usada para llevar la comida a la mesa durante los intervalos de los banquetes. Gradale llegó a significar: paso a paso, nivel por nivel o gradualmente. Según esta interpretación el grial no es algo que se puede alcanzar, es un símbolo para un viaje gradual de mejoramiento personal hacia la inspiración y el poder espiritual.
Cualquiera que sea su forma, cualquiera que sea su significado, el grial es un emblema imperecedero de la perpetua creencia humana de que existe algo más grande que la humanidad misma.

jueves, 17 de enero de 2008

Juana la Loca

Heredera de un imperio en el que jamás se ponía el Sol, bellísima, inteligente y bien dotada para la música, Juana de Aragón y Castilla, segunda hija de los reyes católicos de España, pasó a la historia con el impiadoso apelativo de "Juana la Loca". Se lo ganó después de actos tan desmesurados como velar por espacio de 19 años el cadáver de su marido. Para los historiadores, el de ella no era un desequilibrio cualquiera: tuvo origen en un gran amor que ciertas circunstancias transformaron en locura.
Nacida en Toledo el 6 de noviembre de 1479, Juana era la que tenía menos posibilidades de llegar a ocupar el trono entre los hijos de los Reyes Católicos. Pero ésta se comportaba con mentalidad de futura monarca, demostrando un sentido de dignidad personal y de responsabilidad política altamente desarrollado. Sus padres encontraron que Juana era la hija ideal para emparentar la corte de Castilla con la de Alemania. La fórmula: unir en matrimonio a Juana con Felipe, hijo del emperador alemán Maximiliano I.
En 1496, rodeada de un espléndido cortejo, Juana partió a Flandes a conocer a su prometido y celebrar el casamiento.
Las crónicas sobre el primer encuentro son diversas. Al parecer, bastó con que se miraran a los ojos para que aflorase una pasión irrefrenable. En realidad esta versión es poco creíble si se tiene en cuenta el mundo disciplinado y puritano del que venía Juana, sumando a su sólida conciencia de ser heredera de una corona. Pero el tiempo y la leyenda la muestran tan vulnerable al sufrimiento por amor, que la anécdota parece cierta.
Tras la boda, y a medida que el tiempo pasaba, su amor por Felipe crecía con el mismo ritmo que la desconfianza y la sospecha de no ser correspondida. Su apolíneo consorte (no por nada llamado Felipe el Hermoso) se dedicaba a hacer lo que mejor sabía: cortejar a toda mujer bella y noble que se le cruzara. Frívolo y superficial, apegado a los placeres y al lujo, se sentía incómodo en España, donde tenía que llevar una vida austera, totalmente ajena al refinamiento y las diversiones de la corte flamenca. Cuando por fin decide volver a Flandes, Juana queda sumida en la desesperación. Poco a poco, su dolor comienza a enajenarla a tal punto que un día toma una determinación: seguir a Felipe a Flandes y ser una esposa como Dios manda. Los Reyes Católicos, disgustados por la suerte que corre el matrimonio de su hija, le ruegan que no abandone España. Pero la decisión de Juana es muy firme.
El mismo día que desembarcó en Brujas comprobó, desolada, que su marido pasaba el tiempo haciendo vida de soltero. Tenía una novia, una mujer noble, bellísima y muy destacada socialmente por su simpatía y su histrionismo. Perturbada, Juana mandó castigar severamente a la amante de su marido, exigiendo que le cortaran el pelo hasta la raíz. Felipe reaccionó ante la violencia de su mujer: primero la insultó, y luego le pegó. El abismo entre ellos se hizo evidente, pero a pesar de todo en el año 1500 nace el primer hijo de la pareja: sería el futuro Carlos V de Alemania (Carlos I de España).
En ese punto parecía que sus cavilaciones de esposa agraviada terminarían, a favor de la reciente maternidad. Pero su vida se complicó más seriamente aún. La educación de su hijo fue motivo de discusión y nada de lo que ella había planeado para él pudo cumplirse.
En poco tiempo murieron los hermanos de Juana y, finalmente, el 26 de noviembre de 1504, también desaparecía Isabel la Católica, dejándole el trono. De vuelta en España Juana no vivió para gobernar: su mente no aceptaba otra ocupación que la de amar y sufrir por su marido. Felipe, mientras tanto, intrigaba y hacía valer su condición de marido de una persona que no estaba en su sano juicio. Delante de Juana y de todo el mundo hacía notar que era el padre de sus hijos, uno de los cuales estaba en la línea sucesoria, y que todo esto lo habilitaba para gobernar. Juana estaría loca de amor, pero jamás dispuesta a que Felipe se transformara en victimario de su propio padre, Fernando, y de su hijo. Se entabla más que la lucha por la sucesión, un enfrentamiento entre dos razas y dos dinastías. Muchas veces Juana flaquea por amor, otras se pone abiertamente en contra de las ambiciones de Felipe, hasta que finalmente la solución viene de manera inesperada.
Un frío día de septiembre, cuando ya hacía dos años que gobernaba el reino, Felipe buscó un poco de distracción en Burgos. En el palacio del condestable se sumó a un juego de pelota con don Juan de Castilla y otros amigos. Tras disputar un agitado partido, cansado y sudoroso bebió un vaso de agua helada que le provocó una severa inflamación faríngea. Incapaz de superar el agudo estado febril que lo mantuvo postrado durante varios días, murió el 24 de septiembre de 1507.
Cuando Juana recibió la desgraciada noticia no derramó una sola lágrima; pero su rostro adquirió para siempre un rictus de desconsuelo. Su amado Felipe fue enterrado de manera provisoria en la Cartuja de Miraflores, desde donde debía ser trasladado a la Capilla real de Granada, el lugar indicado por el protocolo. Juan no dejó de acudir un solo día a la cripta de Miraflores; luego de almorzar en el monasterio, pedía a los monjes que abrieran el cajón para acariciar a su marido. Le aterraba pensar que podrían llevar el cadáver de Felipe a Flandes, y necesitaba constatar a diario de que el cuerpo seguía estando allí. El 20 de diciembre de ese año, retiró el cajón del monasterio y comenzó un lúgubre vagar por los campos y ciudades abrazada al ataúd. El espectáculo macabro del carruaje destartalado y la cara pálida y aterrada de Juana conmocionaban a la gente en los caminos. Con sólo 28 años y dos hijos, madre del futuro rey Carlos V, Juana se transformó a partir de ese momento en una mujer patética. Finalmente recaló en Tordesillas, a orillas del río Duero, y depositó el cadáver en el monasterio de Santa Clara, en un lugar que ella podía vigilar permanentemente desde su habitación privada.
Sus días terminaron a los 75 años, entre el amor y la locura, el poder y el abandono, según quien haga el análisis. Ella, murió apasionada.

miércoles, 16 de enero de 2008

Homero: La Ilíada y La Odisea

Homero
Desde remotísima antigüedad (siglos X o IX antes de Cristo) han venido recitándose, en Grecia primero y en todo el mundo paulatinamente a medida que la civilización se propagaba, dos hermosos poemas épicos: La Ilíada y La Odisea. Y también desde aquellas remotas edades se admite que ambos poemas se deben al ingenio de Homero, rapsoda ciego, natural de Grecia, quien los habría compuesto y cantado en las calles de su patria, para reclamar luego el óbolo de quienes escuchaban su canción.
Del mismo modo que las tradiciones y leyendas, los versos de ambos poemas fueron retenidos de memoria y transmitidos de generación en generación hasta la introducción, por Cadmo, de la escritura en Grecia, época en que fueron escritos, y luego pulidos y ordenados para que los cantos que forman ambos poemas tuvieran mayor concordancia y unidad. A esto se debe que algunos autores hayan negado la existencia de Homero o afirmado, aún admitiéndola, que se trata de una recopilación de cantos debidos a distintos aedos (primitivos poetas de Grecia). Contra estas opiniones se levanta airosa la propia obra, cuya estructura demuestra que fue creada siguiendo un plan y desarrollando un argumento. En cuanto a la existencia de Homero, ahí esta su obra, y no puede darse testimonio más elocuente. "Por el fruto conoceréis al árbol".
Su nombre deriva de la unión de palabras: O (el), me (no) y oron (verbo ver). Es decir: "El que no ve". Esta deducción está de acuerdo con la ceguera atribuida a Homero por la leyenda.
Con el caso de Colón, Cervantes y otros genios, varias ciudades de su patria se disputan el honor de haber sido la cuna de Homero. Estas ciudades son: Esmirna, Pilos, Colofón, Cos, Quíos, Argos y Atenas. Cada una de ellas ha presentado al debate argumentos y deducciones en abono de su pretendido derecho, pero ninguno de ellos constituye una verdadera prueba documental de carácter irrebatible. Quede, pues, la gloria para Grecia, cuna de la civilización.
También en lo que se refiere a la época del nacimiento de Homero difieren opiniones. Mientras algunos investigadores dicen que nació 24 años después de la guerra de Troya, otros afirman que no fue sino cinco siglos más tarde.
El historiador griego Heródoto dice que Homero vivió alrededor del año 850 antes de Cristo, en tanto que Juvencio, escritor latino de la Edad Media, lo sitúa en el siglo X de la misma era. Posteriores investigaciones han permitido llegar a la conclusión de que La Ilíada en primer término, y La Odisea con inmediata posteridad, fueron dadas a conocer en Quíos entre los siglos X y IX antes de Cristo, por lo cual Acusilao, Simónides, Tucídides y Píndaro han afirmado que fue Quíos la verdadera ciudad donde nació Homero.
Sean cuales fueren la cuna, la época en que vivió y el origen del nombre del rapsoda, lo importante es que los poemas existen y son bellos. Queden esas rebuscas y sutilezas para los eruditos. Entretanto evoquemos con la imaginación al andrajoso trovador ciego que va, de mano del lazarillo, cantando sus epopeyas en sonoros versos. En versos tan puros, tan llenos de armonía, de contenido heroico y de ática gracia que han perdurado triunfal y gloriosamente a través de los siglos.

La Ilíada y La Odisea
La Odisea (de Odiseo, nombre griego del héroe a quien se conoce más por el latino Ulises) es el segundo en orden cronológico de aparición de los dos grandes poemas homéricos, el primero de los cuales es La Ilíada.
Narra Homero en La Odisea los trabajos y sufrimientos a que, por voluntad de los dioses, fue sometido Ulises, rey de Itaca, cuando vencida y arrasada la ciudad de Troya por las huestes griegas, después de diez años de infructuoso sitio, se embarca en sus naves de regreso a la patria.
Narra Homero en la Odisea, no obstante ser un relato con asunto propio, frecuentes alusiones a los hechos acaecidos durante la guerra de Troya, y los hombres y los dioses que participaron en ella. Conviene, pues, conocer las incidencias de la famosa epopeya, precisamente, el argumento de La Ilíada.
Alrededor del año 1260 a.C., el príncipe París, hijo de Príamo, rey de Troya, se alojó durante uno de sus viajes en el palacio de Menelao, rey de Esparta. Traicionando la hospitalidad de Menelao, París robó a Helena, esposa del rey de Esparta, y la llevó consigo a Troya.
Menelao era fuerte y valiente. Ante el ultraje recibido pidió ayuda a los reyes sus vecinos para formar un gran ejército capaz de combatir con el troyano, famoso por su capacidad guerrera. Muchos de ellos acudieron al llamado de Menelao, entre otros: Aquiles, Ayax, Idomeneo, Ulises y Agamenón. Este último, rey de Micenas, era hermano de Menelao, y se le confió el mando en jefe de las fuerzas griegas aliadas.
Nueve años duró el sitio de Troya, ciudad que estaba cercada por un alto y ancho muro de piedra, inexpugnable. Fracasados todos los intentos de los griegos para tomar la ciudad, distraían sus ocios en frecuentes incursiones en otros pueblos vecinos, a los que entraban a saco, apoderándose de las riquezas y de los hombres y mujeres jóvenes, a los que sometían a la esclavitud. Durante una de las depredaciones el rey Agamenón se apoderó de Criseida, una joven hija del sacerdote a cuyo cargo estaba el templo de Apolo en la ciudad saqueada. Crises, el anciano sacerdote, se dirige entonces al campamento griego como suplicante, rogando a Agamenón que le devuelva a su hija, a cambio de la cual ofrece un cuantioso rescate. Reunido en el ágora, el ejército griego opina que debe atenderse la súplica del sacerdote, pero Agamenón se niega. Aquiles, el más fuerte y valiente de los héroes griegos, hijo de la diosa Tetis y el rey de los mirmidones, aconseja a Agamenón que acate la opinión del ejército y devuelva la joven al anciano sacerdote.
Agamenón, despechado por las palabras de Aquiles, insiste al principio en su negativa; pero termina por acceder, aunque amenazando a su contrincante con sacarle a viva fuerza, de su tienda, a una esclava, Briseida, a quien el rey de los mirmidones tiene un gran aprecio. Agamenón cumple su amenaza. Devuelve su hija al sacerdote a cambio del rescate ofrecido y manda varios heraldos a la tienda de Aquiles para que se apoderen de Briseida. Aquiles no se opone a que se cumpla la voluntad del generalísimo, pero jura vengarse invocando para ello la ayuda de Tetis, su madre, que acude a su llamado desde el fondo del mar, donde tiene su morada. La diosa le aconseja entonces, lo que debe hacer: permanecer en su tienda, absteniéndose de intervenir en la guerra que va a desencadenarse, aunque vea morir por millares a los paladines griegos. Ella irá a pedir a Júpiter, su padre, que origine en las filas de éstos grandes matanzas bajo las lanzas y las flechas de los enardecidos guerreros troyanos.
La promesa de Tetis se cumple. Júpiter enciende la guerra entre griegos y troyanos, y tan numeroso y aguerrido de los últimos que aquéllos sufren enormes pérdidas en el primer encuentro. Durante largos días se prolonga la guerra con suerte varia. Pero Júpiter ha decretado la derrota final de los griegos.
Si Aquiles con sus tropas se presentara en el campo de batalla, su sola presencia bastaría para trocar en derrota la inminente victoria de los troyanos; tal es el terror que inspira a sus enemigos cuando se presenta en el campo blandiendo sus dos lanzas y profiriendo su terrible grito de guerra. Mas, como si estuviera ciego ante la derrota de sus antiguos aliados, permanece en su tienda mirando impasible cómo van cayendo uno tras otro los más valientes y esforzados paladines griegos.
La derrota ha sido tremenda. Conseguida una tregua para enterrar a los muertos, los griegos alzan un muro para defender las naves. Agamenón piensa en el regreso a la patria y lo propone a sus aliados. La mayoría está de acuerdo y corre hacia los navíos. Pero no es esa la voluntad de los dioses. Minerva se aparece a Ulises, rey de Itaca, y le aconseja que exhorte y aliente a los guerreros para que vuelvan al combate. Ulises es elocuente; nadie sabe argumentar como él, cuya fama de ingenioso es grande en toda Grecia. Su elocuencia arrebatadora enardece de nuevo a los griegos, y la guerra se reanuda. El muro defensivo no tarda en caer bajo el empuje de los troyanos, que pugnan por acercarse a las naves e incendiarlas. En ese instante, un amigo entrañable de Aquiles, el héroe Patroclo, le censura su actitud y lo incita a que intervenga con los guerreros mirmidones a favor de los griegos. Aquiles vuelve a negarse. Solamente permite, a ruego de Patroclo, que éste calce sus armaduras, quien así lo hace y consigue alejar a los troyanos de las naves. Patroclo es valiente y audaz. No se conforma con su victoria, sino que quiere alcanzar inmensa gloria matando a Héctor, el generalísimo de los troyanos, que es el más querido de los hijos de Príamo y cuya fuerza y valor son semejantes a los de Aquiles. Llega junto al héroe troyano y lo desafía. Se traban en lucha, y Patroclo no tarda en caer bajo la lanza de Héctor.
La noticia de la muerte de su amigo fraterno llena de dolor al rey de los mirmidones. ¡Ahora sí! Ahora renunciará a su juramento para vengar la muerte de su amigo. Sus armas han quedado en poder de Héctor, pues las había llevado Patroclo al combate. Pero, Tetis, su madre, que acude a su llamado nuevamente, le consigue otras magníficas, fabricadas por Vulcano, el dios forjador.
Dando terribles alaridos, Aquiles se lanza entonces al combate. Los troyanos, despavoridos ante la matanza enorme que el héroe provoca, huyen a refugiarse tras los muros de la ciudad. Solamente queda afuera Héctor. Aquiles lo ve y corre a su encuentro; luchan y Héctor no tarda en morir bajo la lanza del enfurecido rey de los mirmidones. Aquiles despoja a su adversario de las armas, después ata el cadáver a una rueda de su carro de guerra y se lo lleva así hasta su campamento.
Grande es la desesperación que se apodera de Príamo, el anciano rey de Troya, ante la noticia de la muerte de su hijo. Aconsejado por Minerva y guiado por Mercurio, acude a la tienda de Aquiles, se abraza a sus rodillas y le ruega que le devuelva el cuerpo de Héctor para tributarle los honores que le corresponden. Tan terrible es la cólera de Aquiles que jamás habría accedido a la súplica del anciano, pero Júpiter, deseoso de dar fin a la contienda, ordena a Tetis que aconseje magnanimidad a su hijo. Aquiles, temeroso de la cólera del rey de los dioses, devuelve a Príamo el cadáver de su hijo, aceptando el rescate ofrecido.
Vuelve a Troya el anciano, llevando en un carro el cuerpo de Héctor. Éste es colocado en una pira y quemado. Sus cenizas son guardadas después en una urna de oro y se levanta un túmulo en su honor. Con el relato de estos funerales termina La Ilíada.
No acaban aquí, sin embargo, las acciones guerreras ante el muro de Troya. Está decretada por Júpiter la caída de la ciudad en manos de los griegos y su designio se cumplirá. También es fuerza que en esa acción perezca Aquiles a manos de París, herido por una flecha en el talón, único punto vulnerable del cuerpo del héroe, que al nacer había sido sumergido por su madre en la laguna Estigia para hacerlo inmortal.
La caída de Troya se debió a uno de los muchos ardides en que era ducho Ulises, rey de los itacenses. Concertada una tregua con los troyanos, hizo construir un enorme caballo de madera, que fue obsequiado a los enemigos en prenda de amistad.
Los troyanos aceptan el regalo y abren en el muro de la ciudad un boquete, pues el caballo no cabe por las puertas. Y esa noche, del vientre del enorme animal de madera salen subrepticiamente los más audaces y valientes paladines griegos, entre ellos el propio Ulises. Éstos franquean a sus compañeros las puertas de la ciudad, penetran en ella las legiones griegas, y la inexpugnable Troya, víctima de la candorosa fe de sus jefes y de la fecunda inventiva de Ulises, es arrasada y sus habitantes reducidos a la esclavitud.
Terminada la guerra, los griegos se embarcan para sus respectivos países. No habrían de terminar allí, sin embargo, sus trabajos y penurias, pues ya sabemos que los dioses tenían acerca de ellos oscuros y caprichosos designios. Ulises no escapó a tales decretos, sino que, por el contrario, fue precisamente el más castigado de todos por la ojeriza de los Inmortales. Sus penurias, el regreso al hogar, y las múltiples aventuras que para ello debió correr constituyen el argumento de la Odisea.
La Odisea narra el regreso del héroe griego Odiseo (Ulises en la tradición latina) de la guerra de Troya. En las escenas iniciales se relata el desorden en que ha quedado sumida la casa de Odiseo tras su larga ausencia. Un grupo de pretendientes de su esposa Penélope está acabando con sus propiedades. A continuación, la historia se centra en el propio héroe. El relato abarca sus diez años de viajes, en el curso de los cuales se enfrenta a diversos peligros, como el cíclope devorador de hombres, Polifemo, y a amenazas tan sutiles como la que representa la diosa Calipso, que le promete la inmortalidad si renuncia a volver a casa. La segunda mitad del poema comienza con la llegada de Odiseo a su isla natal, Ítaca. Aquí, haciendo gala de una sangre fría y una paciencia infinita, pone a prueba la lealtad de sus sirvientes, trama y lleva a efecto una sangrienta venganza contra los pretendientes de Penélope, y se reúne de nuevo con su hijo, su esposa y su anciano padre.

La cuestión homérica
El texto moderno de los poemas homéricos se transmitió a través de los manuscritos medievales y renacentistas, que a su vez son copias de antiguos manuscritos, hoy perdidos. Pese a las numerosas dudas que existen sobre la identidad de Homero (algunos lo describen como un bardo ciego de Quíos) o sobre la autoría de determinadas partes del texto, como las escenas finales de la Odisea, la mayoría de sus lectores, desde la antigüedad clásica hasta no hace mucho tiempo, creyeron que Homero fue un poeta (o como mucho, dos poetas) muy parecido a los demás. Es decir la Iliada y la Odisea, aunque basadas en materiales tradicionales, son obras independientes, originales y en gran medida ficticias.
Sin embargo, durante los últimos doscientos años, esta visión ha cambiado radicalmente, tras la aparición de la interminable cuestión homérica: ¿Quién, cómo y cuándo se compuso la Iliada y la Odisea? Aún no se ha encontrado una respuesta que satisfaga a todas las partes. En los siglos XIX y XX los estudiosos han afirmado que ciertas inconsistencias internas venían a demostrar que los poemas no eran sino recopilaciones, o añadidos, de poemas líricos breves e independientes (lays); los unitaristas, por su parte, consideraban que estas inconsistencias eran insignificantes o imaginarias y que la unidad global de los poemas demostraba que ambos eran producto de una sola mente. Recientemente, la discusión académica se ha centrado en la teoría de la composición oral-formularia, según la cual la base de los poemas tal y como hoy los conocemos es un complejo sistema de dicción poética tradicional (por ejemplo, combinaciones de sustantivo-epíteto: Aquiles, el de los pies ligeros) que sólo puede ser producto del esfuerzo común de varias generaciones de bardos heroicos.
Ninguna de estas interpretaciones es determinante, pero sería justo afirmar que prácticamente todos los comentaristas coinciden en que, por un lado, la tradición tiene un gran peso en la composición de los poemas y, por otro, que en lo fundamental ambos parecen obra de un mismo creador. Entretanto, los hallazgos arqueológicos realizados en el curso de los últimos 125 años, en particular los de Heinrich Schliemann, han demostrado que gran parte de la civilización descrita por Homero no era ficticia. Los poemas son pues, en cierto modo, documentos históricos, y la discusión de este aspecto ha estado presente en todo momento en el debate sobre su creación.

martes, 15 de enero de 2008

El misterio de Troya

Para muchos, una ciudad mitad mito y otro tanto realidad. Su grandeza, su destrucción y el famoso Caballo de Troya siguen siendo los grandes enigmas de esta legendaria urbe a la que cantó Homero en su célebre Ilíada."¡Oíd, tribus innúmeras de aliados que habitáis alrededor de Troya! No ha sido por el poder ni por el deseo de reunir una muchedumbre por lo que os he traído de vuestras ciudades, sino para que defendáis animosamente de los belicosos aqueos a las esposas y a los tiernos infantes de los troyanos..." Las palabras que el gran caudillo troyano Héctor, "el de tremolante casco", dirigió en vísperas de la batalla a sus aliados que combatían contra el acoso griego, dan vida a uno de los capítulos de La Iliada; la obra de Homero donde se da cuenta del sitio y destrucción de Troya.
Pero, ¿Qué fue Troya? Nombrarla equivale a evocar una ciudad situada a horcajadas entre la realidad y el mito; una leyenda cuyos destellos iluminaron la imaginación de muchas generaciones; una guerra de diez años, tan célebre como feroz, que dejaría en ruinas a esa urbe inmortal.
Sin embargo, hasta el día de hoy continúan alzándose algunas voces que cuestionan desde el presunto emplazamiento de las ruinas troyanas, en la costa turca del Asia Menor, hasta la existencia de la ciudad legendaria (y de su máximo cantor, Homero). Inclusive, su destrucción abre aún hoy un sinfín de interrogantes, pese a la famosa artimaña del Caballo de Troya, en cuyo vientre un puñado de soldados griegos encabezados por el valeroso Diomedes atravesó sus murallas al despuntar el alba. Y por si no bastara tanto enigma, se han descubierto varias Troyas, una encima de la otra. A la que se suma otra teoría, más reciente, de un filósofo mexicano, Roberto Salinas Price, que se despacho con la sensacional afirmación de que Troya no habría estado en Asia, en el valle delimitado por los ríos Escamandro y Simois, sino a orillas del Mar Adriático. Nada menos que en la actual Yugoslavia...
Todo había empezado cuando al apuesto París, uno de los cincuenta hijos del rey troyano Príamo, y hermano de Héctor y de la vidente Casandra, el dios Zeus le ordenó una engorrosa misión; dictaminar cuál era la diosa más bella entre Hera, Atenea y Afrodita. Paris se inclinó por esta última, que, dicho sea de paso, lo había sobornado prometiéndole el amor de Helena de Esparta, la mujer más hermosa del mundo entonces conocido. Pero había dos factores en contra de tales amoríos: Helena era griega y por añadidura, estaba casada con el rey espartano Menelao. Lo cierto es que al entregar la manzana "de la discordia" a Afrodita, en premio a su triunfo en el primer certamen de belleza de la historia, Paris se ganaba la venganza de las deidades despechadas. Y daría cumplimiento, así, a la profecía según la cual Troya sería destruida por su causa. Ocurrió, en efecto, que Atenea y Hera persuadieron a Príamo a que enviara a Paris a la corte de Menelao: presa de una fulminante pasión por Helena, Paris la sedujo y raptó, llevándosela a Troya. Menelao, su hermano Agamenón, rey de Micenas y Ulises, se asociaron para rescatarla. Primero reclamaron la devolución de la joven, lo que les fue negado. Todos los príncipes griegos se conjuraron entonces contra la insolencia troyana. Se desató así la Guerra de los Diez Años, en la que hasta aquellos dioses volubles y rencorosos participaron ayudando o saboteando a unos y a otros.
Otras versiones del mito juran que Zeus estaba harto de tantos hombres sobre la tierra, y provocó una "guerra depuradora".
Hasta hace relativamente poco tiempo no habían salido a la luz pruebas creíbles sobre la existencia de Troya, o de las varias Troyas superpuestas. Ni sobre su arrasamiento. Ni su localización geográfica. Las exploraciones llegarían a contar hasta nueve Troyas destruidas y reedificadas unas sobre otras: la sexta, de la que aún subsistían las fuertes murallas de piedra rectangulares, sería la saqueada por los griegos en el siglo XII antes de Cristo. Más exactamente: hacia 1260 a.C. La novena capa correspondería a una época muy posterior, a los tiempos del Imperio Romano.
El asedio de Troya duró una década. Y aquí hay otro misterio: según Homero, los griegos en ningún momento bloquearon la urbe sitiada; no interceptaron sus provisiones; tampoco intentaron derruir sus fortificaciones; acamparon inclusive bien lejos de la ciudad. Eso sí: constantemente los bandos rivales se hostigaban y trenzaban en salvajes enfrentamientos. Los carros estremecían la tierra al mando del auriga. Por todos lados las piras de cadáveres humeaban oscureciendo el día; más allá, una pelea entre decenas de soldados podía interrumpirse bruscamente para admirar el duelo personal. Por ejemplo, cuando Aquiles atravesó con su pica el cuello de Héctor, atando luego su cuerpo al carro cuyos caballos azuzó. cuenta Homero: "Gran polvoreda levantaba el cadáver mientras era arrastrado; la negra cabellera se esparcía por el suelo; la cabeza, antes tan graciosa, se hundía en el polvo. Porque Zeus la entregó a los enemigos para que allí, en su misma patria, la ultrajaran". Zeus, que al igual que Atenea se había entrometido para sellar el fin del comandante troyano. Un fin no muy diferente del que tendrían otros guerreros como Patroclo, Polidoro y el mismo Aquiles.
En cuanto al fin de Troya, las enciclopedias recuerdan que Ulises aconsejó pactar un falso armisticio con los troyanos, quienes recibieron alborozados la proposición. Entonces Ulises, en testimonio de amistad, les ofreció un gigantesco caballo de madera explicándoles que era una ofrenda a los dioses. Para entrarlo a la sitiada Troya fue preciso derribar todo un sector de la muralla. En su entraña aquel caballo alojaba a un puñado de griegos, que al llegar la noche abrieron las puertas de la plaza: el amanecer vio a los sitiadores dueños de la ciudad.
Aquí entra en escena un personaje singularísimo, el arqueólogo aficionado y aventurero alemán Enrique Schliemann. El llamado "el bucanero de la arqueología", que vivió entre 1822 y 1890. Trabajó en una tienda siendo adolescente; se embarcó como peón de limpieza en barcos mercantes, naufragó, y en Holanda se dedicó a los negocios, incluyendo contrabando de té. A los 36 años había amasado una fortuna. Su descomunal energía se volcó luego al estudio apresurado de la arqueología. Y ya en 1868 hundió la pala por primera vez en donde La Ilíada imaginó a Troya: al pie de dos manantiales, uno caliente y el otro helado, que fluyen al río Escamandro. Pero allí no encontró ni rastros de la metrópolis del rey Príamo. Fue recién en 1871 cuando este "Sherlock Holmes" de la antigüedad clavó la zapa en Hisarlik, una pequeña colina a unos cinco kilómetros de la costa egea. Precisamente, en medio de los ríos Escamandro y Simois, y en la semiárida región más tarde bautizada Tróade.
El increíble Schliemann comenzó por abrir una larga zanja con tal ímpetu que, de entrada, arrasó parte del primer nivel: unas ruinas de la época neolítica, de la que sólo quedaban algunos habitáculos y restos de hachas y cuchillos de piedra. El arrojado explorador alcanzó a identificar otras cuatro ciudades, la segunda de las cuales contando desde el plano más profundo pertenecía ya a la Edad de Bronce. Se la dató aproximadamente entre los años 3.300 y 2.500 antes de Cristo. Pero Schliemann quedó convencido de que esa era la Troya de Homero. Eran notables los vasos de plata y bronce hallados allí, al lado de diademas, puntas de lanzas, pendientes, y otras joyas de oro así como lingotes de cobre y plata. El entusiasmo del germano no tenía límites: cuando descubrió esos adornos preciosos en 1873, creyó haber hallado "el tesoro de Príamo". Para protegerlo de las manos de burócratas y ladrones, y poder sacarlo clandestinamente de Turquía se lo fue entregando a su segunda esposa, Sophia Engastromenos, de solo 17 años.
Sería Dörpfeld, el ayudante y continuador de la labor schliemanniana, quien identificó la verdadera Troya homérica como la sexta, o más seguro la séptima de las encontradas sucesivamente. En total, apenas se trataba de unas pocas docenas de viviendas en una superficie también irrisoriamente pequeña: sólo 139 metros en su lado menor, y 183 en el mayor. Dimensiones que, por su vulnerabilidad, tornan todavía más conmovedora (pero también más enigmática e intrigante) la serie de acontecimientos allí ocurridos.
La maravillosa gesta troyana, transcurridos más de treinta siglos, continúa agitando la imaginación y el espíritu, del mismo modo que todavía agita sus playas el viento que sopla sin cesar entre las altas hierbas; un viento que no existe en ningún otro punto de esa zona, y que ya Homero describió. Un viento en cuyo hálito Aquiles sigue arrastrando el cadáver de Héctor, frente a las murallas de la invencible Troya.

lunes, 14 de enero de 2008

El Arca Perdida de la Alianza

La ciudad mística de Jerusalén, quiza la ciudad más famosa en toda la historia del mundo. Una ciudad de cuyas raices emergieron las tres grandes religiones de occidente: el Judaísmo, el Cristianismo y el Islamísmo. Jerusalén es una ciudad construída en torno a las más poderosa y sagrada de las reliquias del Antiguo Testamento, el Arca de la Alianza.

EL DESIERTO COMO ORIGEN
Hace 3000 años el Arca fue traída a Jerusalén y adorada como el más sagrado de los objetos sagrados, era la personificación de la presencia de Dios en la Tierra. Sin embargo, en algún momento de este remoto pasado el Arca desapareció, esto dió origen a una búsqueda que ha inspirado a creyentes y cazadores de fortunas durante milenios. La búsqueda sigue siendo hoy objeto de ficción popular. Ansiada por caballeros cruzados, místicos, arquéologos y aventureros, el Arca perdida de la Alianza ha inducido a generaciones enteras a la búsqueda.
Después de 3000 años la evidencia más reciente puede ser la clave para hallar el lugar donde reposa el Arca de la Alianza.
"Y dio Moises en el Monte Sinaí dos tablas del testimonio, dos tablas de piedra escritas con el dedo de Dios. Y Moises tomó el testimonio y lo puso dentro del Arca." (Libro del Éxodo). El Arca de la Alianza, el recipiente sagrado que contenía las tablas originales de los Diez Mandamientos, de acuerdo con la historia bíblica, era el objeto más hermoso y poderoso del mundo. Su longitud era de dos codos y medio, su anchura de codo y medio y su altura de codo y medio. Estaba construída de madera de acacia, enchapada del más fino oro por dentro y por fuera. Y en la cubierta había dos querubines, uno frente al otro, en silenciosa vigilia.
El Arca fue construída por los hebreos al pié del Monte Sinaí, sus planos era la descripción más detallada que se diera en el antiguo testamento, ya que, según Moises, venían directamente de Dios. Por entre las figuras colocadas en lo alto del Arca, Dios en forma de una inmensa bola de fuego se dirigía a los sumos sacerdotes. El Arca era una prueba absoluta, el ciclo y el sello de la presencia de Dios en la Tierra.
Tenía poderes legendarios: detener el curso de los ríos y aplastar montañas, infringir y destruír ejércitos enteros. Durante la campaña de Josué para tomar la ciudad de Jericó, el Antiguo Testamento narra la historia del Arca y del ejército: por seis días consecutivos un grupo elegido de sacerdotes marcho en torno a la ciudad con el Arca en hombros, al séptimo día terminaron siete veces alrededor del Arca y entonces al dejar oír sus trompetas los muros de Jericó cayeron.
En más de 200 referencias el Antiguo Testamento describe en detalle los sorprendentes poderes del Arca. Durante cientos de años los hebréos la llevaron consigo de un lado al otro. Cuando el rey David comenzó su reinado a finales del siglo XI antes de nuestra era, hizo traer el Arca a una aldea en un monte, en la cima había una gran piedra plana y sobre esta David planeaba construir un templo para el Arca, pero David murió antes de que pudiera poner en práctica sus planes y la tarea recayó sobre su hijo Salomón, quien reino desde el 970 al 931 antes de Cristo.
Durante el reinado de Salomón, Jerusalén pasó a ser el centro de la vida política y religiosa en la tierra santa. En pleno corazón de Jerusalén se erigía el templo construído por Salomón para alvergar el Arca de la Alianza, el Arca permaneció en el templo hasta algo después del año 900 a.C. cuando, misteriosamente, desapareció. Desde entonces no se hizo gran mención de ella en la Biblia. ¿Cómo pudo el objeto más importante del mundo occidental desaparecer sin dejar rastros o al menos alguna indicación de su desaparición? ¿Dónde se encuentra el Arca de la Alianza actualmente?
A pesar de sus diferencias, el Judaísmo, el Cristianismo y el Islamísmo, tienen un elemento en común, todos adoran a un solo Dios. Y el concepto de ese Dios era, al principio, personalizado por el Arca de la Alianza. Su poder dominaba los primeros libros del Antiguo Testamento. Inexplicablemente el Arca desapareció y durante más de 2000 años de búsqueda y exploración se han tejido decenas de leyendas y teorías en torno al Arca Perdida. Muchos creen que el Arca desapareció en un momento de crisis, bien fue capturada como trofeo por un ejército conquistador o escondida en algún paraje secreto por sacerdotes del templo.
Si el Arca fue capturada, la teoría con mayor fundamento es que fue despedazada y saqueado su oro cuando los babilonios conquistaron Jerusalén en el año 586 a.C. De acuerdo con el Antiguo Testamento, el líder babilónico Nabucodonosor y su ejército destruyeron el templo sagrado de Salomón y enviaron a los israelitas al exilio. Sin embargo, hay un hecho del que no cabe la menor duda, existen registros detallados de todos los tesoros que fueron capturados en los templos y llevados a Babilonia pero el Arca no se encontraba entre estos. Cuando los hebréos regresaron a Jerusalén en el 583 a.C. iniciaron la construcción de un segundo templo pero no hay mención de que el Arca halla sido retornada a este nuevo santuario. A partir de este momento, no se vuelve a hacer referencia al Arca en las escrituras del Antiguo Testamento.
La creencia de que el Arca fue rescatada y escondida en una bóveda secreta para tesoros, ha sido el pilar fundamental de una búsqueda que se ha prolongado por siglos.

LA MONTAÑA-TEMPLO
Hace casi 1000 años las cruzadas cristianas recuperaron el control de Jerusalén de manos de los musulmanes que habían gobernado la ciudad desde el séptimo siglo. en el 1119 de nuestra era, un grupo conformado por nueve nobles franceses, que se hacían llamar los los caballeros pobres de Cristo y del templo de Salomón, llegaron a Jerusalén. Se establecieron en la cima del monte, donde una vez estuvo el templo de Salomón. Los caballeros sostenían que su misión en tierra santa era mantener libres de bandidos el camino a Jerusalén. Sin embargo, nunca salieron de la montaña-templo y, en cambio, comenzaron a cavar. Trabajando desde afuera de la mezquita comenzaron a excavar la caverna natural que yacía debajo de la piedra sagrada. La caverna, según la tradición islámica, se conocía como el "pozo de las almas", un pasaje que llevaba a las entrañas de la tierra y que conducía a un tesoro custodiado por demonios; en realidad lo que los caballeros buscaban era el Arca de la Alianza. El Arca hubría dado a los caballeros de la montaña-templo un basto poder político para aquel entonces. Cavaron y buscaron exaustivamente pero nunca encontraron el Arca de la Alianza. En 1126 los caballeros regresaron a Francia sin la preciosa reliquia. Sin embargo, quiza hubían encontrado algo que era igualmente valioso. El tesoro de Salomón que hallaron no fue el Arca, sino el conocimiento de una arquitectura que luego inspiraría una forma que revolucionaría el arte, el diseño gótico.
En épocas más recientes, los arquéologos israelíes descubrieron la salida al tunel que cavaron los caballeros de la montaña-templo. El túnel se extiende por debajo de la montaña, pero debido a restricciones impuestas por el gobierno musulmán, nunca ha sido explorado. Quiza nadie llegue a saber nunca que se encuentra a final de esta excavación que data del siglo XII.
¿Acaso podría el Arca estar todavía escondida en algún lugar debajo de la montaña?

VIAJE AL SUR
En 1989 un periodista británico hizo una declaración que sacudió al mundo. La legendaria Arca Perdida no se encontraba perdida en realidad sino a salvo, escondida en una iglesia de Etiopía a donde había sido trasladada secretamente hace más de 1000 años.
Pero si el Arca estuvo todo este tiempo en Etiopía, cómo pudo el resto del mundo no darse cuenta de ello. Parte de la respuesta puede estar en la leyenda de cómo se trasportó el Arca desde Israel hacia Etiopía. La Biblia narra que en tiempos de Salomón, Jerusalén era visitada por la misteriosa reina de Saba. Los etíopes creen que era una reina etíope. Cuenta la leyenda que de la unión de Salomón y la reina Saba, nació Menelik I, primer rey de Etiopía. Años más tarde Menelik fue enviado a casa de su padre en Jerusalén para recibir educación, a pesar de los esfuerzos de Salomón para que se quedara, Menelik regresó a Etiopía con el primer hijo del sumo sacerdote. La tradición cuenta que se llevaron consigo el Arca y la colocaron en un templo en la isla de Elefantina cerca del río Nilo, donde permaneció por 800 años. ¿Qué sucedió luego de esos 800 años? Etiopía fue convertida al Cristianismo y el rey cristiano llegó con sus ejércitos, llevó el Arca a Axum y la colocó en la Iglesia de Santa María de Sion donde esta desde entonces.
Extrañamente el Arca es el punto central del culto y la adoración cristiana en Etiopía, cada una de las 20.000 iglesias de Etiopía contiene un réplica del Arca de la Alianza.
¿Ha sido hallada el Arca Perdida? Si esto pasara produciría reacciones inimaginables. Muchos consideran que sería mejor si el paradero del Arca siguiera siendo un misterio.

viernes, 11 de enero de 2008

El misterio del Arca de Noé

Hacia el año 2400 a.C. se produce lo que bíblicamente se da en llamar El Diluvio Universal. Sin embargo la civilización egipcia (que por entonces estaba construyendo sus pirámides) no consigna en sus escritos inundación alguna. Se baraja entonces la posibilidad que sólo sucediera sobre Sumeria, tierra llana entre dos ríos y proclive a sufrir grandes desbordes.
La comunidad científica nunca pudo explicar con cierta unidad de criterio la causa del diluvio. Que existió, ya nadie lo duda. Por si alguna prueba faltaba, se ha encontrado una tablilla (del siglo VII antes de Cristo) que habla de un diluvio que aniquila la vida en la tierra. Las teorías del advenimiento del diluvio son: intrusión del planeta Venus en nuestra órbita con el consiguiente caos del planeta; paso de la Tierra por la cola de un cometa o colisión frontal con la cabeza del cometa; desplazamiento del eje polar y/o cambio de la rotación terrestre. Sin embargo, otra corriente de pensamiento genera adeptos. La postula, entre otros, el investigador Issac Asimov: "Se me ha ocurrido una explicación posible para semejante invasión de mar. Creo que pudo producirse por la desafortunada caída de un meteorito en el Golfo Pérsico, casi cercado de tierra por todas partes. El chapoteo resultante habría tomado la forma de una ola gigantesca que avanzó desastrosamente hacia la Tierra, arrollando todo lo que encontraba a su paso". Fue, según cuenta la Biblia, una enorme ola seguida de lluvias. "Génesis 7.11. ... A los seiscientos años de la vida de Noé se rompieron todas las fuentes del abismo, se abrieron las cataratas del cielo..."
Nada quedó en pie. Sin embargo, no son pocos los que afirman que el Arca de Noé está congelada y a salvo de los rigores del tiempo. El Arca de Noé ha generado enigmas y preguntas que aún permanecen sin respuesta. En tal sentido un verdadero cimbronazo han constituido las recientes declaraciones del investigador Charles Berlitz (autor de "El triángulo de las Bermudas, entre otros sucesos) en el sentido de que la nave estaría intacta bajo el hielo de un glaciar situado en el Monte Ararat. Algunas expediciones y avistamientos realizados por pilotos de aviones inclinan la balanza sobre la veracidad de las afirmaciones de Berlitz.
El Monte Ararat tiene una altura de 5.156 metros. Está situado muy al norte de la meseta de Anatolia, en la Turquía oriental, y a pocos kilómetros de la frontera entre Irán y la Unión Soviética. En tanto, en la Biblia, el Libro del Génesis nos ofrece una localización aproximada del lugar en el cual se erigió el Arca: "... se asentó sobre los montes de Ararat..."
Testimonios que nos llegan ya desde dos siglos consignan curiosas similitudes: viajeros provenientes del Asia Central o dirigiéndose hacia ella, que habían desfilado el Monte Ararat a lomo de caballo, mula o en caravanas de camellos, señalaron sin vacilaciones en sus relatos la presencia de una inmensa nave próxima a la cima del monte. Algunos nativos que habitan casa cercanas al lugar han asegurado haberse construido amuletos con pedazos de brea tomados de esta nave.
Tras la búsqueda de esta Arca se han embarcado infinidad de escaladores. Ninguno ha podido encontrar algo debido a la inclemencia climática del Monte, muy raras veces la nieve y el hielo se retiran de los picos del Ararat. "Pero cada veinte años, más o menos, una oleada de calor intenso barre la región y durante ese período es cuando se ha observado la presencia de una nave, sobre todo en los meses más calurosos: agosto y principios de septiembre", explica Berlitz.
Cuando eso ocurre, es posible ver una especie de nave cuya mayor parte se encuentra hundida en la masa helada de un glaciar. Mientras el objeto permanezca debajo del hielo será inmune a la descomposición orgánica, como ha ocurrido con algunos animales extinguidos como un mamut encontrado hace unos años y otros animales del Pleistoceno. Tanta es la nieve acumulada que (se sospecha) los exploradores pudieron haber hasta pisado el Arca sin darse cuenta que, hielo mediante, estaban tan cerca de la cuna de la historia.